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Una pelea desde el minuto uno, en el que el tiempo no para de “comerles el reloj”. Es lo que llevan viviendo más de una década Guadalupe Seisdedos, Elvira Morales y Catalina García, madres de Sergio, Jesús e Irene, con síndrome de Down desde que nacieron. Juntas batallan cada día para romper las barreras y acabar con el estigma con el que todavía tienen que lidiar porque la sociedad, lejos de ver a sus hijos como a cualquier otro adolescente, sigue poniéndoles dificultades.
En la asociación Down Salamanca, las tres recuerdan el jarro de agua fría que sintieron en el momento en el que conocieron los diagnósticos. En una situación de gran vulnerabilidad como resulta ser la de un parto, a Guadalupe Seisdedos le dijeron que su hijo “no venía del todo bien” sin tacto alguno. Acto seguido, lo único que pudo salirle de su boca fue un “No puede ser”. La incredulidad y el shock brutal que sintió en aquel momento siempre permanecerá grabado en su cabeza. “Cuando me lo dijeron, lo negué todo. No sabía qué hacer. Fue horrible porque, con tanta prueba, no me dejaron disfrutar del nacimiento de mi hijo. Me sentía sola en medio de tanta presión y empezaron a aparecer las preocupaciones por su futuro”, recuerda.
Tras salir del hospital, todo supuso un giro de 360º. Guadalupe Seisdedos tuvo que dejar a un segundo plano su rutina laboral y entregarse al 100% a su bebé. En la misma línea, Elvira Morales y Catalina García recuerdan el primer día en el que tuvieron tanto a Jesús como a Irene en brazos.
Han pasado 23 años desde que a Elvira Morales le arrebataron a su pequeño justo después del parto para someterle a un ‘sinfín’ de pruebas, en medio de las cuales desconocían la realidad a la que a corto plazo se enfrentarían. “Que se llevaran a mi hijo sin saber yo nada fue muy complicado, pero lo peor fue cuando empezaron a justificar la situación diciéndome cosas como que no debía preocuparme porque había muchas personas que, pese a tener síndrome de Down, habían tenido éxito en la vida”, relata Elvira Morales, rememorando el ‘infierno’ que tuvo que pasar hasta que su hijo cumplió los 7 años: “Cuando tenía un año, empezó a desarrollar algunos problemas respiratorios por los que estuvimos entrando y saliendo del hospital con gravedad al menos dos veces cada mes hasta que cumplió 7 años”.
El caso de Catalina García tampoco se queda atrás. Hace 22 años, llegaba al mundo su hija Irene y, a los 20 minutos, le dieron a conocer su diagnóstico. En ese momento, tuvo que lidiar con la misma brusquedad con la que lidiaron las madres de Sergio y de Jesús. “Nada más nacer Irene, me dijeron que la niña era mongólica”, relata Catalina García recordando, además, cómo empezaron a referirse a ella como “pobrecita”, cómo mucha gente le reprochó el que no se hiciera una amniocentesis y cómo su ginecólogo le dijo que era la primera vez que se topaba con un caso así. “Para mí, también es la primera vez”, le respondió.
“Durante nueve meses, esperas el nacimiento de tu hija con una ilusión tremenda y, cuando nace, te la arrebatan de golpe”, asegura Catalina García repasando los 22 años que lleva batallando para conseguir que, de una vez por todas, se deje de pensar que los niños con síndrome de Down se comportan mal o que son distintos: “Por desgracia, hoy en día, sigue habiendo muchísimo desconocimiento. Mucha gente piensa que los niños con síndrome de Down son distintos, se comportan mal y tienen una esperanza corta de vida. Eso es mentira”.
En el Día Mundial del Síndrome de Down, juntas piden un cambio radical en la sociedad: que la gente no se cierre tanto en banda y que no se prejuzgue, sensibilización, información y que no se utilice la discapacidad para ganar votos. “La gente no es consciente de la situación que vivimos hasta que la viven. A cualquiera nos puede pasar algo así en cualquier momento”, sentencia.
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