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Javier Lorenzo
Martes, 21 de mayo 2024, 22:33
Plaza de toros de Las Ventas de Madrid. Martes, 21 de mayo de 2024. Tarde entoldada, con 17.951 espectadores en los tendidos del coso.
GANADERÍA 6 novillos de Fuente Ymbro (Ricardo Gallardo) encierro encastado y correoso en conjunto. Con violencia el 1º; desarrolló genio el 2º; flojo el 3º que fue devuelto; encastado el jabonero 4º y poderoso el genuido 5º y temperamental el 6º. Y un sobrero de Villanueva (3º bis), cambiante y con temperamento encastado.
DIESTROS
ALEJANDRO PEÑARANDA. Gris y oro Pinchazo y estocada (palmas que recoge desde el callejón tras aviso); y estocada (oreja tras aviso).
ISMAEL MARTÍN. Grana y oro Estocada baja (silencio); y estocada (oreja).
JAROCHO. Nazareno y oro Estocada casi entera tendida (vuelta al ruedo tras aviso); y estocada atravesada (dos orejas tras aviso).
El yin y el yang son dos conceptos del taoísmo, que representan y refieren a las dos fuerzas opuestas, complementarias e interconectadas. Así transcurre la carrera de Ismael Martín. Y así fue su tarde en Las Ventas. Las ganas le pudieron a la cabeza y a los resultados en su primer envite, en el que quiso más que pudo, enfangado entre el genio desatado de un novillo que no supo dominar a base de arrestos. Esa imagen escabrosa cambió en el quinto. Igual de dispuesto pero más despejado de ideas, igual de valiente pero más ordenado; igual de convencido pero más asentado. Una imagen distinta, basado en la raza, en la entrega y en el valor para saber cruzar la línea en el momento clave de su vida, al borde de la bocina.
Lo hizo justo antes de que se produjera la gran sorpresa de la feria: el lanzamiento a lo grande Jorocho, que cortó las dos orejas al encastado y poderoso sexto, toreando con verdad, asiento, entrega y torería a un astado al que sometió y engatusó con un maravilloso toreo al natural, en el que la paciencia, la ciencia y la entrega las fusionó para realizar una obra grande que convulsionó Las Ventas que se entregó sin reservas. Tuvo la virtud de torear despacio, de acariciar las embestidas. De ofrecerle toda la pureza de la verdad más absoluta: citó con el pecho por delante, con las puntas de las zapatillas de frente a los pitones, ofreció la tela roja con una suavidad exquisita y ahí, con ese cite de terciopelo dominó, pudo y cuajó una faena que se fue disparando hasta poner la plaza en pie. Se tiró a matar o morir, salió Iluminado rodado del envite y Jarocho lanzado a la gloria.
Lo de Ismael Martín llegó por otro palo. No fue una faena de poderoso toreo artista como la de Jarocho pero se asentó en la verdad de la interpretación pura lograda a puro huevo. Labrada a base de una exposición sin límites y buscada a conciencia apretando un huevo contra otro para imponerse a la ardua condición de un astado que, como su primero, salió del del caballo sin apenas castigo. Eso y la indómita condición, el genio y la casta que desarrolló la novillada, no hicieron fácil aquella empresa.
En este novillo Ismael Martín salvó su honor banderillero en un tercio vibrante en el que se fue superando en cada par. Lanzado y sin red, con un farol de rodillas empezó en el tercio para continuar de hinojos en una meritoria serie, de valor, arrestos, entrega, arrestos y buen trazo. Tuvo su eco en el tendido. En cuanto le alivió en un pase de pecho se quedó al descubierto, le pegó un gañafón en el que Jarrero le demostró al de Cantalpino que no permitía ni un fallo y ni un alivio. Exigía mando y poder un novillo crudo. Optó por darle distancia. Por ese pitón izquierdo por el que lo intentaba se quedaba más corto aún, y sin entrega reponía los muletazos volviéndose sobre las manos en busca de la presa. Valeroso y capaz. Despejó los nubarrones de su primero. Buscó ahí el pitón contrario, exigió a su oponente y cruzó la línea para imponerse al arisco e incierto novillo. Cerró por bernadinas jugando a la ruleta rusa para tirarse a matar con verdad y entrega. Valor sin cuentos, que tiró al novillo sin puntilla. Y paseó una oreja de las que queman. Bien ganada. Sudada y merecida.
Alejandro Peñaranda firmó una tarde seria. Pronto encontró la altura y la distancia con la diestra para lograr con la izquierda, los más rotundo. En esa cima no logró mantener la faena. Tuvo emoción el cuarto que respondió con intensidad cuando le exigió con la muleta baja. Por esa violencia se lo echó a los lomos tirándole varias cornadas en el aire de las que se libró de milagro. Repuesto del palizón toreó muy bien al natural, en muletazos largos de mano baja, meritorios e intensos, para matar con valor y verdad. Antes puso ya Jarocho las cartas sobre la mesa, ante un sobrero con el que brilló entre la mediocridad del animal. Era la antesala de lo grande que iba a llegar después.
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