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El sábado se viste de luces 18 meses después. Su última actuación fue el 13 de septiembre de 2021 en Tordesillas. De ahí en adelante parece como si el toreo lo hubiera devorado. Ni rastro. Madrid y Pamplona lo condenaron a un injusto e inexplicable castigo dejándolo fuera de San Isidro (con 10 orejas cortadas y una puerta grande) y San Fermín (oreja en 2018 y la de 2019 suspendida por una impresionante tromba de agua). Los dos clavos ardiendo a los que se agarraba el año pasado dinamitaron todos sus proyectos y sus sueños. No se retiró, pero decidió darle descanso a sus trastos que han sido su vida desde los 8 años.
El último 1 de octubre cumplió 31 años. Desde que tomó la alternativa en Santander el 25 de julio de 2011 suma 163 corridas de toros. No le regalaron ni una. Siempre apostó por la independencia y de un contrato le fue saliendo el siguiente. Y así llegó a actuar en gran parte de las grandes ferias de la temporada. La pandemia, un 2021 casi en blanco y un 2022 ya sin el casi marcan un nuevo punto de partida en la carrera de Juan del Álamo. Para empezar a desbrozar el bosque tiene por delante la Copa Chenel, que se estrena el sábado en Villa del Prado (Madrid), donde lidiará toros de Monte la Ermita y Pablo Mayoral. De ahí saldrá el primer semifinalista.
¿De qué ha servido todo este tiempo ?
—He vivido la vida desde un punto de vista distinto. Experimenté otras facetas que me sirvieron para madurar. De repente me vi desvinculado del toreo, me quedé sin apoderado. Luché Madrid y Pamplona por mi cuenta pero ni me cogieron el teléfono. Y opté por desconectar. Me puse a trabajar en el campo. Me llamaron para dos festivales y los toreé, me pudo la afición, ese fue un detalle que no olvidaré de Ángel Castro y Nacho Matilla. Al final me vino bien para no apagar la llama.
¿En qué trabajó en todo este tiempo?
—Lancé una marca de embutidos y jamones. Y me puse a trabajar con mi cuñado en una explotación de cochinos. Y ahí hay mucho trabajo, moler pienso, limpiar las cuadras, repartir la comida. Lo sigo haciendo por la mañana y por la tarde entreno.
Y como torero, ¿de qué le sirvió este tiempo?
—Ahora delante del toro se verá, las sensaciones que noto son buenas, con la frescura que había perdido. Tengo otra forma de plantear las cosas ante los animales, he profundizado en mi toreo, he aprendido a disfrutar cada momento. Me noto con poso y más maduro, con la ambición y la ilusión de un novillero.
Esa parece la fórmula perfecta para volver...
—Me agarro a las ganas, al querer, a la raza que siempre fue la base de mi carrera. Ahora necesito triunfar, si con el tiempo toreo más, se podrá ver que he profundizado, que toreo más pausado. Cuando eres más jóven te preocupas casi en exclusiva de arrear y del triunfo. Con los años, ganas poso, profundidad, pero cuando uno está necesitado hay que salir a darlo todo. Aún tengo mucho que decir, pero eso hay que hacerlo en la plaza delante del toro, no basta con decirlo.
¿Cuál es la clave para recuperar el tiempo?
—Sé lo dura que es la profesión. Si haces eso y encima toreas bien ya es la leche. La clave es cruzar la raya. Es lo difícil pero es lo que vale. Y es lo que estoy dispuesto a hacer.
¿Y qué significa la Copa Chenel?
—Me siento un afortunado, nos hemos presentado un centenar de toreros y entramos solo 18. Para mí la tarde del sábado es como si fuera la feria de San Isidro, con esa responsabilidad lo afronto. Lo reúne todo como para ser ahora la cita más importante. Para mí es un empezar de nuevo y, como siempre me pasó, me tendré que ganar los contratos día a día.
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