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Sobrevivió a un atentado de ETA al regresar de un polvorín el 13 de julio de 1980 en el municipio guipuzcoano de Orio. Un fatídico día en el que perdió a dos compañeros de la Guardia Civil. «Yo vivo de milagro. Tengo dos cumpleaños», expresa a LA GACETA el salmantino Francisco Villoria, un agente de la Benemérita víctima de la banda terrorista ETA, que junto a su mujer y a otras víctimas se sentó entre el público para escuchar la mesa redonda 'Las víctimas del terrorismo' que acogió este lunes, 17 de febrero, la Facultad de Psicología con motivo de las fiestas en honor a Juan Huarte de San Juan.
Fue un atentado con bombas y fuego cruzado: «Ocurrió en un camino asfaltado donde se lanzaron granadas de mano. Iba de jefe de la patrulla y una granada me golpeó las piernas, pero si me coge en el cuerpo hubiera muerto, no lo podría contar, por eso yo ese día volví a nacer», insiste emocionado el salmantino.
Tenía 29 años y aunque han pasado más de 40 de aquel día que marcó un antes y un después en la vida de Villoria, y de sus familiares, aún sigue soñando con el tiroteo mientras duerme.
Él sufrió las lesiones físicas, pues arrastra secuelas como una pierna rígida tras al menos 14 intervenciones y lesiones en otra pierna, oído y brazo, pero su mujer aún recuerda con lágrimas en los ojos aquella fecha: «A mi mujer le afectó mucho psicológicamente», detalla.
Aquellos años, Villoria y su mujer los recuerdan como «muy complicados»: «Fue muy difícil de afrontar porque nos encontramos sin apoyo ni medios, yo tan solo me pude refugiar en la familia porque la administración no te ayudaba», lamenta Villoria.
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