Plaza de toros de Guijuelo. Sábado, 20 de abril de 2024 Lleno de «no hay billetes». Tarde soleada, primaveral y de muy buena temperatura
GANADERÍA Novillos, por este orden de El Capea, noble y con carácter; Domingo Hernández, bravo y de excelente condición; el tercero de Puerto de San Lorenzo, manso geniudo; y Casasola, encastado y con poder.
DIESTRO
MARCO PÉREZ CELESTE Y ORO En solitario Pinchazo, estocada y tres descabello (ovación); estocada tendida (dos orejas); estocada (dos orejas); y cuatro pinchazos y estocada casi entera con cuatro descabellos (silencio).
La tarde no terminó de explotar pese al derroche de entrega de Marco Pérez. No siempre valorada o no siempre entendida. Una tarde de valor también. Dos claves, solo uno de los cuatro novillos rompió y se entregó como se esperaba, el segundo de Domingo Hernández. Y lo inesperado, lo que se preveía como una fiesta a favor de Marco Pérez no fue tal. El público que abarrotó los tendidos —y otra plaza que se hubiera puesto— midió y vivió como en la distancia la actuación del torero. Como esperándole, sin acabar de entrar en las faenas. Ni en la más superficial ante el primero de Capea, en la que le costó soltar los nervios, que pilló a contrapié aún al torero ante un novillo con demasiadas teclas que que tocar (pedía esperarle mucho, dejarle meter la cara y consentirle primero para exigirle después y extraer el fondo que escondía).
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Tampoco en la segunda de Domingo Hernández, con Bohemio, que fue un novillo de preciosas hechuras y el que más y con mejor franqueza embistió de los cuatro. Aquí Marco tampoco sintió el calor del tendido, al que sí dio razones para entrar y no lo hicieorn como se mereció. Las dos lidias del tercero y del cuarto resultaron más farragosas. No se aburrió Marco con el mansote y geniudo del Puerto de San Lorenzo, en una faena, como las tres restantes, muy larga, que recorrió gran parte de la plaza ante el renuncio evidente del astado de Lorenzo Fraile, que fue aflojando en violencia pero no ganó ni en entrega ni en clase.
Lo volvió loco Marco Pérez, por aquí y por allí, y terminó rendido en la puerta de chiqueros. En un ¡ay¡ se vivió el cuarto capítulo: en otra demostración de entrega pero todo mucho más farragoso. Sin embargo, no se dejó nada dentro, con las cuatro orejas en el esportón, Marco Pérez se fue a la puerta de chiqueros a recibir a Inspector, el pupilo de Casasola. Fue este utrero el de más cuajo y ofensivo de la tarde. De serias hechuras, amplio frontal y cornidelantero, casi se lleva por delante al joven torero en la larga cambiada de hinojos ante el portón de salida.
Libró el envite pero se llevó un pezuñazo en la rodilla que le dejó renqueante. Con el castigo justo en varas, llegó violento y temperamental a la muleta. No parecieron los estatuarios por alto la mejor fórmula para tratar aquella violencia. Jugó Marco a la ruleta rusa y los pitones rozaron la banda de la taleguilla. Saltaron chispas. Le pudo en las dos siguientes series a derechas e Inspector ya no fue nadie. La desordenada faena, amontonada, a veces, murió entre un rosario de pinchazos que silenciaron el final dejando una sensación extraña. Todo ello en un festejo en el que el punto álgido estuvo en el segundo capítulo, con un Bohemio que fue el único que estuvo a la altura. Con un farol de rodillas saludó Marco Pérez a este de Domingo Hernández; quitó después por tafalleras y cordobinas (también lo hizo antes y después por chicuelinas, delantales y navarras). Con las dos rodillas en tierra encendió un farol en los mismos medios, para seguir de hinojos a media altura y rematar con un templadísimo cambio de mano.
De excelente calidad, nobleza y entrega el novillo de Domingo Hernández. Más ajustado y suelto el torero ya en este envite, apareció también la virtud del temple y el mayor ajuste de toda la tarde. Fue el pasaje de más compromiso, lanzado ya sin red a partir de aquel momento yéndose a por todas. No se guardó nada, en realidad no lo hizo en toda la tarde, aunque no siempre llegara arriba. Aquí sí pasó esa barrera entre el ruedo y el tendido. Una barrera que pareció más alta de lo previsible. No se esperaba esa frialdad para lo que se suponía una fiesta de bienvenida en casa.
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