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Los móviles intervenidos cada vez son más pequeños.
Invasión de móviles en la cárcel de Topas: diminutos, indetectables y en manos de cualquier recluso

Invasión de móviles en la cárcel de Topas: diminutos, indetectables y en manos de cualquier recluso

En cinco años se han decomisado más de 200 terminales, el último la semana pesada entre los calcetines de un interno. ACAIP-UGT avisa: «Son más pequeños que un mechero y se mueven por toda la prisión». Alertan de la gravedad de la situación y urgen tecnología avanzada para su detección

M. C.

SALAMANCA

Domingo, 13 de abril 2025, 09:10

El hallazgo de otro teléfono móvil en la prisión de Topas ha vuelto a encender las alarmas entre los funcionarios del centro penitenciario, que llevan años denunciando la proliferación de estos dispositivos entre los internos. El último fue decomisado a mediados de la semana pasada, oculto entre unos calcetines doblados, en poder de un recluso del módulo 6. Nada nuevo, pero cada vez más frecuente.

La cifra asusta: en los últimos cinco años se han intervenido más de 200 teléfonos móviles en la prisión salmantina -228 para ser precisos-, un número que no deja de crecer y que pone en jaque la seguridad del centro, del propio personal penitenciario, así como la de todos en general. Desde el sindicato ACAIP-UGT lo tienen claro: hacen falta más medios, más tecnología, más herramientas para frenar la entrada de móviles a las celdas. «Cada vez son más pequeños. Más pequeños incluso que un mechero. Los esconden y los mueven por cualquier sitio», denuncia un portavoz del sindicato, visiblemente preocupado.

Los teléfonos móviles en prisión no son un lujo para hablar con la familia, como algunos podrían pensar. En la mayoría de casos, son herramientas para seguir controlando el exterior, coordinar delitos o incluso amenazar a testigos. «No es solo que tengan móvil, es lo que pueden hacer con él. Estamos hablando de seguridad, no de una simple falta disciplinaria», remarcan desde el sindicato.

Los funcionarios denuncian que trabajan con medios anticuados y sin los inhibidores necesarios para bloquear las señales dentro del penal. «Seguimos confiando en registros manuales, cuando los dispositivos que entran cada vez son más sofisticados. A veces entran en piezas diminutas y luego los montan dentro».

El problema, insisten, es que la introducción de móviles se ha convertido en un «negocio» dentro de las cárceles. Hay internos dispuestos a pagar cientos de euros por tener uno. Es un artículo de lujo y de poder. Quien tiene móvil, tiene influencia.

El hallazgo de la semana pasada vuelve a demostrar que la vigilancia diaria no es suficiente. Aunque los funcionarios realizan cacheos constantes y revisiones aleatorias, sin tecnología puntera es imposible adelantarse. Hacen falta escáneres más precisos, inhibidores modernos y un protocolo serio contra esta amenaza. No se puede seguir mirando hacia otro lado, zanjan desde ACAIP-UGT.

Mientras tanto, los móviles siguen apareciendo. A veces entre libros, otras en comida, ahora dentro de unos calcetines. Y siempre con el mismo mensaje entre líneas: las cárceles no están preparadas para frenar esta ola que crece sin control.

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