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CIUDAD RODRIGO
Miércoles, 6 de septiembre 2023
Al menos cuatro escuelas rurales cerrarán sus aulas este curso debido a la falta de alumnos para llegar al mínimo que establece la Junta de Castilla y León. Los municipios de Cipérez, Sobradillo, Valdelacasa y Barbadillo ya han tenido que decir adiós a ... sus escuelas tal y como las conocían, todo ello a pesar de que el mínimo de escolares se fijó en 2021 en tres, un margen que hasta ese momento era de cuatro.
Como sucede en la mayoría de los casos, la falta de relevo generacional y la despoblación terminan por hacer una mella irreversible. «Los tres niños que teníamos se van ya al instituto, a Vitigudino; terminan el ciclo y no entra ninguno nuevo», señala el alcalde de Cipérez, Francisco Alonso. Otros, como Sobradillo, han estado en vilo durante todo el verano: «Había dos niños, y teníamos uno más en duda que se iba a empadronar, pero al final no ha sido así. Se van a Hinojosa», lamenta el regidor de la villa, José María González.
En una situación muy similar se encontraba Valdelacasa, cuyo alcalde, Juan Ramos, estaba expectante por el desenlace del próximo curso. «Este año cerramos; unos niños se van a otros colegios y los que quedan son hermanos, así que preferían irse». Y es que la escasez de alumnos empuja a su vez a muchos padres a inclinar la balanza en favor de colegios más grandes en los cuales sus hijos establezcan más relación social con otros niños.
Las escuelas rurales con poco alumnado en edades que apremian se encuentran ya en el punto de mira. Sin embargo, otros sobreviven, por ahora, sin la espada de Damocles sobre sus cabezas. Villar de Peralonso tiene actualmente cinco niños, y no solo eso, sino que ya puede respirar de cara al curso 2024-2025. «El próximo curso sale una niña que ya se iría al instituto, y entrarán dos niños en el colegio», indica el alcalde, Teófilo Vicente; una previsión alentadora que garantiza una pequeña mejora a largo plazo.
Localidades como Retortillo y Castellanos de Villiquera se defienden este curso con siete alumnos, una cifra que también les da cierta seguridad durante una temporada. Algunos regidores señalan que repoblar, y por lo tanto mantener las aulas en pie, es una utopía mientras carezcan de servicios básicos y oportunidades de empleo.
«Necesitamos que haya servicios, por lo menos un bar. Si no hay un modo de vida que ofrecer, nadie viene a vivir aquí. Muchos viven en Lumbrales, por ejemplo, y había quien quería vivir en el pueblo pero no ha podido terminar la casa a tiempo». Lamenta, además, las escasas posibilidades de reabrir. «Una vez cerrado, es muy difícil volver a ponerlo en marcha».
Los mayores temores se han hecho realidad en al menos tres de estas localidades rurales que pierden población de manera galopante, y junto a la población, servicios como las escuelas. «Cerrar el colegio sería como perder la vida del pueblo; haremos lo posible para evitarlo», señalaba en el mes de abril el alcalde de Cipérez, Francisco Alonso. Finalmente los esfuerzos no han podido impedir el cierre de las verjas que antaño albergaban escolares risueños de edades muy diversas y maestros en sintonía con el medio rural y con sus gentes.
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