Borrar

“Burreñito”, el toro salmantino criado a biberón para el que han pedido el indulto

Ha sido lidiado este domingo en Beziers (Francia)

Domingo, 18 de agosto 2019, 22:22

“Burreñito”, el toro criado a biberón de la ganadería salmantina de Pedraza de Yeltes, ha sido lidiado este domingo en la plaza francesa de Beziers, ofreciendo una extraordinaria bravura que a punto ha estado de salvarle la vida. El presidente no ha atendido la petición de parte de la afición francesa y ha dejado el premio para el animal en una atronadora vuelta al ruedo. Octavio Chacón, torero que estoqueó al animal también fue premiado con la vuelta al ruedo.

El destino de Burreñito estaba a 1.035 kilómetros de Pedraza de Yeltes. Este domingo se ha lidiado en Béziers (Francia). No es un toro cualquiera, sino un ejemplo más de la grandeza de los anónimos hombres del campo. Los que cuidan y velan por el ganado bravo día a dia sin descanso. Ese empeño, dedicación y entrega fue la que salvó la vida a Burreñito nada más nacer. Su madre, primeriza, le abandonó tras el parto, y aquella dura mañana del frío invierno allí estaba, escondido en un manojo de palos y hojarasca en la que había encontrado el refugio de la noche cuando se lo encontró Curro, el mayoral de Pedraza de Yeltes. Su madre apenas le había dado el primer aliento. No quiso saber nada más de él.

Burreñito se quedó huérfano nada más nacer, y el mayoral lo hizo suyo para salvarle la vida. Aquella misma mañana lo rescató. Indefenso y sin fuerza, lo recogió, lo montó en el coche y se lo llevó a uno de los boxes de las cuadras de los caballos. Extendió una alpaca de paja, le dio cobijo y allí lo encerró junto a otro becerro nacido de una vaca mansa al que le había sucedido lo mismo. Burreñito ya tenía su propia habitación compartida. Allí le llevaba Curro diariamente, en varias tomas, el biberón con la leche caliente para fortalecer sus primeros días de vida.

En los cercados de Pedraza de Yeltes empezó esta entrañable historia hace ya más de cuatro años. Este domingo en Béziers se ha desentrañado el misterio de la bravura de Burreñito, el fin principal del toro bravo. Hace cuatro inviernos Curro decidió criarlo a biberón. Mimos, atenciones y cuidados diarios para sacarlo adelante. En estos casos los primeros quince días son cruciales, apunta el mayoral: “Hay que ser muy estricto en las tomas, de mañana, tarde y noche, hasta que van cogiendo fuerza y aprenden a beber la leche. Hay que estar muy pendientes para que no le entren diarreas ni catarros. En cuanto a la comida, es mejor darle más veces y poca cantidad que no mucha en una sola para que lo asimilen”. Ahí incidía en las tomas nocturnas. Es bueno que los animales duerman con el estómago caliente, para que con el frío de la noche no se vengan abajo. Eso es tan fundamental como la constancia diaria para sacarlos adelante. Todos los días había que estar pendiente de él. Ahí no existen las fiestas ni fines de semana que den descanso al biberón. Poco a poco se fue subiendo la cantidad del alimento. Pasado el mes y medio ya se le empezó a dar agua y pequeñas raciones de pienso. Las tres tomas iniciales se fueron convirtiendo en una, que se le administraba por la noche con cuatro litros de leche en polvo; hasta que después llegó la hora de completarlo con el agua, el forraje y el pienso a partir de los cuatro meses.

Ese ‘combinado’ se hacía para complementar la comida y que fuera aprendiendo a comer sólo, con el objetivo de soltarlo de nuevo al campo lo antes lo posible. Esto se hizo cuando el becerro cumplió siete meses. Ahí se reencontró de nuevo con la tropa de vacas y con el resto de los becerros de su camada, hasta la hora del destete previa al herradero. Ese el el momento en el que se quitan las crías definitivamente de las madres y se separan los machos de las hembras. Antes de todo aquello Burreñito había vuelto a su hábitat natural. Atrás quedaron aquellos juegos iniciales entre ambos, el mayoral y el becerro que ya se tenía en pie y había afrontado la vida con garbo: “Jugando algún día con él y la comida llegué a llevármelo a casa... Venía detrás de mí en cuanto lo llamaba”, comentaba Curro en el reportaje firmado en estas mismas páginas en febrero de 2015 en el que se relataba esta historia que ya tiene cuatro años de vida.

