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Borja Jiménez, en un alto de su entrenamiento en Salamanca. LAYA
Borja Jiménez: «Salamanca me dio la última oportunidad para aferrarme al toreo»

Borja Jiménez: «Salamanca me dio la última oportunidad para aferrarme al toreo»

Fue novillero figura pero, como tantos, su nombre se esfumó en el interminable camino de la gloria. Julián Guerra lo rescató del olvido hace dos inviernos y se lo trajo a Salamanca desde su Espartinas natal. De aquí salió para alzarse como revelación de 2023. Aquí sigue como un salmantino más, velando armas mientras llega la hora del asalto definitivo al toreo

Javier Lorenzo

Salamanca

Miércoles, 17 de enero 2024, 16:30

Bajan calmas las aguas por el Tormes mientras vamos al encuentro con Borja Jiménez. Es un remanso de paz. El frío siberiano de un despertar gélido casi se toca. Es media mañana y se impone a un sol que se hace protagonista con timidez. ... En un aparte del paseo fluvial, ajeno al ir y venir de caminantes, Borja Jiménez intuye las mil y una embestida que le queda cada mañana en un paisaje idílico. Al fondo y en lo alto, la majestuosidad de las catedrales. Se desenvuelve en un redondel de arena que simula un ruedo en el que no hay más barreras que los centímetros de un bordillo que delimitan los jardines que le rodean con una frondosa vegetación en la que reinan árboles imponentes. Los cuatro bancos sobre el perímetro de esa zona de sueños parecen burladeros imaginarios. Barrero al mando el carretón, mientras simulan como sacar el toro del peto: «¡Aprieta Barrero!», alza la voz Guerra sin haberse percatado aún de nuestra llegada. Borja Jiménez suelta los vuelos del capote y corre para atrás con la fortaleza de quien se encuentra a full para dejarlo en el platillo. Luego, un quite a la verónica ganándole pasos a las embestidas que ahora simula Guarrate con unos pitones. «Suéltalo muy lento», «La tonta en la bragueta», «Compás natural, desde arriba, mariposa»... son las indicaciones en un código que solo ellos entienden y que surgen mientras se cuelan con olés cuando se reducen las embestidas y el vuelo del percal acapara un protagonismo misterioso. Resulta una belleza absoluta el toreo de salón. Así es la continuidad a un entrenamiento que vacía cada día a Borja Jiménez. Hora y media entre andar y correr antes de ir a entrenar sobre las diez. Ahí le esperan unas tres horas con ejercicios, saludos, quites, tandas, salidas y entradas al caballo de lo más variado. Por la tarde, vuelven y ahí se emplean ya a fondo haciendo un toro o dos completo. Rutina diaria. Hablan y ven toros, escuchan, imaginan los sueños que están por llegar, como llegaron algunos en 2023. Borja Jiménez se vino a Salamanca para cumplirlos, dándose la última oportunidad cuando todos le daban por perdido, menos Julián Guerra, que le tendió su mano y se lo trajo desde su Espartinas natal (1992). De aquí salió quien el curso pasado fue la revelación. Una temporada a golpe cantado y de buenas sensaciones explotó en Las Ventas en Otoño, con tres orejas a los victorinos. A Salamanca no ha vuelto porque de aquí ya no se ha ido. Aquí vela armas para el gran asalto.

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