Acaba de llegar de la Dehesa de Frías, en las tierras sevillanas de Constantina donde se ha encerrado con cuatro toracos de Dolores Aguirre, como prueba de fuego de un invierno en el que no paró de tentar. Ni por supuesto de entrenar ni un solo día desde octubre. No pasó por alto ni Navidad ni Año Nuevo. Ya sabía entonces la que se le venía encima, un año intenso y de emociones fuertes. Confiesa que no quiere tomárselo como el definitivo ni tampoco como la gran oportunidad de su vida, aunque es consciente de la importancia de afrontar un año en el que, de entrada, sabe que va a torear más que nunca y en el que va a afrontar los compromisos más importantes de toda su carrera. Arranca el sábado en Villaseca de la Sagra y de inmediato estará en Madrid, donde hará el paseíllo el 22 de marzo en la inauguración del curso en Las Ventas que tanta expectación ha despertado. Con esas dos fechas iniciales anda en estos días previos a enfundarse el traje de luces por primera vez este año. La cita fue en su sala de operaciones, en la nave en la que fragua sus sueños y suda sus miedos. No hay tregua. Disciplina espartana. Dedicación plena y entrega absoluta. Viste una cómodas zapatillas deportivas sin apenas suela que asemejan a las manoletinas de torear. Pantalón de deporte y una camiseta del Athletic Club, con la que se siente más identificado que ninguna. En Bilbao ha echado raíces a base de... lo que hace falta para enfrentarse a los imponentes toros de Dolores con los que escalado la cima de la gloria. Esa camiseta ha sido un regalo de la Asociación El Toro de Bilbao. Y Damián ya es más de Bilbao que muchos de los que han nacido a un lado u otro del Nervión. Esa camiseta tiene a su espalda un nombre y un número que no son baladí: Argelón 56, que fue el toro de una de las mejores y más meritorias actuaciones de su carrera, además de su descomunal e imponente trapío. Con ella vela sus miedos. En ella suda sus sueños. Estiramientos, ejercicio físico, abdominales, cuerda, toreo de salón... Faenas diferentes a todos los toros que uno se pueda imaginar, mil y una entrada al carro para simular la suerte suprema. La cabeza de ese toro es despampanante. Asusta. Más si cabe cuando se le aprecia ese añadido en los pitones que a Damián le parecían poco y le ha puesto treinta centímetros más a cada uno. Para hacerse a ello. Como para que cuando salga el de verdad en la plaza le asuste menos. Este no respira. El de la plaza sí. Esa férrea disciplina de las mañanas la complementa con más ejercicio físico por la tarde. Va a las pistas de atletismo de Salas Bajas y allí, bajo la silueta de las catedrales corre sin cesar. Carrera continua, cambios de ritmo. Y vuelta a empezar. Poner el corazón a mil y recuperarlo de inmediato. Tenerlo controlado como cuando entre tanda y tanda delante del toro hay que recuperar el resuello para volver a la batalla. La guerra de Damián empieza ya.
Publicidad
Tiene la agenda con más contratos que nunca en toda su vida antes de empezar la temporada, ¿eso es una tranquilidad o una presión añadida?
—Aunque se que tengo una temporada bonita y dura, no me gusta pensar las fechas que hay por delante. No quiero dormirme, ni pensar que hay más balas. Solo tengo en mente Villaseca y Madrid.
Madrid no es la primera pero, lógicamente, está por encima de todo...
—La presión de Madrid llega desde que te anuncian y esta vez siendo tan temprano, más aún. Voy a torear antes en Villaseca y eso hace que Madrid no sea el primer encontronazo del año. En enero me enteré de la de marzo en Las Ventas y, desde entonces, empecé a acumular noches sin dormir. Esa plaza y esa tarde no se quita de la cabeza. Se que hay un ambientazo y que habrá mucha gente.
¿Qué diferencia a Madrid del resto?
