![Un viaje en el tiempo en otro país, pero a un paso de Salamanca](https://s3.ppllstatics.com/lagacetadesalamanca/www/multimedia/2019/06/06/piodaobueno_1-735223_20190606123646--1200x900.jpg)
![Un viaje en el tiempo en otro país, pero a un paso de Salamanca](https://s3.ppllstatics.com/lagacetadesalamanca/www/multimedia/2019/06/06/piodaobueno_1-735223_20190606123646--1200x900.jpg)
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Jueves, 6 de junio 2019, 14:36
Fueron testigo de decenas de batallas, refriegas, cambios de poder, luchas de nobles y momentos de absoluto esplendor. Ocupaban una posición estratégica cuando la frontera hispanolusa estaba en continua ebullición. Pero la paz llegó y con ella el olvido y el abandono. Sus murallas, castillos y casas señoriales permanecieron ajenas al paso del tiempo. Hasta que una de las iniciativas turísticas y patrimoniales más relevantes que se han hecho en Europa las rescató de la pesada losa de la desmemoria. Hablamos de las Aldeas Históricas de Portugal. Una red creada en 2007 y que, doce años después, se ha convertido en todo un ejemplo de cómo se deben hacer las cosas en el medio rural. Agrupa a doce localidades, que cada vez reciben a más visitantes.
Cada una de ellas tiene su personalidad y encanto especial. Y lo mejor de todo es que han logrado fijar población y erigirse en una forma de hacer turismo rural sostenible. Y un dato importante. Muchas de ellas están a un paso de Salamanca. A menos de dos horas de la capital charra. Ideales para escaparse un día y viajar verdaderamente en el tiempo.
Muy cerca de Vilar Formoso y a hora y media de Salamanca se encuentra esta bonita villa que domina el valle del río Coa desde un majestuoso cerro. Traspasar su muralla es envolverse en un ambiente de tranquilidad donde la arquitectura es uniforme y las calles están perfectamente empedradas. Cuenta con un museo que muestra un buen número de objetos tradicionales de la villa y nadie se puede perder la fotogénica imagen de los restos del castillo con la iglesia de Nuestra Señora al fondo.
Hermanada con Ciudad Rodrigo gracias a su sino común durante la guerra contra los franceses. Su fortificación en forma de estrella es su mayor símbolo. Nada mejor que cruzarla por la puerta de San Francisco de la Cruz. Una vez dentro podemos perdernos por sus callejuelas empedradas y pararnos en su iglesia de la Misericordia, la torre del Reloj y el edificio del Ayuntamiento. Pero la historia de la lucha fratricida contra las tropas napoleónicas tiene su espacio en el Museo Histórico Militar situado en los bajos de la muralla. Está también a hora y media de Salamanca.
Un poco más lejos, a casi dos horas de la capital charra se encuentra Belmonte. Cuna de Pedro Alvares Cabral, el primera navegante que avistó Brasil. Pero esta localidad también medieval y también con su correspondiente castillo, tiene otra gran singularidad. Posee la tercera comunidad judía más grande del país luso tras las de Lisboa y Oporto. Allí resistieron tras su expulsión de España primero y de Portugal, después. Auténticos supervivientes que hoy siguen practicando el culto en la modesta sinagoga de Belmonte. Su historia se cuenta en el Museo Judaico.
En un mismo día podemos visitar Belmonte y Sortelha. Esta última representa la viva imagen de una villa medieval de manual. Su castillo y muralla se han amoldado a la perfección a la roca granítica. Con una precisión milimétrica que nos regala una mezcla de roca virgen y roca tallada fascinante. Es casi un pueblo fantasma que, al atardecer, adquiere un halo místico. Como si el tiempo se detuviera. Saramago dijo de Sortelha que es “entrar en la Edad Media”. Para nada se equivocó.
Dos horas separan Salamanca de Linhares da Beira. Posee uno de los castillos más imponentes de la red de Aldeas Históricas. Mandado construir por el rey Dinis, se eleva en lo alto de una mole granítica para otorgarle mayor envergadura. Sus calles están cuidadas al máximo respetando la arquitectura tradicional. En algunas viviendas se pueden contemplar las siempre vistosas ventanas manuelinas. En primavera y verano, cuando las flores que decoran los balcones y puertas están en su esplendor, el paseo por Linhares da Beira se torna en una experiencia inolvidable.
En un mismo día podemos visitar Linhares da Beira y Trancoso. Esta última es la población más grande de todas las Aldeas Históricas. Protegido por uno de los recintos amurallados mejor conservados de Portugal, Trancoso posee una de las juderías más destacadas de todo el país. Vivió tiempos de esplendor cuando incluso acogió la boda del rey Dinis I e Isabel de Aragón. Nadie que se deje caer por esta ciudad puede quedarse sin probar las sardinhas, un dulce típico que se elabora desde finales del siglo XVI.
Es una de las localidades portuguesas que mejor conserva esa esencia de tiempos de caballeros, nobles y doncellas. La torre del Reloj, la iglesia de Nuestra Señora de Rocamador y su vinculación con el Camino de Santiago, son dos de los puntos de interés del recorrido. Y, por supuesto, el castillo que da nombre al pueblo. Desde allí obtenemos una fotografía en la que es imposible abarcar todo el paisaje. Vemos como una miniatura la silueta de Figueira de Castelo Rodrigo, la ciudad donde es imposible no sucumbir a su cataplana de marisco. Una vez más patrimonio, naturaleza y gastronomía van ligados en Portugal.
Aunque su distancia con Salamanca es mayor (más de tres horas), no podemos dejar de incluir a Piodao en esta lista. Casi inaccesible y ‘anclada’ a una de las laderas de las montañas de la Sierra del Azor, Piodao es un regalo para la vista. A diferencia de otras Aldeas Históricas, sus casas están construidas íntegramente en pizarra. Eso le da una uniformidad muy atractiva. Además de perdernos por sus calles, podemos caminar por un bello sendero hasta la cercana localidad de Foz d’Egua. Cuenta también con una agradable piscina natural que en los meses de verano se convierte en un bálsamo teniendo en cuenta las altas temperaturas que se registran por estos lares.
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