Damián Castaño va camino de convertirse en el más artista de los toreros condenados a las divisas duras. Siempre y cuando la espada le de la vigencia que hasta ahora le ha frenado. En ese circuito ha encontrado su hueco en el momento en el que, ya en plena madurez, le abrieron la primera puerta para salir al mundo.
Publicidad
Se lanzó en Cenicientos (Madrid) hace dos veranos, eso le dio su pasaporte para entrar en San Isidro y a algunas de las grandes ferias después, donde sacó la cabeza como pudo; aunque tuvo ese lastre en la suerte suprema. La espada entró el domingo en Bilbao donde firmó una de las actuaciones más vibrantes de estas Corridas Generales y de todas las 63 corridas de toros que lleva en su carrera (Gijón, 2012).
El domingo estrenó un terno azul soraya y oro sobre el negro ruedo bilbaíno. Azul Bilbao también le llaman. De una soberana paliza cuando ya empuñaba el descabello le hizo trizas la banda de oro de la taleguilla. A punto estuvo de cortarle la oreja, pero esa maldita espada le frenó. La agarró con mucha fuerza después de estoquear a Cigarrero, otro toro no menos imponente del descomunal encierro de Dolores Aguirre. Incluso el público llegó a pedirle el doble trofeo: «Con Damián Castaño vibró toda la gente tan entregada como, descontando los episodios de Perera y El Juli, no se había sentido vibrar en toda la semana.
Tal fue el grado de pasión», escribió el maestro Barquerito en una crónica magistral para la agencia Colpisa en el cierre del abono bilbaíno. «Hubo un momento en el que pensé que me daban la segunda oreja de ese toro, por como la estaba pidiendo la gente, pero luego, en frío, pienso que es mejor así. Un trofeo con autoridad y la unanimidad de todos», comenta Damián Castaño ya de nuevo en Salamanca tras confesar que el domingo en Bilbao vivió una de las tardes «más importantes de su vida».
Es el propio protagonista quien desvela las claves de ese triunfo:«Todo estuvo presidido por la emoción. Eso fue lo que tuvieron las dos faenas por encima de todo: emoción. La de Dolores Aguirre fue un encierro muy serio y ninguno de mis dos toros lo puso fácil. No regalaron una sola embestida. El orgullo que me queda por encima de todo es que aposté por ellos desde el principio sin saber cómo iban a embestir, cuando lo hacían acometían como un tren, les planté cara y salió bien», explica el torero.
Publicidad
De esa emoción del torrente de embestidas de los toros de Dolores explica Damián Castaño que en más de una ocasión se vio colgado de las astas de esos toros de la Dehesa de Frías:«Al principio con el capote, en el último toro casi me vi cogido por el capote, por los charcos que ya había el toro se emplazó en los medios y, cuando se vino a las tablas se me vino cruzado y me libré de milagro. Los toros no fueron malos, sí fueron agradecidos pero embistiendo muy fuerte. En las dos faenas pensaba que me iban a echar mano, no los veía metidos en la muleta. El segundo toro sí lo pude torear por momentos muy a gusto, muy relajado. El primero era dejársela en la cara y apostar». Y, en esa apuesta, esta vez, Damián Castaño salió ganador.
La del domingo fue una de las entradas pobres de la semana de toros en Bilbao. Al poco número de espectadores se unió una tarde de perros, entoldada y lluviosa, que hizo del ruedo un lodazal en la segunda parte de la función. A Damián Castaño le contrató la empresa de Bilbao los dos últimos años. En 2022 fue el primer domingo, este el último. Cualquiera de los dos son los peores. Y ahí toca no solo lidiar con los toros y la responsabilidad del escenario, además hay que poder con la losa de la frialdad de tendidos semivacíos. «Este y el pasado hubo poca gente, pero no menos cierto que conmigo estuvieron muy entregados. De Bilbao salgo encantado los dos años. Este más, claro. La verdad suena mal que lo diga, pero sabía que iba a pasar algo importante, estaba tan mentalizado, con los toros, con que lloviera, que sabía que iba a tirar la moneda». No solo lo sabía, también lo hizo.
Publicidad
Esa capacidad de resolución delante del toro la marca también una evolución más que evidente en Damián Castaño: «Ahora se ve más, pero yo la noto tras una tarde que fue clave en mi carrera como fue la de Adelaida en Salamanca en 2019. A partir de ahí me sentí más capaz, más seguro. El año pasado me sentía muy a gusto con los trastos pero no mataba los toros. Este año no soy regular pero sí estoy matando mejor. El de Ceret lo maté muy bien y el segundo de Bilbao, también», explica Damián Castaño. Y ahí el propio diestro entona el mea culpa:«Al primero de Bilbao le tenía cortada una oreja. Cuando me perfilé, el toro escarbaba y no me tiré convencido ni a gusto. Se que no hay excusa; pero también te digo que si fallo con la espada en el segundo no se qué me hubiera hecho...». Cuando la espada apremia, lo duro y difícil es encontrar el sitio ante esas ganaderías y encierros con los que se encuentra cada día: «Nunca son fáciles, son corridones con mucha arboladura y muy serios, pero para eso estamos aquí, para solucionar». Ahí reconoce las sensaciones del triunfo de Bilbao: «Con la oreja en la mano me emocioné. Cuesta tanto... Es tanto tiempo en silencio sin que se acuerden de tí que la felicidad de ver a todo el mundo entregado contigo es indescriptible. Ahora no me cambio por nada ni por nadie», concluye.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.