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Julio Méndez, en la vuelta al ruedo antes de pasar a la enfermería. S.DORADO
Doloroso premio para los novilleros del Bolsín

Doloroso premio para los novilleros del Bolsín

Julio Méndez y Alfonso Morales terminan en la enfermería tras dos soberanas palizas. El primero al entrar a matar con un pitonazo seco en el muslo derecho y el segundo, con un pisotón en la mano que se la dejó maltrecha

Domingo, 11 de febrero 2024

La Ficha

  • CIUDAD RODRIGO Media entrada en los tablaos en tarde húmeda después de la lluvia y fría.

  • GANADERÍA 4 novillos de TOROS DE EL PICÓN, de variadas hechuras, remates y pelajes. Vibrante y emotivo el berreón y buen 1º; noble el 2º; bravo el 3º; violento y orientado el complicado 4º.

  • DIESTROS

  • GONZALO LUIS DA SILVA, Alcochete, Portugal Pinchazo, estocada atravesada que hace guardia y casi entera (ovación).

  • JESÚS IGLESIAS, Escuela de Salamanca Trasera atravesada que hace guardia, dos pinchazos y dos descabellos, se echa el novillo (vuelta al ruedo)

  • JULIO MÉNDEZ BODEGO, Cáceres Estocada contraria (dos orejas). Pasó a la enfermería.

  • ALFONSO JUAN GARCÍA MORALES, Jaén Metisaca y dos estocadas casi enteras atravesadas, con seis descabellos (silencio tras aviso). Pasó a la enfermería.

Festejo accidentado con dos finalistas del Bolsín que terminaron en la enfermería. Tarde dolorosa y con continuos sobresaltos. Julio Méndez, con un pitonazo en la parte interna del muslo derecho; y Alfonso Morales, con un pisotón en la mano derecha que le provocó una aparatosa lesión. Los dos cumplieron sus actuaciones con arrojo. Todo ello entre una interesante novillada de El Picón, que tuvo un eral excelente, el tercero.

Gonzalo Luis Da Silva firmó un embraguetado saludo de capote al primero, antes de que Jesús Iglesias quitara con el capote a la espalda y replicara el novillero luso por chicuelinas. Voluntarioso en el tercio de banderillas, en el que poco a poco se fue comprometiendo más. Brindó a su compatriota Rui Bento una faena que empezó buscando el calor del público con un muletazo cambiado por la espalda a un novillo intenso y emotivo, berreón siempre, tomó la muleta con franqueza y recorrido. Necesitaba el de El Picón que lo sometiera, pudiera y exigiera. No siempre lo hizo su matador en trasteo superficial que se vivió con demasiada distancia y frialdad.

Jesús Iglesias fue todo actitud; se las vio con un novillo de menos entidad que el que abrió plaza y salió muy dispuesto iniciando la faena en los medios con las dos rodillas en tierra; ceñido y comprometido, puso así la caldera en ebullición. Noble y con calidad el novillo, fue pronto en sus acometidas siempre. Uno y otro se encontraron más cómodos y seguros a izquierdas que a derechas. Iglesias apostó por sus buenas intenciones pero no pasó de ahí, en naturales a los que les faltó limpieza en el remate del muletazo, hasta que de nuevo de hinojos se comprometió y ciñó más, otra vez al natural, donde el astado de Toros de El Picón volvió a mostrar su grandeza e importancia. Se tiró a matar con gran decisión y salió violentamente volteado y con una tremenda paliza después de enterrar el acero trasero de forma defectuosa. Se atascó con la espada después.

Con cuajo y lustroso, apretado de carnes, el tercero tocó en suerte al cacereño Julio Méndez, que brindó al público su faena antes de un poderoso y brillante inicio por abajo con la pierna flexionada. Pronto, boyante, luego en sus embestidas se entregó sin reservas en cada acometida. No regalaba nada pero entregaba todo cuando encontraba el compromiso y la exigencia de su matador, que se sintió más seguro y poderoso con la derecha. La fijeza y prontitud del animal resultó superlativa. El cacereño lo pasaportó con oficio y solvencia pero sin terminar de llamar la atención ante un torete que pidió el toreo puro y exigente que no encontró. La autoridad, la contundencia y la verdad más absoluta con la que se tiró a matar fue lo más sincero y emotivo de su actuación. De tanto atracarse lo prendió de lleno por la parte interna del muslo derecho recibiendo una paliza morrocotuda. La espada quedó contaria pero el astado de aquel envite cayó patas arriba en un santiamén. Méndez paseó el ruedo en triunfo con el doble trofeo y pasó a la enfermería.

Sacó carácter el que cerró plaza, noblote en el saludo de capa y rebrincado y con corto recorrido en la muleta, no le ayudó que Alfonso Morales, que había brindado a su paisano Paco Liébana, tampoco lo llevara tapado en cada embestida. Ahí aprendió más y más pronto el novillo que el novillero y el primero se hizo el dueño de la situación. Rebrincado y sin entrega, fue ardua la papeleta y el jienense suplió sus carencias con arrojo y voluntad, entre sustos, apretones, volteretas y desarmes. Entre las palizas varías que se llevó, un pisotón del animal en la mano derecha, se la dejó maltrecha y con una lesión aparatosa evidente. Se le complicó el asunto con la espada ante un astado que pareció tener más vidas que un gato. Sacó orgullo para no abandonar hasta que vio a morir a su oponente.

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