Los testimonios de las vírgenes que se citan en Salamanca: «No somos ni monjas ni laicas»

Ni monjas ni laicas. O al menos no del todo. Las mujeres que son parte de la 'Ordo Virginium' u Orden de Vírgenes transitan en un mundo intermedio entre estas dos realidades. Consagran su vida y virginidad al Señor como lo hacen las monjas, sin embargo, no viven en el convento ni visten hábito. Al contrario, su día a día es muy similar al de cualquier mujer laica. Solo que para ellas todo su ser está entregado a Dios de quien se han desposado por medio de un acto simbólico al que llaman la consagración.

Una tradición que, ante los ojos de la sociedad actual tiene un poco de surrealista, y que, no obstante, tiene sus fundamentos en los principios de la cristiandad. «Las primeras mujeres de la Iglesia eran vírgenes consagradas. Se entregaban a la Iglesia, pero no abandonaban sus ocupaciones. Luego con la Edad Media todo cambió porque necesitaban unirse para protegerse y surgieron los conventos. Entonces la figura de virgen consagrada cayó en el olvido hasta el Concilio Vaticano II en el que se recuperó», explica Yosune, una de las asistentes al encuentro.

Así, desde 1959 las vírgenes consagradas volvieron a tener un papel dentro de la iglesia católica. Una figura que poco a poco se fue extendiendo y que actualmente tiene un gran número de adeptas. En el encuentro nacional que tiene lugar en Salamanca son 61 las asistentes. Mientras, en España son cerca de doscientos cincuenta y a nivel mundial alrededor de cinco mil.

El fundamento por el que mujeres de todo el mundo deciden entregarse a este estilo de vida es porque sienten la llamada de Dios a servirles, pero no dentro de un convento. «Sientes que Dios quiere que vivas el amor en lugar de en un matrimonio en una virginidad consagrada. Es decir, en una esposalidad mística con Él. Es una entrega absoluta a Dios. Y tú sientes que esa vocación para ti da más frutos que estar en una congregación», comenta Inmaculada Parra, una virgen consagrada, que se emociona al rememorar el momento de su consagración. «Es una ceremonia hermosa. Impone mucho porque es un espositorio místico con el hijo de Dios. Te entregan el anillo, el velo y libro de la liturgia de las horas para rezar. Haces la promesa de no perder la virginidad y rezan por ti las letanías. En ese momento yo sentí que el señor daba la cara por mí. Que Él me estaba diciendo que sí».

Para llegar al esperado momento del 'matrimonio con Dios', las aspirantes a vírgenes deben mantenerse en estado de castidad toda su vida. Incluso en los años anteriores a su entrega. Por ello, implica una decisión muy firme y una vocación previa a la consagración.

• Temas
• Instagram
• Iglesia católica