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Torera revolera de Diosleguarde para dejar en suerte al toro en el caballo en Guijuelo. ALMEIDA
Diosleguarde calienta a las figuras

Diosleguarde calienta a las figuras

Tarde rotunda y redonda del joven diestro que puso en efervescencia el festejo en el que desorejó con autoridad a sus dos toros y espoleó a dos veteranos debutantes: Castella cuajó, casi en silencio, una maravillosa faena al primero y Talavante dejó pasajes preciosos con su primero que emborronó con el descabello

Javier Lorenzo

Guijuelo

Sábado, 19 de agosto 2023, 23:41

La Ficha

  • GUJUELO Cuarto festejo de abono. Casi lleno (2.200 espectadores). Sol (31º).

  • GANADERÍA 6 toros de Vellosino, de excelente calidad el 1º; apagado y soso el endeble 2º; manejable el buen 3º; flojo el noble 4º; bueno el 5º, Palmerillo, nº 2, de 520 kilos, premiado con exceso con la vuelta al ruedo; de extraordinaria nobleza el 6º.

  • DIESTROS

  • Sebastián Castella. Tabaco y oro Estocada y un descabello (oreja); y estocada trasera (oreja tras aviso).

  • A. Talavante. Nazareno y oro Estocada trasera y siete descabellos (silencio); y estocada que escupe y descabello (dos orejas).

  • M. Diosleguarde. Nazareno y oro Estocada (dos orejas); y estocada (dos orejas).

Diosleguarde puso en efervescencia la tarde y calentó a dos figuras, veteranas y debutantes, que firmaron dos faenas distinguidas pero perdidas casi en la nada: la de Castella porque pilló a la gente en el abre plaza casi sin entrar aún en la tarde y Talavante por emborronarla con el descabello. Todo ante un encierro de Vellosino de supina bondad, con las fuerzas al límite, pero que se sostuvo con la personalidad de una ganadería en la que, pese a parecer cogidos con alfiles, brota la nobleza cuando se une la exigencia y el mimo y temple de las telas.

Le Coq firmó un prodigioso toreo de capa a Bandolero, que embistió al ralentí y, a esa misma velocidad, acarició las embestidas el Béziers en un saludo precioso tomado el capote cerca de la esclavina, de manos bajas, ganando terreno y saliéndose a los medios para rematar allí con dos medias. La despaciosidad de todo resultó una delicia. Le imprimió temple, sostuvo con alfileres las acometidas de un toro que se deshacía embistiendo. Le tropezó en el primer intento de naturales en una serie de largo metraje. Le dio pausas y tiempos para dosificar el fondo de calidad que escondía, sobre todo por el pitón derecho por donde se iba largo y humillado con excelente son. Rompió a embestir con las mismas virtudes por la zurda en una faena en la que fue alternando los pitones. Puso broche por manoletinas ligadas a pases cambiados por abajo de terciopelo. Faena de grandes recursos técnicos, asentada en el temple y el tacto de las telas. Sin embargo, los paganos la vivieron con poco entusiasmo. Amarró el triunfo en el cuarto, de menor presencia pero que era de esos que al verlos se meten por los ojos. Así de bajo era. No se tenía en pie. Ahí Castella hizo la faena al revés. Aunque inició por alto, le exigió en exceso, como en las primeras tandas, con muletazos toscos y mandones con los que mantenerlo en pie parecía milagroso.Pasado el ecuador, le dio distancia, tiempo entre las series e imprimió suavidad; y así construyó faena ante un toro que, aún derrumbándose, jamás se dio por vencido.

No abrió la caja de los truenos Talavante con el Cantor II, el segundo, en los primeros tercios porque el vellosino se empeñó en buscar la puerta de salida. En la muleta, los dos solos ya, todo cambió. Apagado y soso, le costaba repetir al toro, pero tomó cada muletazo con una calidad espléndida. Ganó en ritmo, con la izquierda ya, pero siempre con el depósito de la casta al mínimo. Le puso más Talavante al toro, que éste a la faena, que fue breve, correcta y concisa, con pasajes sentidos e inspirados de un torero templado ante los viajes casi mortecinos. Rubricó por manoletinas a compás abierto, de frente y atalonado, antes de atascarse con el descabello. Con el quinto, para amarrar el triunfo que se le escapó, fue todo pasión y arrebato, ante un buen toro que se encontró con el sonrojante premio de una vuelta al ruedo que sorprendió a casi todos.

Las dos estocadas de Diosleguarde a su lote fueron reveladoras, por la rectitud con la que se tiró a matar en los dos encuentros despejando los fantasmas del pasado. A solo una semana de cumplirse el casi drama de Cuéllar, firmó una tarde feliz. Rotunda y contundente. Aguadulce fue el de más cuajo y alzada de los tres primeros. Encajado, seguro y poderoso, Diosleguarde llevó la muleta siempre baja con la diestra. Asentado y seguro por la izquierda; por ambos le faltó al torero apretarse en los embroques. Al buen Vellosino, le puso intensidad y fibra de la que adolecía el dulce son del toro, que gozó en una gran tanda al natural con la que puso un broche de sabor. Las embestidas casi al ralentí que tuvo el sexto por momentos hicieron que a veces se quedara a medio camino y no le importó al torero aguantar esos parones con gran firmeza. Detalle de valor. Le costó siempre más al toro responder en la cercanía que fue buscando el torero cuando avanzaba la faena. Ahí sacó muletazos a placer, a puro huevo exigiendo y tirando muy bien del toro. Faena de mérito, estructura y temple que cerró con desplante a cuerpo limpio entre los pitones. Aquella agonía que parecía tener el toro no fue tal, porque nunca se agotó tanto que con la estocada en lo alto defendió su vida en una larga agonía que no frenó un triunfo bien ganado. Sudado y disfrutado.

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