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Del matadero al quiosco: «Hay que reinventarse para sobrevivir y si vienen con la excusa del paquete...»
GENTE DE PRENSA

Del matadero al quiosco: «Hay que reinventarse para sobrevivir y si vienen con la excusa del paquete...»

David Gallego lleva siete años detrás del mostrador de un quiosco en la calle Greco: «El pequeño comercio hace muchas cosas buenas, pero eso la gente no lo ve»

María Regadera

Salamanca

Viernes, 28 de marzo 2025, 12:20

David Gallego regenta desde hace siete años un quiosco en la calle Greco, en el barrio de Garrido. Después de años trabajando en un matadero en la localidad de Guijuelo, comenzó a sufrir dolores de espalda y tuvo que pensar en otra alternativa. Se enteró de que una señora dejaba el local, lo reformó al completo y apostó por emprender en este tipo de negocio.

«El día a día es muy agradable y casi siempre tengo a los mismos clientes, muchos de ellos desde el primer día y ya son como una familia. También da mucha tranquilidad saber que trabajas para ti y no tienes jefes», manifiesta el quiosquero. En su negocio no solo se puede adquirir pan, lotería, prensa, golosinas y comida. El dueño ha incorporado otros servicios para satisfacer las necesidades de sus clientes. «Hemos incorporado este local como punto de paquetería, porque como ha bajado la venta de otras cosas, hay que reinventarse para sobrevivir», afirma. Asegura también que esta es una forma de atraer a gente joven a este tipo de negocios. «Es una pena... cuando yo era un niño, casi todo lo comprábamos en el quiosco del barrio. La juventud ya no piensa en el negocio local, van directamente al supermercado. Es verdad que, si vienen con la excusa del paquete, pueden picar con algo».

El perfil de clientela que recibe Gallego cada día es de padres de familia y personas de avanzada edad. «No me arrepiento en absoluto de haber montado el quiosco. Estoy viviendo de ello, llevo siete años y me voy manteniendo. Lo que más pena me da es ver el barrio cada vez más vacío de bares y negocios», asegura. Hace años, el salmantino contaba con hasta tres sucursales bancarias a su alrededor. «Tener bancos al lado siempre mueve a clientes y aumenta las ventas», asegura.

Gallego, después de casi una década detrás del mostrador, hace una radiografía de su día a día. «El pequeño comercio hace muchas cosas buenas como saber la vida de cada cliente, saber si tiene familia o preocuparse por el estado de salud del cliente. También fiamos, si no llevan dinero encima o hacemos favores a gente mayor. Hay madres que dejan aquí sus llaves y te dicen 'luego viene mi hijo a buscarlas'. Eso no lo ve la gente, pero muchas veces somos como psicólogos», manifiesta.

Recuerda los duros momentos de la pandemia. Él estuvo cerrado durante los momentos más difíciles: «En este barrio perdimos a mucha gente y eso nos dolió», afirma.

Actualmente, trabaja solo en el negocio todos los días de la semana menos el domingo. Su horario es bastante amplio, de 8:30 a 14:00 horas y de 17:00 a 20:30 horas. De momento este negocio no tiene relevo generacional: «Mis hijos no se han interesado todavía por eso, ellos están ya estudiando», dice.

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