—La presión de estar bien sí o sí es muy dura. Es tan jodida a veces que no te deja torear lo a gusto que quieres e incluso sabes. Con el paso de los años trato de no comerme mucho la cabeza antes para no llegar desgastado al patio de cuadrillas.
Publicidad
¿Siente que es el momento de su vida?
—Sé que es una prueba de fuego y que esta temporada no habrá respiro. Y, pese a toda la dificultad, lo veo como un premio. Han sido tantos años de estar en el banquillo, de que nadie se acuerde de mí que... Verte anunciado en muchos sitios es un premio. No me lo quiero tomar como que tiene que ser ya o ya. Eso sería demasiada presión. A la vez es bonito. Es un tópico decir que estoy en el mejor momento, pero en los últimos tres o cuatro años es cuando más seguro estoy. A los toros de hoy, hace cinco años no hubiera sido capaz de hacerle un inicio de faena... Si te digo que hace 8 o 10 años veía a mi hermano en esos corridones de Cenicientos o pueblos así y pensaba que yo nunca iba a llegar ahí. Me moría, me veía incapaz y ahora estoy metido de lleno.
¿En qué ha mejorado en este tiempo?
Publicidad
—En seguridad y en creer en mí. Desde 2018 empecé a matar corridas fuera de la provincia, sin repercusión pero vi que todo cambiaba. La corrida de Adelaida en Salamanca, tan fuerte, me dio mucha seguridad y más tranquilidad. Empecé a tener no tanto pánico como antes.
¿Cuál sigue siendo su debilidad?
—El capote. No he sido nunca un gran capotero; y estoy intentado mejorarlo y, sin duda, con la espada. Nunca he sido un buen matador ni mucho menos, pero el toro de la corrida de Samuel Flores de mi confirmación de alternativa (31 de mayo de 2022) se me atravesó de tal manera que desde entonces dejé de verlo claro... Esa es mi asignatura pendiente. Y fíjate, de ese toro tengo la cabeza disecada en mi casa. Bueno, la tenía... Hablando con Javier Portal (profesional que trabaja en la preparación mental de los toreros) me aconsejó que lo sacara de mi casa para no verlo a diario y que me recordara que ese toro fue el que me quitó el sitio con la espada. Y, mira si le he hecho caso, que lo he llevado a la casa de mis padres y allí está.
Publicidad
De todas las citas de este año, sin contar Madrid, ¿cuál le motiva más?
—Me hace mucha ilusión volver a Mont de Marsan, allí estuve muy bien con un toro de Cuadri y lo pinché y tengo mucha ilusión en esa tarde porque tengo esa espina clavada... Y, luego, hay otra plaza a la que llevábamos llamando toda la vida para que no pusieran y nunca lo hicieron y ahora nos han llamado. Me ha hecho ilusión y ahora es una doble alegría.
¿En qué nota esos escalones que va subiendo en su posición en el toreo?
—Económicamente lo noto, sobre todo, en Francia. Es evidente. Pero también, y es incluso más importante, en el trato de los compañeros y con los aficionados. Noto ese respeto y consideración y eso es lo más bonito, que luego a lo mejor, el año que viene ya no tengo... por eso hay que estar con los pies en el suelo para intentar mantenerse y, si se puede, crecer ahí; pero ese respeto hoy sí lo noto.
Publicidad
Siempre me pregunto, ¿cómo sobrevive un torero en ese atragantón diario de las ganaderías más duras y con los toros que nadie quiere torear?
—Sabemos que son festejos en los que apenas se cortan orejas y más si fallas con la espada. Sobrevivir en ellas es un triunfo. Y que vayan pasando los años ahí más. Aquí no hay margen de error, en cuanto a uno se le va un pie, al siguiente ya no estás ni siquiera en esas corridas y se acaba todo. Por eso hay que estar con los pies en el suelo y darlo todo. A los aficionados de estas corridas no le importan las orejas, sí la actitud y la entrega. Las orejas son fundamentales para las empresas pero es muy difícil y a la vez clave para sobrevivir.
