En la semana de los fastos del 83 cumpleaños del maestro Paco Camino cayó en mis manos la faena del genial torero de Camas al toro Traguito, un toro berrendo aparejado de la ganadería de Santo Domingo, en la Monumental del México. Un derroche de ... talento, de torería, de temple, de inteligencia y, sobre todo, de maravillosa pasión en unos tendidos abarrotados de aficionados, ante un animal huidizo pero sin malas ideas al que terminó cuajando una de las faenas más intensas y emotivas de su vida. El toreo de otros tiempos vivido con la pasión de otros tiempos. Añorado, sí; y no por ello ni mejor ni peor, pero sí diferente. La pasión es la clave, la palabra que distingue ambas épocas del toreo, de un tiempo a esta parte. De ayer a hoy. Pasión para protagonizar, para vivir y para sentir un trasteo fabuloso de un espada entregado y de un público totalmente encandilado a quien apodaron el Niño Sabio de Camas. Le aclamaron durante una faena que fue creciendo en expresión y en rotundidad a medida que avanzaba y al que terminaron por no dejar salir de la plaza. Casi fue así. Hasta ¡siete! vueltas al ruedo le obligaron a dar una vez terminado el festejo, con en el redondel ya abarrotado de espectadores que llevaban en volandas al genial torero, que lo subían, que lo bajaban sin descanso... Aficionados que incluso llegaron a robarle algunos segundos a aquel festejo. Es curioso ver como, tras la estocada y con el toro tumbado ya en la arena, pero vivo todavía y sin apuntillar, ya eran docenas los entusiastas aficionados aztecas los que habían saltado al ruedo para izar en hombros al maestro. Y así lo rodearon y se lo llevaron como un auténtico ídolo camino de la gloria en la que ya había entrado con aquella actuación memorable y apasionada.

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Pasión para torear la que era entonces una de las figuras a batir de aquellas décadas;y que después se ratificó como una de las referencias del toreo de todos los tiempos. Ypasión, al mismo tiempo, para vivir y sentir esas actuaciones en los tendidos. Pasión por el toreo, que llevaba a este arte a ser uno de los principales espectáculos del momento. El toreo vivido en y con efervescencia. El toreo en su mejor ejemplo y manifestación para demostrar su grandeza. El torero como ídolo y referente del pueblo, admirado e incluso venerado. Todas esas cosas transmiten aquellas imágenes en blanco y negro.

Una pasión que se echa en falta hoy en los ruedos y en el desarrollo de una temporada ya en color y que vivimos en directo y almomento a través de unas redes sociales que antes no existían. Sin embargo, las noticias iban de boca en boca con la misma velocidad y se magnificaban por la ausencia de unas imágenes que hoy nos desbordan. Aquella rivalidad entre los toreros hoy ha pasado a un segundo plano, o al menos no lo es tan latente como se vivía entonces cuando hacía que los partidaros de uno y otro torero los defendieran, en la plaza y fuera de ella, con verdadera autoridad y también con el orgullo de ser su partidario.

Hoy el toreo lleva otro camino bien diferente. Se ha perdido la rivalidad, la variedad —en el toro y en los toreros— y esa pasión y entrega de los protagonistas con la que entonces se alimentaba el toreo, dándole vida y haciéndole latir con la autoridad y la vitalidad, se echa en falta.

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