C.R.
Salamanca
Domingo, 2 de marzo 2025, 05:55
Forman parte del granero y la despensa de Salamanca, ya que albergan grandes terrenos dedicados a la ganadería y la agricultura, pero sus vecinos no disponen del más mínimo servicio en su pueblo. Garcirrey y Gejuelo del Barro son los dos términos municipales de Salamanca con menor densidad demográfica de la provincia. Son la expresión más clara del desierto poblacional, del «Sáhara charro».
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En las últimas dos décadas, Garcirrey, que dispone de 84,55 kilómetros cuadrados de superficie, ha perdido una cuarta parte de su población. Son poco más de medio centenar de vecinos y ni siquiera llegan a veinte los que duermen en el pueblo. Muchos lo hacen en las fincas en las que trabajan y otros directamente en la ciudad del Tormes. «El último niño que nació, creo, que fue el mío y de eso hace ya 23 años. Desde entonces, me parece que no ha habido ningún nacimiento más», asegura el alcalde, José María Hernández. «La gente joven ya no quiere dedicarse al campo porque aquí no tienes fines de semana ni nada de descanso», asegura insistiendo en que Garcirrey no desaparecerá pero, dada su evolución, sí lo hará su Ayuntamiento. Por cada vecino no solo hay casi kilómetro y medio de terreno sino 114 vacas. Hay más ganado que población.
«¿Encontrarse algún vecino por la calle? No, es muy complicado. La población está muy diseminada», asegura Hernández. «Es complicado conseguir que más gente venga a vivir aquí», añade. «En el pueblo no hay nada. Nuestro centro de salud está en Aldehuela de la Bóveda y para encontrar comercio también en Aldehuela o en Pelarrodríguez. Para todo hay que coger el coche», explica.
No muy lejos de Garcirrey se encuentra Gejuelo del Barro. Con 31 habitantes tiene una superficie de 43,33 kilómetros cuadrados. «Es un pueblo pequeño en población pero grande en extensión. Por las carreteras te puedes encontrar con algún vecino, porque todos nos dedicamos al campo, pero por las calles, no», explica su alcaldesa, Isabel Pereña. Ante la pregunta de cómo se puede revitalizar la zona, la regidora se muestra poco optimista: «Nada. Ya es tarde. Y esto que ocurre va a pasar en más municipios. Hace 20 o 25 años sí se podían haber hecho muchas cosas, pero hoy es complicado». «¿Cómo se va a instalar una empresa aquí si no tenemos fibra para internet? Si no funciona la televisión. En invierno no se ve nada. Como haya niebla, no se ve ni La 1, ni La 2 ni ninguna», añade Pereña, que como alcaldesa consiguió fondos de la Unión Europea para dotar de wifi todo el pueblo. Pero, aún así, lamenta la falta de ayudas para impulsar a los pequeños municipios que sirvan para algo más que para asfaltar calles.
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