Clase magistral con antiguos alumnos de la Escuela taurina de Salamanca. Media entrada en tarde entoldada y de buena temperatura.
GANADERÍA 2 novillos de Valdeflores, encastado el 1º y noble el 3º; 1 de Valrubio (5º), con calidad pese a su debilidad; y 3 de Sánchez Arjona, violento y sin entrega el 2º; bueno el 4º; y geniudo y poderoso el 6º.
DIESTROS
PEPE LUIS GALLEGO Estocada y dos descabellos (ovación).
JUAN DEL ÁLAMO Un pinchazo (ovación).
DAMIÁN CASTAÑO Pinchazo y media delantera (oreja).
ANTONIO GRANDE Estocada (dos orejas)
ROBERTO MARTÍN JAROCHO Estocada baja que hace guardia, pinchazo y estocada (ovación).
Antonio Grande se asentó en el ruedo, le cogió el pulso y la medida a Junquero, una vez atemperado, y con él firmó los mejores pasajes de la tarde. Fue al natural, pasado el ecuador del trasteo. Antes no había encontrado acomodo, lo desarmó cuando aún no había logrado descifrar las claves que le pedía el pupilo de Arjona. Esperarle con la muleta abajo, por debajo de la pala del pitón, embeberle y dejarle meter mucho la cara en el engaño tirando de él de manera poderosa, exigente y larga. El poder del toreo en busca del tesoro que escondía. Cuando así lo hizo encontró el tesoro y apareció el premio gordo de la tarde. Fueron los muletazos que quedarán en el podio de la clase magistral de los antiguos de la Escuela taurina de Salamanca.
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También lo hará el templado y cadencioso inicio de faena de Damián Castaño a Florista, un jabonero de Valdeflores que, aunque lo pareció de inicio, no resultó sencillo. Aquel rítmico inicio no fue tal de ahí en adelante porque esa nobleza no permitió ni un fallo, no podía ver ni una ventana abierta y, al mínimo error, comprometía al torero. Cuando le alivió la embestida, cuando remató por alto, cuando dejó algún hueco entre el cuerpo y el engaño. No le pasó ni una. Castaño estuvo generoso con él.
La estocada de la tarde la protagonizó Mario Navas al sexto, Dadivoso, el novillo de más cuajo y entidad, con el hierro de Arjona, que sacó además carácter en su arduo comportamiento. Fue geniudo siempre y temperamental; Navas no se impuso ni se anticipó como pedía y eso hizo que se agriara cada vez más y resultara un toma y daca que el torero finiquitó de manera autoritaria. La rectitud con la que enfiló la suerte suprema, la contundencia y la seguridad con la que se tiró resultó otro de los pasajes de nota de la función. De aquel embroque salió empitonado y el torete, muerto sin puntilla.
El que más despacio toreó fue Jarocho, lo hizo todo así, de principio a fin. Y todo estuvo presidido por la elegancia. Jumillano, el novillo careto de Valrubio no podía con su alma. Le sobró el encuentro con el caballo y acusó una voltereta. Sin embargo escondía un formidable depósito de dulzura. Tanto mimo le dio el torero que logró asentarlo y gozarlo pasado el ecuador de su obra. Lo que parecía un quiero y no puedo acabó siendo una delicatessen por el trato exquisito que le dio. Administró el fondo de nobleza que sacó el novillo dentro de sus limitaciones. Si ese pedía tacto para acariciar las embestidas su hermano, el primero de Valdeflores, requería mando, poder y autoridad para imponerse a su encastado comportamiento. Fue vibrante y emotivo en todo. Pepe Luis Gallego lo trató sin terminar de meterse con él y aquello quedó en tierra de nadie. Demasiada e incómoda violencia sacó el de Arjona de Juan del Álamo que estuvo pundonoroso en un agitado pasaje.
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