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Lunes, 14 de marzo 2022, 20:52
Muchos productos se están viendo afectados por una inflación exagerada, que se está cebando especialmente con el aceite de girasol. Los precios han llegado a doblarse y el miedo al desabastecimiento ha provocado la compra compulsiva, motivo por el que ya se buscan alternativas.
Uno de los sustitutivos naturales es el orujo de oliva, que están formados por la pulpa, los huesos, agua y una cantidad residual de aceite de oliva (entre el 2 y el 3%). Se extrae con disolventes químicos, por lo que no se le puede llamar aceite de oliva virgen, pero tiene el mismo perfil de ácidos grasos que si hubiera sido extraído mediante procesos físicos. Sin embargo, tiene una acidez, unos aromas y unos sabores desagradables que obligan a que tenga que ser refinado.
El producto que finalmente llega a los consumidores es el aceite de orujo de oliva, que los consumidores pueden encontrar en los comercios y supermercados. Es muy rico en ácido oleico y recomendable para diabéticos debido a que reduce la resistencia a la insulina.
Además, para cocinarlo hay que seguir más o menos los mismos pasos que para el aceite de girasol, puesto que sirve para fritos y su sabor es neutro. El principal cambio es que se recomienda no superar los 180º de temperatura.
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