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López Chaves, liándose el capote de paseo en La Glorieta. ALMEIDA
Chaves, en la víspera de cortarse la coleta: «No cambio nada de mi carrera ni me cambio por nadie»

Chaves, en la víspera de cortarse la coleta: «No cambio nada de mi carrera ni me cambio por nadie»

El terno azul celeste que estrenó en su alternativa hace 25 años lo volverá a lucir este jueves López Chaves en la tarde de su retirada en La Glorieta. Actuará mano a mano con El Juli en el mismo coso en el que se doctoró

Miércoles, 20 de septiembre 2023, 13:30

Siente que todo se acaba y eso lo denota el tono de sus palabras. Una felicidad melancólica. Saborea cada segundo e incluso siente cada palabra y, en todas ellas, trata de mantener las emociones. Tiene la sensibilidad a flor de piel. Y eso se nota. En la entrevista y también le delata su mirada. Puede que sea el vértigo de la nueva vida que le espera en apenas dos días, que desconoce y que fluirá sin sentir ya el miedo del toro, la responsabilidad del público y el juicio de la prensa. Ha rescatado de la vitrina el terno azul celeste que estrenó el 15 de septiembre de 1998, cuando Joselito y Ponce le concedieron la alternativa en La Glorieta, para volverlo a lucir mañana en una jornada tan especial como aquella. Con él se cortará la coleta. El principio y el final con el mismo terno con un cuarto de siglo de distancia. Quiere que haya ceremonia y ha repetido ya más de una vez que «jamás» se volverá a vestir de luces. Conociendo a López Chaves hay que creerle. Se lleva el reconocimiento unánime, de profesionales, prensa y aficionados y confiesa que ese es «el mayor triunfo de su vida». Tiene 46 años, el viernes cumplió 25 de alternativa y hace un año decidió poner punto y final a su paso por los ruedos. Sobre él recae gran parte del protagonismo de la tauromaquia en Salamanca en este tiempo y mañana bajará el telón actuando mano a mano con El Juli, el diestro que reinó en toda su etapa en los ruedos.

Cuando uno empieza, ¿sueña con llegar algún día donde ha llegado?

—Para nada. Cuando uno es niño uno no es consciente de la dureza la de la profesión. Luego pasan los años, te curtes, vas a afrontando obstáculos y es cuando ves la realidad. Jamás pensé que conseguiría tanto. Y, sobre todo, feliz.

Dígame tres tardes que se le vengan de repente ahora mismo a la cabeza...

—Lógicamente, la alternativa. Los 6 toros de Ledesma de este año que ya han quedado grabados en mi alma para siempre. Y, sobre todo, un 21 de septiembre en Salamanca con uno de Barcial. Aquella fue una tarde muy importante en mi vida. Me pusieron a ver si me quitaban de en medio y, sin embargo, ahí empezó todo. Ahí comenzó mi carrera con las corridas duras. Ahí me di cuenta de que era capaz de poder con esta guerra.

¿Cómo recuerda la alternativa?

—De torear recuerdo poco, pero sí las sensaciones. En la plaza estaba Ledesma entera. Se cerraron bares y comercios para ir a verme. Recuerdo momentos antes de vestirme de luces. Fue cumplir un sueño. En el patio de cuadrillas, todo fue muy serio. Nunca había hablado con el maestro Joselito y fue parco: «Ni te quites la montera, ni me des un abrazo»... ya me dejó cagado todo el día.

Novillero en las ferias, llegó luego el parón tras la alternativa. El resurgir en las toristas en su estreno en el gran circuito; el bache tras varios años de gran intensidad y un renacimiento como torero y maestro en el circuito más exigente cuando ya casi nadie lo esperaba. ¿Con qué etapa se queda?

—Con todas, es un proceso. Si miro para atrás y cierro los ojos, veo que mi tauromaquia después de muchos años era difícil de cambiar el estilo, las formas, las mañas... y lo he logrado. Los toques bruscos, desplazaba hacia afuera las embestidas, tenía un muletazo descoordinado con el animal y el cuerpo. En eso sí lo mejoré. Me quedo también con el arrojo del principio. Lo que tenía en una etapa no lo tengo en otra. Todas las etapas, hasta las duras, son bonitas. La clave es que en las duras lo que no te tiene que entrar es amargura. Hubo años en los que sobreviví toreando de los festivales; y entrenaba cada día sabiendo que no tenía nada, pero era feliz.

¿Qué no hizo en cada una de ellas?

—Muchas cosas. La espada me quitó triunfos, muchas orejas, pero ahí no hay vuelta atrás. Era consciente, agarraba la espada y no lo veía claro… Hubo momentos en los que incluso me costaba ir al callejón a cogerla. Ha sido una cosa que no terminé de superar.

¿Qué cambiaría de su vida?

