De las diez últimas ferias (2013-2023) de La Glorieta, en las que se celebró el mismo número de festejos (6), no hubo ninguna en la que asomara tantas veces al tapete presidencial el pañuelo azul, con el que se premia a los toros bravos con la vuelta al ruedo en el arrastre. Ni en esas últimas diez, ni en las últimas cincuenta —tiempo en el que hubo ciclos de hasta diez festejos (de 1991 a 1995) en la mayor cifra de la más que centenaria historia del coso (1893)—. Ha sido este uno de los seriales de más toros bravos en La Glorieta, donde más allá de reivindicarse se produjo una verdadera explosión del toro del Campo Charro, que brilló con luz propia. Los cuatro astados (Madrileño de Vellosino, Palmero de Espioja y Caramelo y Ateo de García Jiménez) premiados con honores este año superan en la tabla a los tres de 2014 (Resistente de Pedraza y Almirón y Treinta y Cinco de Domingo Hernández). Aunque más allá de los premios, sin caer o no en la generosidad de presidencial, ha sido el efervescente nivel que ha demostrado el toro de Salamanca en las seis funciones del abono. En todas sin excepción los hubo para el recuerdo. En todas apareció un nivel deslumbrante, para llegar al espléndido y redondo nivel en la corrida concurso que puso el broche a un serial que fue un canto a la bravura. Hubo un excelente nivel y variedad de juegos para satisfacer los gustos más dispares.
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La nobilísima y almibarada condición del encierro de Ángel Sánchez y Sánchez de rejones tuvo uno de bandera, Zapatero lidiado en segundo lugar, al que Sergio Galán cuajó una soberbia actuación y también un cuarto, Montecillo, que sacó las vergüenzas a Pablo Hermoso. Esta primera función tuvo el complemento de una extraordinaria novillada con la que debutó en La Glorieta Lorenzo Rodríguez 'Espioja'. Buena en su conjunto, se le dio la vuelta al ruedo a un Palmero incansable, noble y repetidor que tuvo un fondo de manso que no restó un ápice a su formidable comportamiento.
Fueron los aperitivos a los dos fines de semana antes de entrar en la competencia directa de las cuatro corridas de toros. Tres con encierros completos y una de seis en rivalidad ganadera. Siete divisas porque García Jiménez y El Puerto repitieron, en solitario y en la concurso. Muy noble, completa, interesante en su conjunto y cargada de matices, casi todos buenos la de los Hermanos Matilla que se fue con demasiadas orejas al desolladero; no las de Caramelo, uno de los grandes protagonistas al que desorejó Castella. Emotivo, codicioso y bravo, con un gran fondo, con una excelente duración y juego. No se quedó a la zaga Lorenzo Fraile, que pudo con todo y casi con todos. La variada condición de los astados criados en El Puerto de la Calderilla no quedó oculta en una tarde de molesto viento y, en la que sobresalió un bravo Carafina, cuarto de la función, serio en las hechuras y comportamiento, encastado, poderoso y con un distinguido pitón izquierdo al que no se le hizo justicia en el arrastre, entre otras cosas, porque Talavante tampoco se atrevió a abrir la caja de los truenos.
Entonces, a expensas de que se desvelara el misterio de la concurso, ya se había erigido como protagonista Madrileño, uno de los toros no solo del ciclo sino de la temporada. Un toro con unos pitones lamentables pero con un comportamiento inolvidable. Por bravo, poderoso, encastado, emotivo. Vibrante e incansable. Codicioso, fogoso, infatigable con un fondo inagotable que nunca se rindió, que se encontró con una muleta implacable de Perera. Aún así alternaron las victorias en cada tanda e incluso también en cada muletazo. Fue una batalla vibrante y bella que se quedará en la retina para siempre. Era el cuarto de la Feria, quedaban aún veinte toros más por salir en función mayor. Ninguno pudo con él.
Y eso que la corrida concurso resultó un espectáculo con un Cartuchero de El Puerto que resultó bravísimo en el caballo y sacó un excelente son y bondad en la muleta; salió un emotivo toro cinqueño —como Madrileño— de José Enrique Fraile de Valdefresno que resultó un espectáculo más que por lo que enseñó, que fue mucho, por lo que incluso se quedó sin ver. A Lirio, al que le afeó una fea manía de escarbar dejó en el recuerdo la forma de arrancarse desde los medios al caballo en el segundo encuentro y la profundidad y entrega de tres series por el derecho. Sacó una bondad exquisita un Jabalino de Carmen Lorenzo, de una nobleza extra que acometió con entrega supina casi al ralentí. Antes despertó interés un Enrollado de Garcigrande de bravo y serio juego; y pondría la guinda un Ateo en el que había que creer sí o sí. El pupilo de Matilla puso el broche a una Feria memorable para esta ganadería. Como lo fue la despedida de El Juli cortándole el rabo a la entregada e inagotable embestida del astado criado en el Zarzosillo; al que arrastraron con todos los honores de la vuelta al ruedo. Un premio que se podía hacer extensivo al conjunto ganadero de una Feria para el recuerdo en la que el Campo Charro brilló con luz propia.
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Dentro del amplio abanico de toros distinguidos que desfilaron por el coso de La Glorieta en los seis días de Feria taurina 2023 hubo media docena de astados, de otras tantas diferentes divisas, todas ellas del Campo Charro, que hubieran formado el encierro ideal. Un excelente muestrario de bravura con distintas procedencias y encastes:
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