El emocionante rescate a la pequeña Land: 24 horas encerrada en el motor de un coche

Land está en posición de defensa al fondo del transportín con una lata de comida de gato delante, tan aterrada que ni la ha olido. La pequeña tricolor acaba de salir del motor de un todoterreno 24 horas después de haberse colado sin que su dueño, José Antonio, se diera cuenta. Se subió en el municipio de Sorihuela y acabó en Salamanca, a una distancia de 63 kilómetros.

Aunque todo esto ocurrió el pasado domingo, José Antonio fue consciente cuando el martes por la mañana recibió la llamada de los bomberos. «Me dijeron que un ciudadano había avisado al 112 para informar de que había un gato en el motor del coche y que si quería que lo sacaran tenían que pasarme la factura», relata. Eran las 9:30 horas. Se tiró debajo del vehículo para intentar rescatar al gatito. Al no obtener resultado se presentó con el todoterreno en la puerta de los bomberos que, siguiendo la ordenanza municipal, tenían que facturarle 113 euros. «En estos casos tapamos el vehículo con una manta para calmar al animal y le ponemos comida para atraerlo hacia afuera, esperando el tiempo que sea necesario», explica el bombero, minutos antes de que llegara Ana, del Centro Municipal de Protección Animal.

José Antonio se sintió en una encrucijada. «He venido hasta aquí para ver qué puedo hacer», confesó impotente, al considerar que él no había provocado el problema y que no era justo que se le considere «sujeto pasivo» beneficiado por el rescate, lo que le obliga a abonar el trabajo. «He llamado al seguro y me dicen que como hay un animal de por medio, que es cosa del Ayuntamiento», continúa, después de dos horas buscando una solución no gravosa.

Ana, la trabajadora del Centro de Protección, asume el mando y pone en marcha su protocolo de rescate: Una jaula con comida dentro, que coloca junto al motor. Como reclamo, el maullido de un gato desde su móvil, que pega a la jaula. Utiliza las mantas de los bomberos para que el pequeño animal se confíe, pero está tan aterrado que no se mueve.

«Vine para comprar hoy material para una obra que tengo en el pueblo y todavía no he podido hacer nada», apunta nervioso José Antonio, que decide llamar a su amigo Jesús para que desmonte el cubre cárter en su taller y pueda sacar al animal. «Si lo sé hago esto desde el principio, nos habríamos evitado sufrimiento», confiesa, mientras mete al animal en el transportín de Ana, rodeado de Jesús y del resto de sus mecánicos.

Desatornillaron la pieza y Land casi se fue hacia su mano buscando protección. «Es raro que un gato pueda provocar problemas en el coche, salvo que se enganche en la correa», subraya Jesús, para señalar que no es habitual este tipo de casos. «Sí recuerdo un Audi que vino con un gato grande destrozado en el ventilador. El chico que lo limpió no pudo evitar el vómito».

Ahora Ana le busca una familia a Land de manera privada, porque el centro no puede hacerse cargo del gato al no ser de la ciudad. «Yo lo hubiera llevado al pueblo con su madre, una gata callejera, pero creo que está mejor con una familia», señala satisfecho José Antonio, al que su amigo Jesús no le cobró el rescate.

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