Secciones
Destacamos
Bajan calmas las aguas por el Tormes mientras vamos al encuentro con Borja Jiménez. Es un remanso de paz. El frío siberiano de un despertar gélido casi se toca. Es media mañana y se impone a un sol que se hace protagonista con timidez. ... En un aparte del paseo fluvial, ajeno al ir y venir de caminantes, Borja Jiménez intuye las mil y una embestida que le queda cada mañana en un paisaje idílico. Al fondo y en lo alto, la majestuosidad de las catedrales. Se desenvuelve en un redondel de arena que simula un ruedo en el que no hay más barreras que los centímetros de un bordillo que delimitan los jardines que le rodean con una frondosa vegetación en la que reinan árboles imponentes. Los cuatro bancos sobre el perímetro de esa zona de sueños parecen burladeros imaginarios. Barrero al mando el carretón, mientras simulan como sacar el toro del peto: «¡Aprieta Barrero!», alza la voz Guerra sin haberse percatado aún de nuestra llegada. Borja Jiménez suelta los vuelos del capote y corre para atrás con la fortaleza de quien se encuentra a full para dejarlo en el platillo. Luego, un quite a la verónica ganándole pasos a las embestidas que ahora simula Guarrate con unos pitones. «Suéltalo muy lento», «La tonta en la bragueta», «Compás natural, desde arriba, mariposa»... son las indicaciones en un código que solo ellos entienden y que surgen mientras se cuelan con olés cuando se reducen las embestidas y el vuelo del percal acapara un protagonismo misterioso. Resulta una belleza absoluta el toreo de salón. Así es la continuidad a un entrenamiento que vacía cada día a Borja Jiménez. Hora y media entre andar y correr antes de ir a entrenar sobre las diez. Ahí le esperan unas tres horas con ejercicios, saludos, quites, tandas, salidas y entradas al caballo de lo más variado. Por la tarde, vuelven y ahí se emplean ya a fondo haciendo un toro o dos completo. Rutina diaria. Hablan y ven toros, escuchan, imaginan los sueños que están por llegar, como llegaron algunos en 2023. Borja Jiménez se vino a Salamanca para cumplirlos, dándose la última oportunidad cuando todos le daban por perdido, menos Julián Guerra, que le tendió su mano y se lo trajo desde su Espartinas natal (1992). De aquí salió quien el curso pasado fue la revelación. Una temporada a golpe cantado y de buenas sensaciones explotó en Las Ventas en Otoño, con tres orejas a los victorinos. A Salamanca no ha vuelto porque de aquí ya no se ha ido. Aquí vela armas para el gran asalto.
¿En qué avanzó en este tiempo?
-Lo que más he avanzado junto a Julián ha sido en conocer las embestidas. Es lo que más me ha beneficiado. Con él, aparte de las cinco o seis horas que echamos a diario a entrenar, vemos muchos vídeos y analizamos todo. Él me analiza las corridas, muletazos, muletazos de cualquier torero, y los míos; cuando están televisadas las volvemos a ver y corregimos muchas cosas. Eso es lo que me ha hecho que tenga la mente todo el día puesta en el toro. Así, a los toros complicados que me salieron les pode sacar lo máximo. En la técnica he mejorado y la parte artística también. Consolidar una me permite evolucionar en la otra y tener más dominio.
Y al lado un sargento como Julián Guerra, ¿qué le aporta? Su intensidad, su pasión, la entrega que le pone a todo lo que hace es crucial pero imagino que aguantar eso no será fácil...
-El toreo es dureza. Es una profesión muy dura, que tienes que tener la mente fuerte para ponerte delante de los toros, y más en las ferias y te exige una exigencia mental, física y profesional tremenda. El toro es muy celoso, si te distraes, lo nota. Tener una persona como Julián no está pagado, soy un privilegiado. Me recuerda al maestro Espartaco padre, cuando estaba en la escuela. Personas así son clave.
¿Qué le aporta Salamanca?
-Siempre he venido a tentar, pero nunca viví aquí. En Navidad estuve unos días en Sevilla y ya la echaba de menos. Aquí llevo otro ritmo de entrenamiento y me siento a gusto. Todo el mundo me ha tratado muy bien y ya tengo buenos amigos aquí. A José Luis Barrero, que es mi banderillero, estuvo a mi lado desde el primer día que llegué sin saber si iba a torear una, cincuenta o ninguna. Y se implicó al máximo y tengo una relación personal muy buena con él. Estoy muy feliz aquí en Salamanca.
Si nos remontamos al inicio de su historia, vemos un novillero figura de su escalafón, luego llega ese parón tras la alternativa y el olvido... ¿Qué sirve más, una situación o la otra?
-No seré ni el primero ni el último. De novillero triunfé en todas las ferias. Parecía que iba todo rodado. Y eso me sirvió para tomar la alternativa un Domingo de Resurrección en Sevilla. Triunfé, pero llegó ese parón de siete u ocho años toreando poco o nada y no me esperaba. No sabía el porqué y tan radical. Cuando uno se dedica a esta profesión al 100%, la respeta, se implica y no te salen contratos es frustrante. Es muy duro. Luego, en ese parón, fue cuando de verdad empecé a pensar y escogí el camino que quería y lo que suponía.
Incluso de novillero, ¿pensó que era todo más fácil de lo que pensaba?
-Exactamente. Claro, veía que todo era muy fácil, me salía todo rodado. Tras la alternativa es otra historia. Ya no compites con novilleros sino con toreros con más experiencia. El toro tiene un año más, las plazas. Todo me sirvió para madurar. Siempre quise ir por el camino de la verdad y del respeto.
¿A qué se aferra un torero cuando no torea y ni se acuerdan de uno?
-A la afición, a las ganas de ser alguien. Cuando uno no torea y lo único que hace es torear de salón y los contados tentaderos que hace. Te agarras a la ilusión, a la afición, a la vocación. Cuando hubo momentos que no sabía si tirar la toalla había algo que me decía que no me podía irme sin soltar la última gota de sudor que me quedaba.
Eso también es difícil de explicar y entender a la gente de fuera. Tú sigues, pero de esa ilusión no se vive...
-Claro que no. Empecé a trabajar el año anterior a la pandemia y lo compaginaba con los entrenamientos y los tentaderos, aunque era un sinvivir. Trabajé un par de años hasta que di con Julián y me di la última oportunidad. Si no, había que abandonar. Me vine a Salamanca sin saber si iba a torear una o ninguna, incluso no sabía si me iba a apoderar. Decidí dejarlo todo y focalizarme en el toro. Cuando llevaba un par de meses aquí, Julián, se decidió.
¿Fue Salamanca la última oportunidad a la que se aferró en esta aventura?
-Sí, totalmente. Al final uno cumple años, este hacía mi octavo de alternativa y necesitas una actividad económica. No puedes vivir del aire. Aunque estuviese trabajando, para estar en el toro tienes que estar al 100%. Por eso decidí dejarlo todo, venirme y darme la última oportunidad. He echado horas, horas y horas. Muchas veces nos quedábamos Julián y yo hasta las tantas después de San Isidro, por ejemplo. En las ferias veíamos la corrida y entrenábamos hasta la 1 o 2 de la mañana. He entrenado de salón más horas que nunca. Sabía que era mi oportunidad, que no se me podía escapar. Y todo ha tenido recompensa gracias a ese esfuerzo.
Si mira para atrás, ¿qué siente o ve?
-Estoy orgulloso. Ante la dificultad he sabido superar la mente y tirar para adelante. No tiré la toalla cuando se puso difícil, al revés; le echaba un rato más de entrenamiento. Por eso, siento orgullo y satisfacción por mi familia, que me apoyó mucho. Y, sobre todo, los años duros, que es lo difícil.
En Madrid llegó la explosión pero, sin contar esa, ¿en qué tarde se dio cuenta que podía llegar la recompensa?
-Pamplona fue el punto de inflexión de la temporada y de mí. De mi cabeza, de ver que de verdad puedo. Al acabar y montarme en la furgoneta, lo primero que me vino a la cabeza fue Eres capaz y tienes capacidad para funcionar. La pena que ese día pinché los toros y no corté orejas. Se me fueron tres o cuatro.
¿Qué hubiera sucedido si el año pasado llega a matar los toros?
-¡Pufff! Todo hubiera sido más rotundo. Pasó igual unos días después con la corrida de Robert Margé en Madrid. Hubo tardes marcadas que se me fueron con la espada. Fue todo cosa de un pinchazo, de estocadas bajas; tampoco ha sido un desastre; fueron detalles, pero lo suficientes para no cortar las orejas.
La explosión de Madrid pone otra vez a Borja Jiménez en boca de todo el mundo, ¿cómo se asimila eso?
-Bueno, pues… En estas fechas, el año pasado, no sabía si iba a torear y nadie te echaba cuentas y tú llamabas y te decían que no era posible, que tenía una situación imposible; sin embargo, ahora parece que todo el mundo sabía lo que iba a pasar, que yo iba a romper.
