José Luis Moreno, dueño de la churrería 'Casimiro Moreno', tras el mostrador de su local.

Los churros centenarios que se comen por todo el mundo y que ya tienen relevo: «Con 10 años ya ayudaba en el negocio»

José Luis Moreno lleva toda su vida al frente de un exitoso negocio en Salamanca con tres generaciones a sus espaldas

José Fuentes Rajo

Salamanca

Sábado, 18 de enero 2025, 06:15

En la calle Doñinos, concretamente en el número 2, se encuentra uno de los negocios más antiguos y prósperos de Salamanca, una churrería que lleva más de cien años y tres generaciones a sus espaldas, más lo que les queda, ya que según relata su dueño, José Luis Moreno, su hijo tiene intención de continuar al frente el día de mañana, por lo que ni la falta de relevo generacional ni la competencia han podido con él.

Publicidad

Los abuelos de José Luis echaron a andar el negocio en los años 20 del siglo pasado en el barrio del Arrabal y sus padres continuaron tras el mostrador en la ubicación actual desde hace ya 64 años.

Cuando una persona pide una ración de churros en una cafetería lo más probable es que procedan de aquí, de la churrería Casimiro Moreno, ya que cada día parten entre 8.000 y 10.000 porciones de este producto a 170 locales de la ciudad.

EXPORTACIONES A MÉXICO, SINGAPUR O SUECIA

Aunque la prosperidad de este negocio no solo se circunscribe al consumo local, ya que el éxito les ha permitido expandirse y abrir una fábrica en el polígono de los Montalvos, donde la producción «se duplica o triplica según las necesidades». Este gran rendimiento permite que los churros congelados crucen fronteras a países como Suecia, Francia, Singapur, México o Estados Unidos: «Llevamos a Suecia, Francia… Ahora estamos en negociaciones con Bélgica. Hemos exportado también a Holanda, Estados Unidos, Singapur, México… Suecia, por ejemplo, es un mercado constante. Pero los clientes son así, de repente aparecen y desaparecen».

GRAN CUIDADO DE LA MATERIA PRIMA

Para llevar tanto tiempo y conseguir cruzar océanos hace falta un producto de gran calidad, que, según nos cuenta Moreno, se logra a través del cuidado con las materias primas: la harina y el aceite.

Publicidad

«La harina que usamos es especial, nos la hacen específicamente para nosotros, ya que no vale cualquiera», relata el dueño. Esta decisión se tomó para no tener que depender de los flujos del mercado, ya que antaño las fábricas harineras cerraban y comprometían la calidad del producto.

Además, el padre de José Luis era un «gran experto» en este tema y lograba hacer las mejores mezclas, combinando, por ejemplo, una harina del sur, de Sevilla, con una de Monegros. Por ello, el producto actual es el resultado de años de experiencia. Con una harina propia, este negocio evita «tener que jugársela», sobre todo desde que abrieron la fábrica.

Publicidad

El aceite es el otro componente «fundamental»: «Siempre tiene que estar en buenas condiciones, limpio, no saturado. Aquí lo renovamos a diario porque lo necesitamos para producir tanta cantidad de churros.» Además, se utiliza un aparato que mide la polaridad del aceite, un indicador de calidad que ayuda a determinar el momento óptimo para su reemplazo. «La polaridad puede llegar hasta 22, y nosotros cambiamos el aceite cuando llega a 20, asegurándonos de que siempre está en condiciones óptimas. Por eso nuestros churros no repiten, no te hacen daño», explica Moreno.

TRABAJANDO DESDE LAS TRES DE LA MAÑANA

La prosperidad de este tipo de negocios también se traduce en creación de empleo estable. Actualmente, diez trabajadores sacan adelante el local y la fábrica, un trabajo que empieza desde las tres de la mañana.

Publicidad

«El primero que llega empieza a esa hora y se queda hasta las nueve menos cuarto, más o menos, que es cuando se abre. Luego van llegando los demás. Estamos aquí hasta las 11. Por la tarde hacemos churros para algunas cafeterías, para que los tengan recién hechos.»

Aunque esta pequeña producción vespertina tiene lugar solo en invierno, ya que en verano «a 40 ºC no apetecen consumirlos». Aun así, para todo hay excepciones: «Se me ha dado el caso de pedirme en julio a 38 ºC un chocolate con churros para las cuatro de la tarde», ya que muchos turistas desean probarlo, cuenta Moreno.

Publicidad

LOS CLIENTES: UNA FAMILIA

A pesar de que estos días hemos llegado a alcanzar mínimas de hasta diez grados bajo cero en diferentes puntos de la provincia, José Luis recuerda que los inviernos de antaño eran mucho más duros, destacando una anécdota que tuvo lugar en una Nochevieja, cuando se habían comprometido a vender más de 30.000 churros y una intensa nevada les dificultó repartir la mercancía al día siguiente.

Aunque ahora la churrería exporte a países de todo el mundo y fabrique miles de ejemplares de este típico producto español, cuando José Luis era pequeño solo estaban sus padres para atender a las gentes de su barrio: «Con 10 o 11 años, ya ayudaba en el negocio. Vivíamos encima de la churrería, así que bajaba a echar una mano. En ese entonces, solo trabajaban mi padre, mi madre, mi hermano y un repartidor que llevaba los churros en una cesta por el barrio.»

Noticia Patrocinada

Es por ello que lo que más «ilusión» le genera a José Luis es ver gente mayor de unos 80 o 90 años, ya que son los rostros envejecidos de aquellos mismos que entraban cuando él era un infante: «Es gente que ha sido fiel, son familia, no son clientes», concluye.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad