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Natural de El Mene a Pulgarcito, el quinto novillo de Palla. CIRCUITO CYL
Naturales que valen una corona

Naturales que valen una corona

El Mene se alza como triunfador del Circuito de Novilleros de Castilla y León tras una arrolladora actuación en la final de Alba de Tormes, donde encandiló por su buen toreo y su capacidad ante dos astados de Antonio Palla, de diferente condición.Cortó tres orejas sin dejar dudas a los miembros del jurado

Javier Lorenzo

Salamanca

Domingo, 13 de octubre 2024, 22:35

LA FICHA

  • Final de la 4ª edición del Circuito de Novilladas de Castilla y León. Lleno.

  • GANADERÍA NOVILLOS DE ANTONIO PALLA Serios y de buena presencia; noble el mansote 1º; bravo y bueno el encastado 2º; rebrincado el 3º, que fue a menos; orientado y de corto recorrido el 4º; noble el flojo 5º; el 6º fue devuelto al partirse un pitón por la cepa en un derrote con el burladero de salida. El sobrero de La Glorieta, geniudo.

  • DIESTROS

  • DANIEL MEDINA FRAMBUESA Y ORO Pinchazo y estocada fulminante (vuelta al ruedo); y estocada contraria, baja y perpendicular, media fea y atravesada (saludos tras aviso).

  • EL MENE CELESTE Y ORO Estocada (dos orejas); y estocada muy trasera defectuosa (oreja).

  • PEDRO ANDRÉS BLANCO Y PLATA Estocada (oreja); y atravesada que asoma y estocada (vuelta al ruedo).

Una tanda de naturales de mano baja, vertical y erguida la figura, muy reunido, con el compás muy poco abierto, jugando de manera fantástica los vuelos de la muleta y enroscándose a la cintura a Pulgarcito, el frágil quinto novillo de Antonio Palla, fue el suceso de la final del Circuito de Novilleros de Castilla y León. El pasaje más caro de la tarde. Aquella serie culminó con una fea voltereta propia del abandono de la figura y puede que del éxtasis del momento. Esa tanda por sí sola valió el título. Lo que pasa que a esas alturas El Mene ya había hecho méritos más que suficientes para escribir su nombre en el palmarés del Circuito. El corona ya era suya. Porque pronto había marcado las diferencias en el segundo de la tarde. Otra tanda muy de frente, con la mano izquierda también, sirvió de epílogo y para hacer brotar los olés más sinceros y rotundos de la función. Lo que son las cosas, el pupilo de Palla se estuvo cayendo toda la lidia y, en ese pasaje final, con una estocada defectuosa, por trasera y contraria, defendió su muerte hasta el final con la fortaleza de la bravura. Hasta tres volteretas se había dado ese astado colorado de Palla antes de comenzar los últimos diez minutos de su vida. Donde llegó otra de las claves de la tarde y del triunfo de El Mene. La suavidad en el inicio del trasteo y una tanda después con la franela a media altura, aliviando las embestidas al final levantándole el engaño y perdiéndole tres pasos en cada muletazo, sirvió para sostenerlo, sujetarlo y afianzarlo, para darle confianza a su tambaleante condición. Fue trascendental también para que el torero descubriera el tesoro de la nobleza que escondía, cogida entre alfileres, y la saboreara en esas dos tandas que resultaron prodigiosas, también por su aguante, por lo despacio que lo toreó. Por el ajuste de los embroques y por el trazo de todos y cada uno de los muletazos que abrochó con soberbios pases de pecho.

El Mene había puesto ya la plaza en ebullición en su primer novillo. Le firmó un excelente saludo a la verónica a un Sonajero con el que despertó la tarde y anunció su buena nueva. Lo remató con media de rodillas que hizo que la plaza se levantara como un resorte. La atronadora ovación daba continuidad a la que había recibido el astado de salida por su irreprochable presencia, estrecho de sienes y veleto de cuerna, y cuajado en su conjunto. Recibió un puyazo con fijeza y mantuvo su emotividad y vibración en banderillas. El Mene lo cuajó después a placer. Con inteligencia en todo, con calma siempre, con pureza en las formas. Los pectorales, rematados siempre al hombro contrario, ya había cautivado entonces. Le había costado al principio cogerle el pulso para templar y mimar aquella efervescencia de cada embestida, sabrosas todas, pero necesitan la clave de tomarle su altura y su distancia. Por el izquierdo se quedaba más corto y, sin embargo, ahí enseñó su valor para tragarle y llevarlo por donde no quería ir. Todo tuvo sabor, aplomo y torería. Seguridad también. Vio toro por todos los lados. Los ayudados por alto finales del epílogo tuvieron enjundia, cogiendo el engaño con las yemas de los dedos y sintiendo el toreo.

Suya fue la tarde, como suyo había sido el camino por el Circuito. Daniel Medina dejó retazos de su gusto y su torería. En el primero se excedió en el metraje de la faena y en el cuarto, Avispado, al que quiso torear muy bien con manos muy bajas, le atacó y recortó demasiado en el inicio y ese abuso lo pagó caro en la faena. Por eso tuvo que pulirle los defectos, eso resolviéndolo con dominio y facilidad, pero sin brillo.

Pedro Andrés fue todo voluntad, ganas y entrega. Ahí se quedó. Recibió a porta gayola a los tres novillos que tuvo que parar (porque el segundo se partió un pitón de salida y fue devuelto). En este aguantó las miradas y le faltó mando para imponerse a unas acometidas que se fueron agriando. Porfió a la tremenda y se libró porque el novillo le perdonó en más de una ocasión. Dos volteretas le pegó el sobrero de La Glorieta, con el que hizo de la violencia de sus formas más violencia en la amarga condición de su oponente. Eso sí derrochó actitud, ganas y pasión. Antes y después el Circuito ya tenía un nombre.

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