
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Secciones
Destacamos
Lleno en los tablaos en tarde entoldada y fría de temperatura.
GANADERÍA 4 novillos de CASTILLEJO DE HUEBRA, parejos y bien presentados. Codicioso y bueno el 1º, con duración y entrega, a más; excelente el 2º; noble el rajado 3º; y de revolución el 4º, que resultó un novillo de bandera. Y 1 novillo de EL CANARIO (5º), noble y de buen juego, para rejones.
DIESTROS
DAVID FDEZ GALINDO 'EL GALI' (de Algeciras, Cádiz) Media estocada, dos descabellos y estocada baja: silencio.
SALVADOR HERRERO (de Salamanca) Estocada delantera y perpendicular, pinchazo y estocada desprendida: silencio.
NOEL GARCÍA (de La Fuente de San Esteban, Salamanca) Estocada atravesada que asoma, pinchazo, otras dos atravesadas con siete descabellos: silencio tras dos avisos.
JUAN MANUEL VIDAL (de Sanlúcar, Cádiz) Estocada: dos orejas y rabo.
VÍCTOR HERRERO (rejoneador) Pinchazo y rejonazo con cinco descabellos (oreja).
La novillada de Castillejo de Huebra, bien rematada, pareja de hechuras como cuatro gotas de agua, resultó un dechado de virtudes. Comenzó a embestir nada más abrirse la puerta de chiqueros en el que abrió la función y no dejó de hacerlo hasta que arrastraron al cuarto en la gloria de la vuelta al ruedo, más que bien merecida tras la petición de un indulto que puso en un brete al presidente que, ante unas condiciones bárbaras en el juego del animal, se aferró a la categoría del escenario para no sacar el pañuelo naranja y sí el azul que le premiaba con los honores en el arrastre. Al final fueron tres novillos de categoría, que tuvo en este último de festejo un astado excelso: por la prontitud y la espectacularidad de sus embestidas que cautivaron al público en aquellas arrancadas a más de veinte metros a la muleta de Juan Manuel Vidal en la que antes, y también después, se había entregado con una categoría superlativa. Por la prontitud, la humillación, la entrega y el recorrido infinito en el que siempre se entregó sin reservas. Fue el broche soberbio de una novillada de altos vuelos que abrió con un eral fantástico, al que superó en intensidad y bravura, el segundo, más intenso y profundo. Y al lado de ese torrente de virtudes de los dos primeros capítulos, el tercero, más apagado y con menos entrega en su nobleza antes de que se rajara, pareció el menos bueno.
El Gali, fue alternando las series con ambas manos con buen trazo a las que le faltó continuidad y limpieza. Quiso apretar en el epílogo con las manoletinas de rodillas después de salir trompicado, en cuanto se quedó al descubierto y no se impuso a la embestida del astado, que puso en valor así su bravura de no perdonar un fallo. Se atascó con la espada el gaditano de Algeciras.
Salvador Herrero brindó la faena a Manuel Diosleguarde y comenzó el trasteo arrebatado con las dos rodillas en tierra. Lo entendió con intermitencia, le hizo pasar apuros cuando no se impuso y no se anticipó a unas embestidas que pedían mando y entregaban todo ante la exigencia aunque no regalaran nada.
El trasteo de Noel García, que brindó a Ismael Martín, tuvo asiento, firmeza y buen gusto en las formas, pero le faltó continuidad y, sobre todo, medida en una faena excesivamente larga que acabó perdida en nada… y con el mal trago de la espada.
Desparpajo y facilidad en todo lo que hizo mostró Juan Manuel Vidal desde que se abrió de capa. Más conexión que pureza y asiento, más facilidad que poso. El gaditano buscó rápido el calor del público que otra cosa y tuvo la virtud sobre todo de lucir al novillo. Lo mató de una estocada y paseó los máximos trofeos.
Era toda una incógnita saber cómo se iba a desenvolver Víctor Herrero rejoneando en un escenario tan comprometido y de espacios tan reducidos. Y resolvió el envite con solvencia, aparente tranquilidad. Las cuadrillas le pararon el toro de salida con el capote, antes de entrar en escena el rejoneador que rápido apareció para hacer frente al toro de El Canario, con una tranquilidad manifiesta y templada. Dos rejones de castigo para hacerse dominador de la escena, y clavar después las banderillas con solvencia en faena de mérito en la que se mostró dominador de todos los pasajes. Se atascó con el descabello y paseó una oreja de sus paisanos.
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