Noticia Patrocinada
¿A qué se aferra uno entonces?
—A la ilusión, como has venido de la nada y de la mierda, aunque es duro, te agarras a ellas como tu tabla de salvación. Es un circuito y una lucha diaria muy dura. Aquí no se pasa miedo solo en los dos toros tuyos, se vive en una tensión máxima y una presión descomunal en los seis toros. Estás en tensión todo el rato y eso produce un desgaste brutal. Aquí, no queda otra que sobrevivir a base de ilusión. Que no te falte la ilusión nunca para poder sobreponerte. Lo que me ilusiona y motiva es dar un paso más cada día. Eso me hace sentir orgulloso y seguir adelante. Y sentir ahora que se me trata con respeto y no soy uno más.
La ilusión de un torero también es ir al sastre a encargarse vestidos... Y ese es el mejor termómetro para medir las expectativas ante cada temporada.
—Siempre lo pienso y este año me lo dijo el sastre (Daniel Sastre), que llevaba yendo cuatro años. Si no vuelvo a venir, malo, le decía yo. Antes casi nunca estrenaba vestidos... Es la primera vez que antes de empezar la temporada me encargo dos, aunque ahora no se cuando los voy a estrenar, esa decisión la dejo para el último segundo los días de festejo.
Publicidad
¿Qué le gustaría que escribiera de usted en el mes de octubre?
—Que he cumplido las expectativas de los aficionados y que 2026 se presenta igual que este por lo menos. Eso significará que he hecho los deberes este año. Si en octubre sigo manteniendo la felicidad y la ilusión será mi gran triunfo.
Publicidad
¿En qué tarde alcanzó esa felicidad?
—Tardes como la de Bilbao. Ahí vuelves al hotel y te sientes feliz porque sabes que has dado un paso grande. Eso es muy difícil de conseguir. Estos dos o tres últimos años me ha ido bien, en Bilbao y en otras plazas, pero ha quedado empañado por la espada, por tanto, no logras estar feliz porque no hubo remate. Entonces esa felicidad se queda a medias.
Lo que pasa es que en su guerra, en su circuito con las divisas con las que se anuncia esa felicidad es efímera.
—Es verdad que dura poco pero me considero un afortunado. Soy consciente de que en plazas en las que no son toristas no puedo entrar; pero sí creo que puedo estar en otras de Francia y España en los que aún no he toreado.
Publicidad
¿Con qué plazas sueña?
—Sueño con ¡Pamplona! Soy realista y se que hay ferias en las que no pinto nada (le interrumpo)...
¡Coño! Hablamos de la exigencia límite, de las ganaderías que mata, de las plazas tan exigentes, le pregunto por una plaza con la que sueñe y me dice Pamplona que top de exigencia...
—Se que esas plazas son mi sitio. Y desde luego sueño y me haría una ilusión tremenda Salamanca, que solo he toreado aquella corrida de toros que hablamos de Adelaida. Y este año también tiene un sitio especial Guijuelo porque es un lugar que siempre confiaron en mí cuando no tenía ningún contrato y volver allí este verano me motiva mucho. Además poder torear con mi hermano en la temporada de su retirada lo multiplica todo.
Aunque ya me ha dicho que no le gusta mirar a largo plazo, y está a un mes y medio vista (27 de abril), no hemos hablado de la encerrona con los seis toros de Dolores, en San Agustín.
—Es un atragantón, lo se ahora y antes de que se anunciara. No lo hago porque no lo haya hecho nadie, sino por marcarme un reto. Quiero esforzarme e ir al límite desde el primer toro y, aunque tenga la lengua fuera al sexto, tiene que ser un día de implicación total. En San Agustín confiaron siempre en mí, van a ser con este cuatro años allí. Todo el mundo me dice que es una locura, pero estoy tranquilo, no es una temeridad sino una apuesta.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.