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Fue el año de Morante también en Salamanca. Fue quien más toreó, ilusionó, atrajo y entusiasmó. Fue suya de principio a fin la temporada en la que el maestro Capea celebró en Guijuelo su medio siglo de alternativa para dictar su penúltima lección, soberbia, en la que enseñó a las nuevas generaciones el toreo eterno. Volvió a vestirse de luces, cortó un rabo y encandiló. Como lo hizo Morante en este escenario en su debut como matador de toros en la feria de agosto. Otro rabo. Y pasión generalizada ante un derroche de torería. Como en Valero, como en La Glorieta, como en Alba. Capea y Morante cautivaron como Daniel Luque lo hizo en una tarde espléndida en La Florida de Peñaranda, donde cortó cuatro orejas a los toros de Montalvo en una actuación contundente y sublime.
Fueron los tres nombres clave del año en Salamanca, que deparó y vio nacer un nuevo matador de toros: Antonio Grande, que firmó una actuación redonda el día de su alternativa en Alba de Tormes.
Si Morante fue quien más toreó, con siete paseíllos (cinco corridas de toros y dos festivales), las más agradables sorpresas llegaron en el escalafón inferior: Mario Navas entusiasmó en la Feria; y Jesús de la Calzada surgió como la gran revelación del año, tras alzarse con el triunfo en el Circuito de Novilladas de Castilla y León. La savia nueva de un año en el que se disparó el número de festejos y además vino cargado de suculentos argumentos.
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