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Manoli junto a su marido ‘Baldo’.
Tres años del Estado de Alarma: “Perdí a mi marido y mi madre. Vivía una pesadilla cada día”

Tres años del Estado de Alarma: “Perdí a mi marido y mi madre. Vivía una pesadilla cada día”

Manoli Escribano ha tardado tres años en tener fuerzas para contar su historia. Tuvo que sedar a su madre en su cuarto y ver cómo Baldomero, su marido, luchaba en la UCI

Miércoles, 15 de marzo 2023, 18:09

“La pandemia dejó a unos tocados y a otros nos hundió”. Manoli Escribano responde con el aplomo que da el paso del tiempo. Un poso que ayuda a caminar por la nueva vida sin olvidar. Ha necesitado tres años para poner palabras a los sentimientos. Para dar fuerza a las cuerdas vocales donde solo había nudos.

El coronavirus cambió la vida a Manoli. Trabajaba como técnico en el servicio de transfusiones del Hospital. “No teníamos ni lejía. La teníamos que llevar de casa”, recuerda de aquellos primeros momentos. Su marido y su madre estaban ambos convalecientes en casa tras una cirugía de trauma y su hermano había venido desde Suiza para ayudar a cuidarles.

Su madre fue la primera en enfermar. Tenía 88 años y dada una patología cardiaca que tenía Manoli vigilaba las constantes con exactitud: tensión y medir el oxígeno. “La respuesta del médico de cabecera siempre era la misma: el tratamiento y a esperar”. A los tres días se produjo una caída de la saturación. “Los médicos no se desplazaban a los domicilios. Eran los días más caóticos porque había muchísimos pacientes”, recuerda. Llamada a las Urgencias de San Juan mientras su madre sufría. Se asfixiaba. “Me decían que solo había tres ambulancias funcionales y había mucha lista de espera que no iban a poder asistir”. Las llamadas se repetían. Pedía que al menos un médico se desplazara para quitarle el dolor y sedarla. “Me sugirieron que la sedara yo”, reconoce. “Y así tuve que hacerlo. Vinieron solo para firmar el parte de defunción y me pidieron la morfina que había sobrado porque no había nada”.

Recuerda un funeral en un cementerio vacío en el que no había ni sacerdotes aquellos primeros días. Era el 2 de abril de 2020: el día en el que se alcanzó el récord de fallecimientos en Salamanca. “Todo era tristeza y soledad”. Unos días antes, su marido, ‘Baldo’, así lo apoda cariñosamente, había comenzado a mostrar síntomas y tanto él como su hermano tenían las primeras décimas .

“El tratamiento era global: medir la saturación de oxígeno, paracetamol y quedarse en casa”. ‘Baldo’ cada vez estaba peor, pero los niveles de saturación eran aceptables. “Tenía miedo de ir al Hospital. Aguantó esa noche, pero al día siguiente ya llamamos al 112 y le ingresaron en el Hospital”. Ingresó en la planta de Medicina Interna pero a los dos días ya fue intubado en la UCI. “Fue una situación durísima. Volvía a casa con toda la incertidumbre y hecha polvo”. A la semana del ingreso, fue junto a su hermano a Urgencias para comprobar si habían desarrollado neumonía. Ella había librado, pero su hermano también quedaba ingresado. “Era devastador. Había perdido a mi madre hacía una semana y había dejado a mi marido y a mi hermano ingresados. Subía la cuesta del Hospital al Virgen Vega con la cabeza baja y mi casa completamente sola”. Sus hijos estaban en Palma de Mallorca sin poder desplazarse.

‘Baldo’ permaneció en la UCI durante dos meses. Al mes se reinfectó en la UCI de coronavirus, pero logró remontar. Sin embargo, al cabo de 60 días ya no había marcha atrás. Manoli pudo despedirse, mientras sus hijos, Vega y Víctor, a través de un vídeo podían decir adiós con aquella canción que tanto gustaba a su padre. Bajaron la sedación y los ojos de su padre se inundaron de lágrimas. “Fue doloroso y terrible aquel momento de la sedación, la despedida y el funeral al que no pudieron venir ni sus hijos”. A pesar del fallecimiento, Manoli no para de repetir los agradecimientos a todo el personal sanitario que atendió tanto a su hermano como a su marido.

Mi marido y mi madre eran mis pilares afectivos más cercanos porque estaban conmigo todos los días y se habían ido”. Pasaban los días y la soledad de las habitaciones era cada vez más abrumadora. “La pesadilla la vivía al despertar y verme sola”. Reconoce que ese momento fue “devastador” pero también “precioso” por la cercanía que encontró entre todos los suyos. “Había compañeras que me decían que no les importaba romper el confinamiento para estar conmigo. Descubrí también un lado estupendo del ser humano”, subraya.

Manoli reconoce que su vida se puso del “revés”. “Yo me iba a jubilar y teníamos muchos proyectos por delante...”, asume. Trata de sacar una reflexión positiva. De responder con una sonrisa al mayor batacazo que le tenía reservado el destino. “No me queda más remedio que aceptarlo. No es la vida que he elegido, pero es la que tengo. Me tengo que reinventar, vivir y dibujar. Aunque en casa esté sola, sé que tengo a mucha gente pendiente de mí. Están mis hijos. Que solo tengo que descolgar el teléfono”. No se olvida de los que no están. “Sé que ellos quieren que sea feliz”.

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