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Rafael de Julia, en Las Ventas, el pasado mes de septiembre. PLAZA 1
La penúltima oportunidad de Rafael de Julia
ENTRE BARRERAS

La penúltima oportunidad de Rafael de Julia

Lunes, 7 de abril 2025, 18:53

A Rafael de Julia se le fundieron los plomos ante los torazos de Adolfo Martín. Desde el primer capotazo estampado en la cara de Pastelero brotó la duda de que aquel día pasaba algo extraño, la limitación física parecía poco respecto al bloqueo mental que se hizo palpable después y terminó convirtiendo la tarde en un quinario. Era más grave que un simple fracaso taurino. Dejó mal cuerpo a más de uno en el tendido, era una imagen dramática por inusual hoy en un ruedo. Una imagen dolorosa.

De Julia fue la diana de las iras de no pocos en las redes donde todo se vomita sin pudor ni vergüenza de aquellos que además no tienen paciencia y estaban ávidos ante el fracaso sin saber valorar la situación personal de un torero que, por desconocida para todos, no dejaba de ser evidente. No había necesidad de ponerle nombre a una enfermedad que, quince días después, el propio torero ha tenido el valor de comunicar públicamente. La enfermedad da igual cual sea. Lo que importa ahora, por encima de todo, es recuperar primero al hombre, que debe estar por delante del torero. No hay que apelar a la pena que ni quiere ni la va a dar jamás. Hay que valorar el gesto de hombría de Rafael, desde la humildad del torero humilde y modesto, de enseñarse al mundo igual que se hizo cuando Morante de la Puebla, con el mismo valor, reconoció públicamente una situación crítica con la honestidad y la humildad de los más grandes. Y todos lo aplaudimos como uno de los mayores triunfos de su vida. Que lo es.

Rafael de Julia había puesto de nuevo la primera piedra en un camino que se presentía feliz, aunque su mundo interior lo devoraba por dentro. En septiembre se reveló con la pureza del toreo más clásico, de la elegancia y el sabor de los antiguos, enarbolando la bandera de un toreo que se pierde, pero que no pasa de moda y solo está al alcance de los elegidos. Rafael de Julia tiene ese don. Como hombre y como torero. El de la torería, la entrega, la personalidad y la verdad. El del toreo más puro, el de la esencia. Esa baza aún la tiene porque su compromiso y verdad con la profesión fue, es y será innato a quien sabe y siente la profesión como una parte de su vida. Por eso hay que esperar a Rafael de Julia y pensar que la fabulosa imagen que dio hace seis meses en Madrid algún día volverá a tener continuidad.

A aquel recuerdo nos aferramos, ahora que los valores del torero saldrán al rescate para tirar y salvar al hombre en el momento más crítico de su vida. En busca de recuperar la sonrisa. Y cuando la tenga, ojalá que el toreo se acuerde y le devuelva la penúltima oportunidad tenía en su mano y saltó por los aires: ese 2 de mayo en Las Ventas de sus sueños. El toreo debe ser sensible con los valientes. Y Rafael la merecerá siempre, no para demostrar lo buen torero que es, que ya lo sabemos, sino para disfrutarlo.

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