—Absolutamente nada. Podía haber sido más bonita, pero he toreado en muchos ferias, siento que dentro de mí hubo capacidades que a lo mejor han sido limitadas, pero siempre he tirado para adelante. No cambio nada ni me cambio por nadie. Siento que me voy con un reconocimiento de los profesionales brutal. Y del aficionado. Y eso es lo que más me llena de todo.

¿Y el toreo en qué cambió?

—El descenso de festejos ha sido brutal. Y por ende los toreros están menos cuajados. Antes toreabas tres, cuatro corridas de toros antes de ir a Madrid o un año anterior con rodaje. Ahora se va sin torear. Yo el primero... En este tiempo ha cambiado el movimiento del toro, tiene más movilidad, no se cae, tiene más transmisión, es más agresivo. Recuerdo cuando empezaba que había toros que estaban entre alfileres, ahora ese apenas sale. Y no te voy a decir de arrimarme. Siento que hoy el toreo no puede ir más allá de lo que se está haciendo.

¿Cuál es la clave para resistir?

—A mí me mantuvo la fe en mí. Me he mantenido porque además he trabajado siempre en el campo y la nevera estaba llena y no me preocupó torear más o menos. Siempre creí en mí. Cuando me decían «¡Déjalo!» me motivaba más. Siempre pensé que tenía que llegar mi momento, sabía cuáles iban a ser mis armas y no desesperaba. Este momento lo he disfrutado. ¿Qué ha sido un trago corto en vez de beberme la botella? Bien, pero me ha merecido la pena. Estos últimos años toreé más, pero antes, muchas veces en las condiciones que me llamaban prefería no ir. Siempre fui donde merecía la pena y donde había... Por eso si analizamos, en estos últimos años más del 50% de mis actuaciones fueron en plazas de primera. En Francia, que me tragué lo que me tragué, pero me compensó.

¿En qué fue bueno de verdad?

—En el amor propio. Es lo fundamental para tirar para adelante y no abandonar. Hubiese preferido ser un torero de torear bonito, puede. O no, pero Dios nos da lo que tenemos y ahí hay que hacerse fuerte. La suavidad que tengo ahora con los trastos para echarme los toros para atrás no la tenía antes. Eso sí, siempre di lo que tenía. Luego te pones a pensar y algo habré tenido cuando he estado 25 años de alternativa, dos en el grupo especial, he toreado mucho en San Isidro. No es poco lo que logré. Ahora me preguntas, si tengo que volver a empezar ¿firmaría la misma carrera? Te diría que exactamente igual. Con las cosas buenas y con las malas.

¿Se arrepiente de algo?

—De nada en absoluto. Ha sido así, ha salido así y bien está. Si no me fui detrás de la espada como debería en aquellos momentos cruciales, es porque no fui capaz, pero no me arrepiento. Ya no vale de nada. He sido capaz de otras cosas.

¿Qué virtud siente que ha tenido delante del toro que incluso, tal vez, no le hayamos sabido cantar?

—No tengo nada oculto que no se haya dicho o hablado. Siento que soy un conocedor del toro por demás. A veces, cuando estoy delante, esas décimas me anticipo sabiendo lo que el toro va a hacer. Lo sabéis todo de mí. Soy transparente. Esa es una virtud, creo.

¿Qué asignatura le costó más?

—Además de la espada, haber cortado una oreja en Madrid de matador de toros. Eso me queda pendiente. Nunca he sido triunfador de la Feria de Salamanca, aunque salí por la puerta grande varias veces. He tenido la inmensa fortuna de tener un pueblo que me siguió y apoyó muchísimo, desde mi etapa sin caballos de 1993, apretando, forzando, apoyando. Ver en un tendido una cara conocida de mi pueblo, no sabes lo que me motivaba. Los toreros no motivamos por cosas que pueden parecer insignificantes y no lo son. El cariño con el que me recibieron en Ledesma el día de los siete toros fue tremendo. Me pusieron el nombre de una calle con 46 años que tengo. Ahora espero que la disfruten mis hijos. Todo eso son cosas muy bonitas. No soy más que ningún ledesmino, pero me tocó a mi ser el personaje del pueblo y tuve la suerte de llevar su nombre por todos los sitios.

El matrimonio, los hijos, ¿le dieron valor o se lo quitaron?

—¡Fíjate! Me lo dieron. Padilla me lo decía: «El día que tengas hijos te va a arrimar más». Parece contradictorio, pero aparecen los hijos y tiras para adelante… Mi último resurgir ha sido por mis hijos, me dieron fuerzas, y quiero que lleven mis apellidos orgullosos (tiene dos, Mingo y Beltrán, de 8 y 6 años). Me los estoy llevando a todos los sitios en los que toreo, se vienen conmigo en la furgoneta, me ven vestirme de toreo, le notas el miedo, la tensión, me ven diferente cuando me visto de luces pero siento que ellos también lo disfrutan.

