![Juli, hasta cuando quieras...](https://s1.ppllstatics.com/lagacetadesalamanca/www/multimedia/2023/10/01/juli-despedida-kM8G-U1091761117338H-1200x840@Gaceta%20Salamanca.jpg)
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LA MAESTRANZA Tercer festejo de la feria de San Miguel. Lleno de «no hay billetes».
GANADERÍA Toros de Garcigrande (Justo Hernández), de correcta presencia y de juego descastado, casi todos rajándose o desfondándose en el último tercio, aunque el tercero, el mejor del sexteto, desarrolló calidad hasta que se fue a tablas.
DIESTROS
El Juli. Corinto y oro Pinchazo, media estocada trasera atravesada y seis descabellos (silencio); estocada caída trasera (oreja con petición de la segunda).
Sebastián Castella. Marino y oro Estocada caída muy trasera (ovación); estocada tendida (silencio).
Daniel Luque. Verde y oro Estocada trasera desprendida (dos orejas); estocada trasera desprendida (ovación tras petición de oreja).
Había firmado una brega primorosa Álvaro Montes durante un complicado tercio de banderillas, cerrado con categoría suprema por Fernando Sánchez, cuando se hizo de nuevo el silencio en La Maestranza tras la efervescencia que unía esa ovación con la de despedida a El Juli, dispuesto ... a brindar el último toro de su vida. Y del silencio brotó el pasodoble Suspiros de España sin que el torero se hubiera abierto de muleta.
Honores de reconocimiento. Era el homenaje de Sevilla, y del toreo, a El Juli, con la sensibilidad a flor de piel que añoraba ya a un torero que saboreaba su último aliento en el ruedo. Ratificó en La Maestranza su grandeza hasta el último ademán como ha hecho cada día en este último cuarto de siglo sin descanso ni tregua. A ese Saleroso de Garcigrande se fue a recibirlo a porta gayola, con la parroquia rendida al gesto, la raza eterna que explicaba su hegemonía en la fiesta. Después, un saludo cadencioso a la verónica y una explosión incontenida hacía temblar los pilares de La Maestranza. El toro de Garcigrande tenía nobleza, pero le faltaba un punto.
Quería pero no remataba mientras el público casi empujaba cada acometida al tiempo que El Juli trataba de alargarlas. La faena fue todo un muestrario de técnica y recursos. Tuvo muletazos bellísimos, le faltó continuidad para materializar y arrebatar un triunfo que todo el mundo deseaba y no llegó a tanto como parecía casi escrito. A El Juli no le pudo
esa ansiedad y, a base de paciencia y de pulso, iba apurando cada suspiro. El lote de la ganadería de su vida no le regaló nada, su primero, agarrado al suelo, no tuvo un pase. Es más fue el menos agraciado de un sorteo que le ofreció a Castella un toro de éxito, el segundo, emotivo y vibrante hasta que se rajó y echó el freno de mano hasta el último estertor. A este Luque le había cuajado de manera soberbia un majestuoso quite a la verónica. La tarde de la despedida de El Juli fue la de la confirmación de que el de Gerena quiere el mando. No hay nadie en el escalafón ni más capaz ni mejor torero que él.
Y así lo desmostró cuajando a placer a un Titiritero con el que estuvo templado, con un gusto exquisito, toreando muy despacio y haciendo que los vuelos del engaño bailaran como alas de mariposa sobre el albero maestrante. Su actuación resultó una delicia. Y como la tarde era suya tras arrebatársela al gran protagonista se terminó inventando otra faena al sexto, manso y deslucido, al que no le quedó otro remedio que embestir, solo por el pitón derecho, eso sí; tras un derroche de autoridad y mando. El palco le robó la Puerta del Príncipe, por la que también se negó a que le sacaran El Juli.
La plaza, llena de toreros para acompañarle en tarde histórica, tardó en reaccionar tras arrastrar al sexto y cuando se quisieron dar cuenta, El Juli ya había deshecho andando el último paseíllo de su vida mientras ni un solo espectador que abarrotó la plaza había abandonado su asiento para verle salir a hombros. No fue tal. El Juli no quiso ni un solo regalo la tarde de su adiós.
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