Lo cierto es que nadie lo sabía, porque nadie le ayudaba y Borja Jiménez era un desconocido. Yo tampoco le llamaba para hacerle entrevistas...
-Claro. Sí, pero pasa eso en el toreo y en la vida. Lo tomo como algo natural y no le doy importancia. Es más, estoy agradecido a todo los que ahora se preocupan por mí, y mucho más, claro, a los que lo hicieron cuando nadie confiaba.
Y de repente la agenda se llena en invierno de entrevistas, de coloquios...
-Sí, sí, he ido a todos. A mí me gusta. Ir a los coloquios para hablar de toros sirve para estar al lado del público que es el que te va a ir a ver a la plaza. Creo que ese contacto con ellos es clave.
Siempre fui crítico con las figuras por meterse en esa burbuja en la que viven alejándose de la sociedad. ¿Qué le aportan esos encuentros?
-Muchas cosas. Al final uno está tan metido en su profesión que a veces te olvidas de lo que piensa el aficionado. Al final, al hablar con ellos, te cuentan su visión y te enseñan mucho. Cosas que a lo mejor tú no te das cuenta porque estás delante del toro y no estás en el tendido. Escuchar sirve para aprender.
¿En qué cambia este invierno del anterior?
-Cambia... pero el ritmo de entrenamiento es el mismo. Ahora tienes más de tranquilidad en la cabeza, entrenas sabiendo que voy a tener corridas de toros, antes entrenaba pero no sabía si iba a torear. La motivación y la mentalización es distinta desde primera hora, pero... Pero ya te digo que a mí el día a día es que no me ha cambiado nada.
La palabra «tranquilidad» se plantea peligrosa, ahora todo el mundo querrá ver al Borja Jiménez de las tres orejas en Madrid. ¿Asusta o motiva?
-La presión y la responsabilidad me gusta. Donde me siento y me sale el torero que llevo dentro es cuando estoy en plazas importantes, llenas.
¿Cómo se prepara eso?
-Intento trabajar la mente para eso, para que no me perjudique esa presión. Esa presión me tiene que hacer crecer como torero. Soy consciente de que va a haber muchas miradas puestas en mí.
¿La mente también se entrena?
-Sí, claro. Un porcentaje grande es la mente. Es fundamental la preparación física, técnica, artística... pero eso sin la mente no sirve. Al final lo que te da seguridad ante el toro, además de estar preparado, es que tengas una mente fuerte, que tengas las ideas claras, que sepas lo que quieres y el camino. Ante un toro complicado, si tienes la mente preparada te facilita dar ese paso y cruzar la línea. Eso lo hace la mente.
Conociendo la preparación que lleva, sabiendo de dónde viene, escuchándole, da la sensación de que no fallará...
-Dios quiera. Al final son muchos factores los que influyen. Estoy dando todo de mí para que no se escape. Ahora tengo en mi mano colocarme donde siempre quise; esperemos que…
¿Qué le da miedo ahora mismo?
-Lo que más me responsabiliza o más nervioso me pone es no ser capaz de estar al nivel de los que se espera de mí.
¿Qué le gustaría que dijéramos cuando acabe octubre de Borja Jiménez? ¿Cuál será el titular soñado?
-Ha conseguido lo que siempre ha soñado. Ese sería un buen lema.
La cuadrilla de Borja Jiménez de cara a la inminente temporada tendrá varias novedades y en ella contará con varias bazas charras. Por ejemplo, la collera de varilargueros que este año serán Tito Sandoval y Alberto Sandoval. Por su parte, los dos lidiadores serán el también salmantino José Luis Barrero junto a Vicente Varela; mientras que de tercero ejercerá las veces Javier Gómez Pascual. Como apoderado continuará Julián Guerra. El mozo de espadas será Mario Cortés y como ayuda ejercerá «Titi».
9 años de alternativa. Borja Jiménez se doctoró en La Maestranza de Sevilla el 5 de abril de 2015 (Domingo de Resurrección), de manos de Espartaco y Manzanares con el toro «Gondolero» (539 kilos) de Juan Pedro Domecq. Fue silenciado con este y le cortó una oreja al sexto. La próxima primavera cumplirá nueve años de alternativa.
44 corridas de toros. A lo largo de su carrera, el diestro sevillano ha toreado un total de 44 corridas de toros, diez de ellas fueron en plazas de primera categoría: Sevilla (5), Madrid (3), Zaragoza y Pamplona. Fue la pasada, la de su lanzamiento, la campaña en la que toreó mayor número de festejos (15).
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.