¿A ver si van a heredar el veneno?

—No lo hago con esa intención, es más se lo intento quitar. Yo sería torero otra vez pero no quiero que mis hijos lo sean. Intentaría que no una y otra vez, pero si me ganan el pulso, me tocará tragar y ayudarles en todo lo que pueda.

Fue un torero también castigado de manera fuerte por los toros. ¿Por las cornadas se va el valor como dicen?

—Depende. En algunas sí, se va el valor, el sitio, la confianza. Hay otras que no. Depende de cómo estés en ese momento, las hay que te enorgullecen y sacas pecho. Si te la pegan en un mal momento te hacen daño. Las cornadas son muy necesarias, tienen que existir para que se vea que esto no es un juego. Ese animal está hecho para acometer, para coger y hacer daño. La de Quito me hizo daño. En Logroño me llegó otra en un buen momento. También las sufrí en Barcelona, Santander, en Ciudad Juárez (México)… la de Colliure (Francia), que fue la primera que tuve entrando a matar, me afectó mucho y lo pasé mal. A partir de ahí cuando cogía la espada veía el demonio, tenía 17 años y fue mi bautismo de sangre. No estaban mis padres, necesitaban una autorización para operarme, no nos entendíamos con el idioma… También tuve problemas con otra que sufrí al lado del ano en Tlatenango (México) unas navidades; ahí hubo una trayectoria que no me curaron y se produjo una infección, se complicó todo… Me tuvieron que volver a intervenir. Allí estaba solo y las pasé canutas. Fuera de España, en Colliure, Quito, Juárez, Tlatenango. Muchas veces las cornadas quien más las cura es el cariño de la familia.

En el epílogo apareció un torero maduro, cuajado, poderoso, con un concepto distinto, con un poso que no tuvo su carrera, ¿en qué momento se dio cuenta de que eso había llegado?

—Hace 10 años noté esa evolución, veía que salía el toro y eran toques para fuera, brusquedades. En el campo me di cuenta de que con la suavidad se podía a los toros y así empecé. Luego, muchas veces te cohíbes de hacer cosas en la plaza por el qué dirán… Estos últimos años perdí esa vergüenza por hacer cosas nuevas. No se cómo caerían, pero cuando uno se desenmascara todo fluye.

¿Qué da más vértigo, mirar para atrás y ver lo que uno logró; o hacia adelante con una nueva vida ya sin el toro?

—Lo pasado, pasado está. Cuando has hecho una cosa te despreocupas, ahí queda y lo contarán. Ahora tengo por delante una vida entera, estaré cerca del toreo, lo disfrutaré con otros miedos. También inculcaré a mis hijos esta profesión que es la que me lo ha dado todo.

¿Qué le preocupa de mañana?

—Las emociones. Lo numérico me la trae al pairo, pero sí me gustaría disfrutar. Eso lo voy a hacer. Va a ser único y no lo volveré a sentir en mi vida. Fíjate lo que es eso: va a ser mi última corrida de toros, asusta solo decirlo. Ese vacío no lo supliré con nada.

Sus números

López Chaves cumplirá mañana (21 de septiembre de 2023) el décimo paseíllo de esta temporada con el que pondrá fin a su paso por los ruedos, alcanzando las 290 corridas de toros (1998-2023). De todas ellas, 26 fueron en la plaza de toros de Las Ventas de Madrid, 3 en La Maestranza de Sevilla, en la Feria de Abril; cuatro en la feria de San Fermín de Pamplona y 6 en las Corridas Generales de Bilbao. Por su parte, mañana cumplirá su paseíllo número 23 en el coso de La Glorieta de Salamanca: 20 como matador de toros y tres en su etapa de novillero. Cuatro veces cortó las dos orejas a un mismo toro en este escenario: a un novillo de Bañuelos (1997), a Vichero de Carmen Lorenzo (el toro de la alternativa, 1998); a Chamaquito de Vellosino (2007) y a Chillón de Francisco Galache (2022). Fueron ocho de las 26 orejas que paseó en esta plaza.

Mano a mano con El Juli en la despedida

El cartel de mañana en La Glorieta queda finalmente en mano a mano entre López Chaves y El Juli, tras la baja de Morante de la Puebla, que tampoco cumplirá la segunda de las dos tardes que tenía contratadas en la feria taurina que mañana concluye. La baja del cigarrero también ha llevado a un cambio respecto a las ganaderías anunciadas inicialmente en la corrida concurso de ganaderías que finalmente serán, por este orden, de los hierros de Puerto de San Lorenzo, Garcigrande, José Enrique Fraile de Valdefresno, Domingo Hernández, Carmen Lorenzo y Hermanos García Jiménez.

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