Excelente natural de Marco Pérez al novillo Despierto, al que desorejó en Istres (Francia)

Marco Pérez, naturales de futuro

El salmantino cuaja un espléndido toreo con la mano izquierda que le sirvió para desorejar al tercer astado en su triunfal debut con picadores en Istres (Francia) que saldó con tres orejas coronando a hombros su primera gran cima

Domingo, 15 de octubre 2023, 19:32

La Ficha

  • PLAZA DE TOROS DE ISTRES (FRANCIA) Lleno de no hay billetes en los tendidos (unos 3.000 espectadores) en tarde soleada pero con molesto y muy incómodo viento durante todo el festejo.

  • GANADERÍA 4 NOVILLOS DE GALLÓN. De armónicas y cómodas hechuras. Noble pero sin terminar de rematar los muletazos, rebrincado y dificultoso el 1º; noble pero apagado el 2º con las fuerza sal límite; con calidad que fue a más el 3º, de nombre Despierto, que fue premiado con la vuelta al ruedo; deslucido, apagado y agarrado al suelo el 4º.

  • DIESTRO

  • Marco Pérez. (Celeste y oro) Cinco pinchazos y estocada casi entera con un descabello (ovación con saludos tras aviso); pinchazo y gran estocada (oreja); gran estocada;(dos orejas); y media estocada trasera y tendida con seis descabellos (silencio tras aviso)

El momento efervescente de la tarde llegó desde la faena de muleta al tercero hasta el saludo capotero del cuarto. Fue cuando Marco Pérez se lanzó sin red, cuando puso su mejor toreo y cuando se sintió el rey del mundo. A Despierto, el tercero ... de Gallón, lo cuajó de manera fabulosa al natural, pasado el ecuador del trasteo. Hasta entonces solo había podido sobarlo, consentirlo, engatusarlo con la derecha en los primeros compases en los que el astado jamás acudió entregado, donde siempre salió con la cara alta y donde le faltó transmisión y entrega. Sin embargo, en los remates por pitón cambiado descubrió el tesoro y lo amarró con fuerza cuando se echó la muleta a la mano izquierda. Ahí se agigantó Marco Pérez, ahí se hizo grande. Cuajó verdaderos monumentos al natural, en los que el temple, el mando, el dominio se hicieron presentes en pasajes de gran asiento en los que toreó más despacio que nunca y donde buscó siempre las líneas curvas de todos y cada uno de los muletazos que tuvieron valor eterno. Los acordes de la Concha Flamenca presidieron una faena soberbia, pese a que una vez encontrada la virtud al pupilo de Gallón no le dio continuidad por ahí e intercaló el toreo a derechas que no alcanzó la misma intensidad. Sin embargo, se impusieron los naturales y le llevaron a un arrebatado final en el que, embalado, le llevó a tirarse con una gran rectitud con la espada en busca de la suerte suprema. Ahí rubricó la estocada de la tarde que dio más categoría todavía a un triunfo legítimo que pone en valor al nuevo milagro del toreo.

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Lanzado, con el triunfo y la puerta grande en la mano, se fue a la puerta de chiqueros a recibir al cuarto. Detalle de ambición. De arrojo, de grandeza y de querer el mando. La imagen de su enjuta figura de rodillas a la espera de la incertidumbre del cuarto pasaje lo decía todo. De ahí salió indemne. De ahí salió vencedor. Heróico y, erguido ya, cuajó un rotundo, enfibrado y autoritario saludo a la verónica que tuvo una gran rotundidad, brillantez y belleza. Autoridad también. Era este cuarto el novillo de más cuajo y entidad del encierro. Y también en el que estaban depositadas las ilusiones para poner el perfecto broche. Era el de mejores hechuras también. Sin embargo, el capricho del destino dijo que no. Se amarró al suelo el de Gallon y no quiso pelea. Le faltó entrega y se apagó con estrépito. A la defensiva siempre y sin acudir convencido no remató con entrega el recorrido entero en ningún muletazo. Marco peleó aquí más que nunca contra novillo y contra el viento —su gran enemigo en toda la función— que sopló más fuerte que nunca. Ni se aburrió ni desesperó el torero y trató de darle forma a una obra de largo metraje en la que todo lo puso él, le buscó las vueltas por aquí y por allí; y lo aderezó con toreo preñado de torería y gusto. La espada no entró y se embotó luego el descabello frenando la euforia que se había lanzado hacía cuarenta minutos. Arrastrado el novillo, se llevaron a Marco Pérez por la puerta grande.

A la tarde del debut le costó despegar. El conjunto fue de triunfo pero no de acontecimiento. Los dos primeros utreros no ayudaron y Marco, que pecó de correcto, tampoco terminó de lanzarse. Carpintero fue el del estreno y, sin complicaciones, no se lo puso fácil. Apagado y parado costó un mundo que entrara en marcha. Pese a su docilidad, se apagó aún más en la muleta donde le faltó fuelle, entrega y recorrido. Más seguro con la diestra que con la zurda buscó siempre el pitón contrario en muletazos con firmeza. Marco Pérez se había soltado, a medio gas aún, con el segundo al que quitó por ajustadas manoletinas iniciando la faena con un cambiado por la espalda en la boca de riego. Noble y sin fuerza el de Gallon, no tenía vida. El torero le firmó preciosos pasajes con la derecha, toreando templado y despacio poniéndole el ritmo que le faltaba a su oponente en pasajes ceñidos y de gran pureza. Le trató de dar forma con las mismas armas al natural por donde el torete no fue igual. La faena, inteligente siempre, estuvo plagada de recursos técnicos y brillante buscando ya las cercanías. Un pinchazo precedió al primer trofeo, que fue un bálsamo cuando ya asomaban los nervios de la ansiedad. El absurdo e innecesario descanso con la actuación flamenca dio paso a la explosión del conjunto, que tuvo al Mistral como impertinente enemigo, a la espada como principal alarma y al toreo por naturales como gran aliado.

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