De aquellas entrañables imágenes que se repetían con admirable constancia en el invierno han pasado cuatro años. Aquel becerro ya se ha convertido en un toro. Y no un toro cualquiera. Su imponente presencia y magníficas hechuras le hicieron entrar por derecho propio en las libretas de campo de las mejores empresas del sur de Francia. La ganadería de Pedraza de Yeltes estaba anunciada este domingo en el coso galo de Béziers (Octavio Chacón y Juan Leal, mano a mano), uno de los mejores escenarios de la temporada. Allí saltó Burreñito para defender el orgullo y el trono de esta ganadería en los cosos franceses. El año pasado Joyito, de esta divisa, fue premiado con la vuelta al ruedo en esta misma plaza.

En todo este tiempo, a Burreñito se le ha seguido la pista con especial esmero. Era uno de los predilectos de la camada prevista para esta temporada. “Mientras fue un becerro, Burreñito no daba ningún problema, pero de eral para utrero, y luego ya de toro, se convirtió en uno de los más guerreros de la camada. Cuando entraba a los corrales, bien para vacunas, para colocarle las fundas... siempre era de los primeros en arrancarse”, comenta sobre la evolución del animal. “Estuvo bastante tiempo que era el jefe del cercado donde estaba y hubo otro momento que lo tuvieron apartado de la manada, y estuvo él solo hasta que pudo entrar otra vez en el grupo, porque lo tenían atosigado a peleas. Pensé que al final iba a haber algún percance y no iba a poder llegar a la plaza para poder lidiarlo, después de tanto tiempo”.

Las sorpresas en el campo no descansan. Cada día es una historia nueva. Un nuevo obstáculo que salvar y un contratiempo que solucionar. Apenas existen los días tranquilos y con los animales no hay nada estipulado de antemano. Entre las hazañas que han vivido en todo este tiempo de guerras y disputas en el campo, Curro Sánchez recuerda una de las anécdotas con Burreñito: “Hubo un día que lo tuvimos que sacar de una charca. Tras una pelea con los toros de su cercado encontró el refugio en la charca y de allí no había manera de que saliera. Estaba atemorizado ya llí se sentía seguro de nuevos ataques. Tuvimos que estar llamándolo y citándolo con los caballos para que se arrancara y saliera de allí. Estaba acobardado, no sabía donde meterse. Era un método que encontró para aislarse de los demás”, comenta el mayoral de la ganadería.

Hay una norma no escrita en el campo —y que no siempre se cumple— que dice los toros más bravos suelen ser los que tienen un comportamiento más tranquilo en el campo. Los más pacientes. Los que menos guerra dan, los que toman las puertas y las porteras con menos recelo: “Siempre soy partidario de si tengo que apostar por un toro, lo hago por el que más tranquilo está siempre en el campo y en los corrales, el que está apartado. Los guerreros siempre han sido más teclosos después en el ruedo”, confiesa con la cautela que implica siempre aventurarse a adivinar el juego en el ruedo de un toro bravo. Aún así, el mayoral de Pedraza de Yeltes comenta su experiencia vivida en otros casos: “En las hembras que se han criado a biberón y que se prueban después en la tienta de añojas o de eralas, en las primeras tomas de contacto se les nota cierto recelo, tardan más en reaccionar a los cites y a los engaños. Son más frías y distantes hasta que se enfadan un poco más y ya entran en juego. Se les nota un poco más de frialdad de salida, pero luego ya, si son buenas o son malas, acaban demostrando igual su comportamiento”.

Aunque no es nada extraño encontrar en el campo bravo casos de becerros criados a biberón, sí que es poco usual que lleguen tan lejos. Tanto como para terminar lidiándose en una plaza de toros de la importancia de Béziers, una de las claves del curso taurino. Sin embargo, este caso no ha sido inconveniente para llegar a un destino de primer orden. Si es bravo, será bravo, y si es manso, será manso. No valen las excusas: “No es inconveniente ninguno, a los siete meses de vida salió de nuevo al campo con el resto de los hermanos y, desde que empezó a comer pienso, ya no se le tocaba ni acariciaba. Este caso no es como el de otros en los que se sigue teniendo contacto con los animales en el campo y se dejan tocar y acariciar durante el resto de su vida. Con este jamás volvió a tener contacto con nadie”, asegura Curro Sánchez.

No valen las excusas, aunque el mayoral de Pedraza confiesa su debilidad por este toro y esta historia de la que ha sido coprotagonista: “Sin duda, es un orgullo llegar hasta aquí. Evidentemente siempre pone uno todo el empeño en que los becerros salgan adelante, lo ves crecer y ves que el esfuerzo. No es un sacrificio porque es mi trabajo. Ahora ojalá que embista”. Son los secretos y las historias escondidas del campo bravo, que encierra su misterio, su trabajo sordo y callado. Demasiado y poco valorado, hasta que se logra el milagro de que un toro bravo salte a una plaza.

Sigues a Javier Lorenzo. Gestiona tus autores en Mis intereses.

Contenido guardado. Encuéntralo en tu área personal.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lagacetadesalamanca “Burreñito”, el toro salmantino criado a biberón para el que han pedido el indulto