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El toreo vive sin premios

Miércoles, 13 de noviembre 2024, 09:41

SEIS meses después de que Urtasun fulminase, con el beneplácito de su jefe y por regocijo propio, el premio Nacional de Tauromaquia, el galardón más importante de cuantos se conceden en la temporada, pone fin a su orfandad gracias al rescate del Senado en colaboración de la Fundación del Toro de Lidia, que se hacen cargo de él a partir de estos momentos. El ministro de Cultura volverá a mirar a otro lado ante este quite a la tauromaquia de quienes no se avergüenzan del toreo como uno de los símbolos y emblemas del país. La vida sigue, las plazas siguieron llenándose, las escuelas taurinas volvieron a colgar el «no hay billetes», los ganaderos siguen poniendo al alza la excelencia de la bravura, continuaron naciendo toros bravos en el campo y los aficionados siguieron llenando las plazas de toros. Se retiró El Juli y brotaron nuevas alternativas de valores que siguen haciendo creer y confiar en el toreo. En la Fiesta y en su espectáculo. En todo este tiempo, ni el Gobierno ni el no menos antitaurino ministro de Cultura hicieron nada por la tauromaquia más allá de tratar de poner palos a las ruedas para reventarla. Ni pudieron entonces ni han podido ahora. La televisión pública que ellos mangonean sigue sin retransmitir una sola corrida de toros. Aunque ninguno de ellos haya aparecido por un tendido, aunque no hagan falta subvenciones que no inyectan en este espectáculo ni tampoco que tengan una idea feliz en torno a él, el toreo siguió por su camino y su última ofensiva no sirvió para nada más que para fortalecer, unir y hacer reaccionar, tímidamente eso sí, un sector que por norma viaja como pollo sin cabeza, sin unión, sin estructura, y sin un registro claro que vertebre la unidad del espectáculo más allá de las necesidades, gustos, preferencias e intereses de cada uno de sus protagonistas.

Aún así, en plena debilidad, con las graves consecuencias que pudo ocasionar un terrible pasaje como el de la pandemia, el Gobierno no pudo con la tauromaquia a la que lo peor que le puede pasar es que se politice. El toreo no es de partidos, pertenece al pueblo. El pañuelo y el olé de un aficionado en un tendido vale igual sea de izquierdas, de derechas o apolítico. Como la forma de emocionarse, de sensibilizarse y despertar los sentimientos. A nadie se le pregunta su afiliación política cuando saca una entrada o se sienta en su asiento con el único propósito de emocionarse. La pataleta del premio de Sánchez y su banderillero Urtasun apenas ha servido de nada más que para hacer un nuevo ridículo de su amplio historial.

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