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Este Juan Ortega no torea mucho, verdad? Es la pregunta que surge en conversaciones con quienes, ajenos a la actualidad taurina, ya saben de la existencia de un torero que ha dejado a su prometida plantada a solo media hora de la ceremonia. «El torero ... este ha vuelto con la chica...» dicen incluso con cierto tono de desprecio. El torero este tiene un nombre y a aquella pregunta es fácil contestar de forma contundente: Juan Ortega es uno de los diestros que mejor ejecutan el toreo del escalafón del momento. No hay ninguno hoy en día que toreé mejor que él con el capote, si acaso alguno le puede igualar. Pero no es un torero famoso ni es de los que más torea, ni tampoco un imprescindible de cada feria, es verdad. No hay duda. Contradicciones del toreo que no tienen explicación. Eso, si no entienden los aficionados, figurensé los que pisan los tendidos ocasionalmente, que son la mayoría. El toreo sufre una deserción de la sociedad en la que convive hasta que suceden lejos del ruedo historias como esta. Tanto que los integrantes del escalafón son unos perfectos desconocidos para el mundo.
Uno de los grandes sucesos del periodismo del corazón en esta última parte del año ha puesto a Juan Ortega en el mapa. Ju-an-Or-te-ga... así se llama «el torero» al que se refieren hoy en los corrillos de marujeo como si no hubiera otro más. Ya le conoce todo el mundo, aunque no sepan quién es. Diez días después de la espantada de Jerez de la Frontera, se sigue hablando de Juan Ortega en las radios, en las televisiones y en las revistas del famoseo, en los patios de vecinos y se hablará en la cena de Nochebuena y en la comida de Navidad. Sin embargo, quien crea que esta huida a ninguna parte es una maniobra del sevillano para relanzar su carrera taurina y tener publicidad gratuita, no saben que aquí la gloria y la fama se ganan delante del toro. Y este no solo hiere sino que también mata. Algo tan serio como para frivolizar y mofarse de quien es capaz de hacer algo que está solo al alcance de los elegidos.
Hoy los del cuore, andan desesperados inventando historias a su alrededor y desaforados en busca del torero y la frustrada prometida sin que ninguno por el momento haya entrado al juego. Los hay atrevidos que condenan sin pudor lo que hizo el torero y los hay que aprovechan para aconsejarle y decirles cómo y de qué manera tenían que actuar a la hora de afrontar una de las decisiones más importantes de su vida. Se atreven a hacer previsiones de lo que se puede y no hacer con el dinero que le habría costado la repentina fuga. Minutos en radio y televisión, páginas y páginas en medios impresos que ni por asomo le dieron un segundo ni prestaron atención al torero en cualquiera de los días en los que los se enfundó el traje de luces los últimos años, ni cuando estaba en el anonimato, ni cuando comenzó a destacar tras la pandemia ni cuando se ratificó al mundo como un torero excelso en Linares ni cuando paró el tiempo a la verónica la tarde del rabo de Morante. Jamás le echaron cuentas. Ahora sí, ahora todos hablan de Juan Ortega en busca de la carroña tras tomar una decisión injustificable, controvertida y personal.
En toreo aparece en esos medios solo en casos de desgracias y en busca del morbo. En situaciones como esta, mientras se le ningunea el resto del año. Hoy más que nunca. El toreo apenas tiene presencia en los medios, pese a ser el segundo espectáculo de masas del país, pese a una relevancia que no vamos a enumerar por enesima vez. El toreo no tiene que estar justificándose día tras día. El toreo existe incluso cuando Ortega decide no casarse, pero de eso no informan, ni lo critican, ni lo cuentan.
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