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T.C.F., el septuagenario acusado de abusar sexualmente tres veces de una niña de 13 años, valiéndose de su condición de amigo de la familia de la misma, en dos localidades de las provincias de Salamanca y Cáceres desde el año 2018, negó ayer haberla forzado, asegurando que el único contacto que tuvo con ella «fue cuando le tiró una manta» en una ocasión que se quedó a dormir en la casa de la menor. La Audiencia Provincial de Salamanca ha acogido la mañana de este miércoles el juicio contra el varón, para el que el fiscal que lleva el caso solicita una pena de dos años y seis meses de prisión por cada uno de los tres delitos cometidos (siete años y medio de cárcel en total) por un delito de abuso sexual a menor de 16 años.
El representante del Ministerio Público le reclama asimismo el pago de 5.000 euros de indemnización a la menor en concepto de daños morales con motivo de unos hechos que habrían tenido lugar hace cinco años (en la actualidad ya es mayor de edad).
«He sido amigo de la familia unos diez años, nos conocimos en la localidad cacereña de Riomalo y era como un abuelo para ella y sus hermanas», comenzó declarando el acusado en referencia a la víctima y denunciante, y prosiguió contando que en una ocasión, en 2018, ambos se encontraron en el domicilio de ella, en Villamayor, cuando la familia le invitó a la celebración de un cumpleaños familiar. «Ese día me quedé a dormir en la casa, pero en ningún caso le realicé ningún tocamiento. El único contacto que tuve con ella es cuando fui al baño. Ella estaba en un sofá y me pidió una manta, yo se la tiré y me fui», explicó. El acusado detalló que en ocasiones también acudía a otra casa de la familia en Riomalo por el verano de 2019, pero que allí «nunca se quedó a dormir, ni estuvo a solas con la niña», dijo.
También negó que en ningún momento le realizó tocamientos ese mismo verano en el bar de la localidad vecina, donde trabajaba la madre de la entonces menor. «Recuerdo una ocasión que estaba llorando en el bar, yo me acerqué para consolarla y le di un abrazo, pero nada más», añadió el acusado.
«La niña no quería ir a Riomalo porque tenía que cuidar mucho tiempo de sus hermanas ya que sus padres trabajaban casi todo el día, creo que por ese motivo me acusa de todo ello», concluyó el acusado.
A continuación y por videollamada declaró la víctima que coincidió con él en que tenía una relación como si fuera su abuelo. Según la víctima, en 2018 sufrió los primeros tocamientos con ánimo libidinoso por parte del acusado. «Vino a mi casa para festejar un cumpleaños y se quedó a dormir. Cuando todos se habían ido a la cama, me quedé con él en el sofá y fue en ese momento cuando me tocó los pechos por debajo de la ropa, yo me levanté y me fui a pesar de que me agarró», dijo.
Posteriormente, «como un mes después ocurrió el segundo hecho, esta vez en Riomalo», contó la joven dudando en varias ocasiones sobre las fechas de los hechos denunciados. «Estábamos en la casa del pueblo y otra vez nos quedamos él y yo solos. Yo me subí a dormir a la tercera planta y más tarde subió él, abrió la puerta de la habitación y me tocó mis partes íntimas durante unos 10 minutos por debajo de la ropa. No le dije nada, me levanté y me fui a dormir con mis padres», expresó.
En cuanto al tercer hecho que habría sucedido en el bar de Riomalo, detalló que el acusado se acercó a ella y le dijo: «se lo que hago y lo siento», detalló. «Ahí empecé a llorar y se lo conté a mi madre, pero en ese momento no me tomó muy en serio hasta que denuncié las navidades del año 2020 cuando se lo conté a mi tutora del colegio», manifestó.
«Lo pasaba muy mal cuando tenía que ir a Riomalo porque tenía miedo de encontrármelo, me lo hacía cuando estaba borracho y por la noche, por el día aparentemente teníamos buena relación», concluyó la víctima en el juicio.
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