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Viernes, 8 de marzo 2019, 13:57
Portugal nunca defrauda. No lo hizo antes ni mucho menos ahora. No lo hizo cuando acudíamos en masa a comprar productos baratos como toallas, café, menaje, bacalao... Y no lo hace ahora cuando nos brinda unos atractivos turísticos singulares y únicos. Porque a Portugal ya no vamos sólo de compras. Vamos a hacer turismo. Vamos a paladear su excelsa gastronomía. Vamos a disfrutar de sus gentes. Amables, cercanas y cariñosas. Cuanto más la conoces, más te gusta. Y lo salmantinos somos afortunados en ese sentido. La tenemos al lado. Para combinarla siempre que queramos con los encantos que tiene nuestra provincia y que también son obligados de conocer. Porque un fin de semana podemos escaparnos a Miranda del Castañar y el próximo, a Castelo Mendo. Uno a Montemayor del Río, y el siguiente, a Almeida. Hay tiempo para todo. Por eso vamos a hacer un repaso de cuatro joyas que sirven para hacernos una idea de los mucho y bueno que nos espera al otro lado de ‘la Raya’. Y todo ello sin pagar los malditos peajes.
La hermana de la fortificación con forma de estrella de Ciudad Rodrigo la tenemos en Almeida. A 132 kilómetros de Salamanca encontramos esta auténtica belleza que forma parte de la red de Aldeas Históricas de Portugal. Lo mejor es dejar el coche fuera de su muralla y flanquearla caminando por la puerta de San Francisco de la Cruz donde además se encuentra la oficina de turismo.
Una vez dentro podemos perdernos por sus callejuelas empedradas y pararnos en su iglesia de la Misericordia, la torre del Reloj y el edificio del Ayuntamiento. Pero hablar de Almeida es hacerlo de la guerra contra los franceses y el asedio de las tropas napoleónicas. Un cerco que se cobró víctimas como el castillo del que hoy se pueden visitar las ruinas, pero que significó un ejemplo de la heroica lusa. Cada mes de agosto se recrea precisamente este pasaje y el visitante puede conocer todos sus pormenores en el Museo Histórico Militar situado en las casamatas, las galerías que servían como protección militar y que se sitúan en los bajos de la muralla. El Picadero del Rey y la iglesia Matriz, son otras de las paradas antes de degustar un buen bacalao en la tabernas de la cercana pedanía de Malpartida.
También dentro de la red de Aldeas Históricas de Portugal se encuentra Castelo Mendo, una pequeña población amurallada a sólo 24 kilómetros de Fuentes de Oñoro. Es admirable el trabajo de rehabilitación que se ha realizado en su casco histórico. Se ha respectado la arquitectura tradicional y se le ha dotado de una completa información turística que convierte al recorrido por Castelo Mendo en un viaje en el tiempo al Medievo.
Un paseo marcado por la paz y el sosiego. En esta pequeña joya fortificada sólo residen 80 personas que viven una vida discreta y callada. La iglesia de San Pedro, el ‘pelourinho’ o picota y los restos del castillo, son paradas obligadas. En este último podemos contemplar también las ruinas de la iglesia de Nuestra Señora del Castillo, que carece de cubierta, pero en la que aún se conserva un interesante artesonado de madera. Desde allí las vistas del valle del río Coa son grandiosas. Una atalaya privilegiada para desconectar y relajarse.
Cualquiera que vea los campos de cultivo que abrigan el Duero a su paso por Freixo de Espada a Cinta pensará que se trata de una estampa más propia del Mediterráneo valenciano. Cientos de naranjos se suceden y la temperatura aumenta. Olivares y viñedos. Un vergel que nos indica que estamos en el paisaje de las Arribes del Duero. En este caso, en el Douro portugués. Sólo hay que descender por la vertiginosa carretera que comunica Saucelle con su salto. Cruzar la frontera y dirigirse a una localidad donde se rinde pleitesía a los productos de la tierra. Buen vino, buen aceite y buenas naranjas. Tres elementos básicos de la dieta mediterránea sin tener que ir al Mediterráneo. La propia localidad tiene visitas atractivas como las torres del Gallo y del Reloj, su iglesia Matriz y el convento de San Felipe Nery. Así como el fresno centenario que en su tronco luce la cinta y la espada que dan nombre a la localidad.
Pero uno de los mayores espectáculos de Freixo de Espada a Cinta está a pie de río. Tras descender por una carretera rodeada de naranjos y olivos llegamos a la Congida, una playa fluvial perfectamente equipada en la que pasar una agradable tarde soleada.
Escenario de una de las derrotas más humillantes del ejército español ante los portugueses en 1664, Castelo Rodrigo vigila la frontera desde una atalaya que prácticamente toca el cielo. Otra Aldea Histórica de Portugal donde se ha hecho un importante trabajo de rehabilitación para otorgarle un atractivo singular. Al igual que ocurre con Castelo Mendo, una vez que traspasamos su Puerta del Sol viajamos directamente al Medievo.
Es una de las localidades portuguesas que mejor conserva esa esencia de tiempos de caballeros, nobles y doncellas. La torre del Reloj, la iglesia de Nuestra Señora de Rocamador y su vinculación con el Camino de Santiago, son dos de los puntos de interés del recorrido. Y, por supuesto, el castillo que da nombre al pueblo. Ese que fue primero palacio y después castillo y del que apenas quedan un puñado de ruinas. Eso sí, desde allí tenemos obtenemos una fotografía en la que es imposible abarcar todo el paisaje. Vemos como una miniatura la silueta de Figueira de Castelo Rodrigo, la ciudad donde es imposible no sucumbir a su cataplana de marisco. Una vez más patrimonio, naturaleza y gastronomía van ligados en Portugal.
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