De las 1.243 corridas de toros que toreó Espartaco en su carrera, en dos de ellas hizo el paseíllo al lado del maestro Santiago Martín 'El Viti': Linares y Palencia. El año que Espartaco tomó la alternativa (1 de agosto de 1979) se ... retiró El Viti, con quien apenas coincidió mes y medio en el escalafón superior, tras la repentina e inesperada retirada de los ruedos del maestro de Vitigudino una tarde de toros mediado septiembre en la feria de Valladolid. Se fue para siempre sin terminar de cumplir las tardes que le quedaban firmadas aquella temporada. No volvió a vestir más el traje de luces.
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En ese mes y medio Espartaco cumplió uno de los sueños de su vida. Torear con el torero del que siempre le habló su padre, que estaba enamorado casi platónicamente de Juan Belmonte, tuvo verdadera pasión por Santiago Martín 'El Viti'. La primera de aquellas dos tardes en las que aquel joven Espartaco, con apenas 16 años, toreó con El Viti fue en Linares (Jaén), el 30 de agosto de 1979, apenas 29 días después del doctorado del diestro de Espartinas. Tarde arrolladora, Espartaco fue ovacionado en el tercero y cortó las dos orejas y el rabo del sexto de Baltasar Ibán, en una tarde en la que El Viti paseó una oreja de su primero y dio una vuelta al ruedo en el cuarto, y que completó Palomo Linares: cuatro orejas y un rabo.
Al finalizar aquella corrida de toros, estaba Espartaco aún quitándose el traje de luces junto a su abuelo en la habitación del hotel después de llegar del coso —en el que 32 años había sido corneado mortalmente Manuel Rodríguez 'Manolete'— cuando alguien llamó a la puerta. Al abrirla descubrieron a Santiago Martín 'El Viti', que venía a felicitar al joven torero después de su triunfal tarde. Ambos, maestro y discípulo, se fundieron en un abrazo, que unía a dos generaciones distintas del toreo. Ese mismo abrazo se repitió hace unos días en Salamanca, con motivo del homenaje que la Federación de Peñas taurinas de Salamanca le tributó a Espartaco. El Viti, que no pudo quedarse al acto, tuvo el inmenso detalle de sencillez y humildad de acercarse minutos antes de que Espartaco se subiera a las tablas del Liceo, para volver a darle la enhorabuena casi 45 años después. Aquel niño al que felicitó aquella tarde de Linares de 1979 se convirtió después en una de las grandes figuras del toreo de los años 80 y 90: «¡Cómo te ha querido el público en todo este tiempo… y cómo te sigue queriendo!», le espetó El Viti a Espartaco en este reencuentro. Impactaba ver como este, desde el trono en el que se sentó en aquellas dos décadas, y casi con los ojos empañados de lágrimas de la emoción del momento, se dirigía a quien es una de las leyendas vivas del toreo hablándole de usted y siempre con la palabra maestro abrir o cerrar cualquiera de las frases. «Me ha emocionado volver a verle», espetó Espartaco. El toreo es eso. Es admiración, educación y respeto. Y es la sencillez y la humildad que hace inalcanzables a los más grandes del toreo.
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