Emilio de Justo: «Salamanca lleva el toro en su corazón y eso la hace única»

«Ser torero es mi vida. El toreo me que me ha dado todo. No lo viví en mi casa pero me nació del interior. Esas experiencias te llevan a vivir el día a día en torero, y lo hago ahora, que disfruto de las ferias, pero también lo hacía cuando no toreaba y nadie se acordaba de mí». Emilio de Justo desde lo más profundo. Sincero, tremendamente elegante, como siempre. En torero en cada segundo. Asumió sus errores, analizó su paso por el toreo, la época en la que vivió en los infiernos y también la que saborea la gloria. Esa posición de privilegio en la que llega a tener la autoridad para plantarle cara a una empresa poderosa como la de Sevilla, a la que se ha atrevido a decirle «no» por no respetarle lo que se había «ganado en el ruedo». «El ofrecimiento de Ramón Valencia no era lo que merecía tras triunfar tanto (e hizo referencia a sus tres últimas ferias en las que cortó ocho orejas en La Maestranza). No había que estar con la oferta que nos hicieron. Me había ganado otra cosa en la plaza», aseveró: «Es duro y es triste, no me lo tomo desde el resentimiento pero hay que hacerse respetar», afirmó un torero que se viste por los pies. Que no tragó con un abuso injustificado e injusto en una de las primeras grandes ferias claves del año. Y ahí desveló las incógnitas y aclaró la situación: «El ofrecimiento de los seis toros de La Quinta no fue un arrebato de última hora como se ha contado. El ofrecimiento llegó durante la negociación. Pero no pudo ser... Espero volver a Sevilla», ansió Emilio de Justo esperanzado en que le reconozcan la categoría que se ganó en el ruedo de esa plaza.

El diestro de Torrejoncillo fue el gran protagonista de la velada de Juventud Taurina de Salamanca en el teatro Liceo de Salamanca, que le tributó su homenaje y reconocimiento a un torero que dijo sentirse muy salmantino, porque aquí vivió sus primeros pasos en la profesión. Aquí dijo tener sus primeros recuerdos en las tapias de las plazas de tientas de fincas de esta provincia: «Me impactaba de pequeño venir a Salamanca y comprobar que tantas y tan grandiosas ganaderías estaban tan cerca». Y puso en valor la importancia de la Salamanca taurina de antaño, que «sabía a toros en cada rincón de la ciudad, con tertulias y aficionados con tanta sabiduría». Colocó sobre la mesa su admiración por el maestro Julio Robles, uno de sus preferidos; y desde luego por El Viti, cuyo terno de la alternativa (Madrid, 1961), que presidió el escenario dijo imponerle «más que ninguno. Es un privilegio con solo tenerlo tan cerquita, por ser de quien es». Y habló de Salamanca con generosidad y admiración: «Es una tierra que lleva el toro y el toreo en su corazón, e incluso en el escudo de su ciudad. Tiene su magia y misterio en la intimidad de sus gentes», aseveró.

En una conversación informal con el periodista Juan Bazaga habló Emilio de Justo de como bajó a la hogueras de los infiernos cuando escuchó los tres avisos en Madrid un San Isidro, de como Colombia le ayudó a no tirar la toalla en su sueño por el toreo. De su larga recuperación de como volvió a coger oxígeno con una corrida de Hoyo de la Gitana en Orthez (Francia) que le devolvió al toreo, del drama de su terrible lesión cervical tras los fallidos seis toros de Madrid : «Sabía que me jugaba mucho, pero quise pensar a lo grande y no me arrepiento de nada. Hoy me siento orgulloso de haberlo hecho y creo que de aquel trance salí fortalecido mental y moralmente y aquello me hizo llegar a estar donde hoy estoy». Y puso sobre la mesa una frase reveladora: «Un torero no tiene que dar lástima ni pena, es mejor dar envidia. Y lo digo sin alardes y con toda la humildad posible». De aquel envite salió vivo y triunfador. Y referente para los jóvenes y las nuevas generaciones.

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