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Conquistó Madrid de nuevo toreando de manera fantástica a un toro de Adolfo Martín de nombre Arenero, y ante Revoltoso, un toro artero, fiero, indómito y muy, muy peligroso, que se sabía que lo iba a coger se puso delante y arriesgó para demostrar que iba muy en serio. Damián Castaño dio un paso de gigante en Las Ventas de la que salió herido pero muy revalorizado y con el cartel al alza. Una grave cornada en el tercio superior y posterior del muslo izquierdo, con dos trayectorias: una hacia dentro de 15 cm. que bordea cara lateral de fémur y contusiona arteria femoral y otra hacia arriba de 10 cm. contusionando el isquion. Fue intervenido quirúrgicamente bajo anestesia general en la enfermería de la plaza de toros y trasladado después a la Clínica la Fraternidad de Madrid con pronóstico grave. Desde la propia Clínica de La Fraternidad Damián Castaño atiende la llamada de LA GACETA con la voz apagada, pausada pero feliz. Reconoce que no tiene dolores porque cada tres horas le suministran calmantes y que no ha pegado ojo en toda la noche. No ha habido fiebre, que es una buena noticia. La cornada, la operación, el traslado, el hospital y la liberación dela tensión y la adrenalina contenida ante una cita que era especial y extraordinaria por todo desde que salió anunciada hace mes y medio. La expectación se vio reflejada en las casi 15 mil personas que se dieron cita en Las Ventas y el casi medio millar que se trasladó desde Salamanca.
«Sabía que me iba a coger, pero me tenía que poner donde me puse para poner en valor la tarde», reconoce Damián Castaño apenas catorce horas después del percance: «Cuando me llevaban a la enfermería iba tremendamente dolorido, era un dolor muy muy intenso, pero iba feliz», recuerda el torero que se sintió triunfador en la batalla tras una de las actuaciones más serias y contundentes de su vida. La de mayor repercusión sin duda. La entrega ha sido constante en toda su carrera. «Los olés de esa plaza llegan al alma», recuerda Damián Castaño desde la cama del hospital, donde aún los saborea. «El primero fue un gran toro, aunque tampoco sencillo, había que tragarle mucho en el primer muletazo, en el que se me venía por la espinilla, aunque luego dejándosela en la cara lo pude disfrutar una barbaridad. Fue un gran toro», repite. Era Arenero, le tenía cortada una oreja muy larga. Un pinchazo se antepuso en el camino triunfal.
Revoltoso fue una presa. Un cabrón, vamos. «En el capote ya lo vi que iba a ser muy complicado... pero había que hacer el esfuerzo, dar la cara y jugarme la vida como lo hice. Madrid me pudo ver en mis dos versiones. Y eso creo que lo conseguí». Confiesa desde el hospital que la repercusión ha sido importante: «Anoche mismo llamó al empresa de Madrid para interesarse y darnos la enhorabuena por la tarde; y creo que va a ser importante para otras ferias en las que estábamos en conversaciones y puede ser importante para poder cerrarlas», adelanta.
«La pena fue la espada. Me fui contento con todo lo que hice menos con la espada», se lamenta el torero, que le privó de pasear un trofeo. «Aún así, creo que ha sido un paso adelante, otras tardes saliendo a hombros e incluso cortando orejas no me fui tan feliz y satisfecho como con esta, aún con la cornada sufrida, el dolor y el paso por el hospital», concluye. La de ayer en Madrid es la cuarta cornada de su carrera.
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