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Walter Coveñas, a las puertas del negocio de su tía. ALMEIDA
«Vine de visita y me enamoré de este oficio: no tengo miedo a emprender»
GENTE DE PRENSA

«Vine de visita y me enamoré de este oficio: no tengo miedo a emprender»

Walter Coveñas llegó a Salamanca hace cuatro años y trabaja junto a su tía, la dueña del negocio, en un quiosco del barrio de Garrido. «Me hice a la moneda en dos días»

María Regadera

Salamanca

Viernes, 11 de abril 2025, 11:54

Tania Anaya es natural de Perú, vive en Salamanca desde hace 27 años y regenta desde hace varias décadas un quiosco en la calle Acacias, en el barrio de Garrido. Además, desde hace cuatro lo hace de la mano de Walter Coveñas, su sobrino de 36 años que le acompaña cada día. «Trabajaba en Perú desde hace muchos años, vine de visita a Salamanca y me enamoré de este oficio. Mi tía me propuso ser autónomo y trabajar con ella y no lo pensé dos veces... me quedé», asegura él.

Ambos se turnan para afrontar el amplio horario de su negocio, de 7:30 a 15:00 y de 17:30 a 23:00 horas. No obstante, Coveñas sueña con emprender su propio quiosco cuando encuentre una buena oportunidad. «No tengo miedo a emprender, sé que puedo organizarme y administrar mi propio negocio. Ahora estoy aprendiendo el oficio y ahorrando para ello, me encanta esto. Lo estoy guardando todo porque quiero invertir en mi futuro», afirma. El peruano se plantea invertir en un tiempo en un local en el centro de la ciudad.

El día a día de estos quiosqueros es similar al de sus compañeros de profesión, aunque aseguran que lo más gratificante para ellos es el trato directo con el cliente. Lo peor de su trabajo, reconocen, es «cuando no hay clientes». «Nunca me he quejado por trabajar, al contrario. Me aburro cuando no hay gente en la tienda, hay horas en las que haces menos ventas y eso es malo porque te entra sueño o no sabes qué hacer. Yo trabajaba muchas más horas en Perú, esto para mí no es nada», explica Coveñas. El día de mayor ventas en el quiosco siempre es el domingo.

El perfil de sus clientes es muy variado. «Las personas de edad avanzada vienen diariamente a por el pan y LA GACETA. Sin embargo, en las tardes tenemos muchas familias y gente joven. También vienen muchos clientes fieles que nos conocen después de tantos años», explica. La pandemia golpeó duramente al barrio y algunos vecinos perdieron la vida: «Siempre digo, pobres mis yayitos... hay gente mayor a la que no he vuelto a ver desde antes del COVID. En este barrio se perdió a mucha gente», manifiesta.

El joven ya lleva cuatro años en la ciudad, y se considera un enamorado de su trabajo. Recuerda con nostalgia sus primeros momentos en el quiosco: «Dominaba el idioma muy bien y tardé en hacerme a la moneda un par de días, lo pillé muy rápido», reconoce. Coveñas desvela también las dos cualidades que debe de tener toda persona que se encuentre de cara al público: amabilidad y paciencia.

Por el momento, ninguna de las dos personas al frente del negocio se plantea cambiar el rumbo de su futuro. Tampoco cuentan todavía con alguien que asuma el relevo generacional en el futuro, pero seguirán trabajando por y para sus vecinos del barrio.

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