Borrar
La psicóloga Teresa Sánchez, a las puertas de la Universidad Pontificia.
Teresa Sánchez (catedrática de Psicología): “Nuestro cerebro tiende a negar las muertes que no se pueden acompañar”

Teresa Sánchez (catedrática de Psicología): “Nuestro cerebro tiende a negar las muertes que no se pueden acompañar”

La experta en el tema del duelo denuncia que la salud mental ha sido “la hermana pobre” del ámbito sanitario y que “se han menospreciado los efectos psicológicos de la covid-19 sobre distintos grupos poblacionales”

Jueves, 18 de marzo 2021, 19:20

La covid-19 ha impedido que numerosas familias se despidieran de sus fallecidos, en especial en los primeros meses de la pandemia. Teresa Sánchez Sánchez, catedrática de Psicología de la Universidad Pontificia de Salamanca, ha publicado el estudio titulado ‘Duelo silente y furtivo: dificultad para elaborar las muertes por pandemia de covid-19’, un artículo científico en el que reflexiona sobre las traumáticas circunstancias que rodean al fallecimiento en pandemia y los sentimientos que provocan en los parientes.

–La muerte en pandemia es una experiencia aún traumática ¿no?

–Así es porque es una situación totalmente nueva, para la que no tenemos registros psicológicos, ni recursos suficientemente entrenados porque, además, tampoco podemos mirarnos en el reflejo de cómo afrontan otras personas esta situación y, de este modo, lo inesperado, la incertidumbre, lo incontrolable y lo naturalmente no programado de estos duelos complican bastante el proceso de desprendimiento, de despedida y de adaptación a la nueva circunstancia.

–Justo se cumple ahora un año del confinamiento domiciliario, ¿eso nos ha marcado?

–Sí porque todos partíamos de una creencia equivocada, que era un lapso breve, una tregua en nuestra vida cotidiana, pero la situación nos impidió, más aún, adaptarnos a una realidad que se prolongaba en el tiempo. Hace un año, evidentemente, no sabíamos nada de lo que nos aguardaba y mirábamos la situación como algo que aquí no podría pasar. Tenemos unos mecanismos mentales de negación y exclusión de lo real cuando es algo para lo que no tenemos registros ni recursos, pero con el paso del tiempo no nos ha quedado más remedio que adaptarnos a lo inevitable y no sé si hemos mejorado psicológicamente nuestra capacidad de adaptarnos, pero sí hemos mejorado, a la fuerza, nuestra necesidad de aceptar lo inevitable y lo impuesto en las ceremonias, en los ritos y en las normas que se han creado para tramitar el asunto de la muerte.

–En su artículo se centra en las consecuencias de la falta de velatorios y funerales.

–Es el núcleo duro del trabajo que he realizado al observar que hay múltiples reacciones de duelo patológico y otras emociones que, aunque no desemboquen en duelo patológico, se están presentando con una gran intensidad. Una de las manifestaciones es el estupor, la incredulidad ante lo que ha pasado porque las muertes que no se ven, que no se anticipan, que no puedes acompañar, son muertes que nuestro cerebro tiende a negar, a no dar por ciertas, y esto lleva a veces a reacciones un poco psicóticas en las que los familiares están esperando que el difunto, al que no han visto morir ni muerto, reaparezca por la puerta de la casa. También hay muchos sentimientos de culpa vinculados a todo aquello que no se ha podido hacer o preparar y a unas características de la despedida que son muy inhumanas porque no ha habido contacto físico, ni palabras que hayan mediado esa despedida, ni caricias, ni besos y ni reconocimiento del deseo del difunto para, por ejemplo, cumplir sus últimas voluntades. En muchos casos apenas han mediado unos días entre el contagio y la muerte, sobre todo en personas muy mayores, y estando los familiares separados y sin posibilidad de encuentro, ni durante la fase de enfermedad, ni durante la muerte, e incluso ni durante el velorio, que en muchos casos no se ha podido realizar y tampoco los enterramientos, muy restringidos a muy pocas personas, a veces ni los familiares directos han podido estar presentes.

“Los ritos de despedida cumplen funciones de adaptación al hecho de la muerte y también de acogimiento a los familiares que se sienten acompañados por la comunidad”

–¿Se ha demostrado la importancia de los ritos de despedida?

–Los ritos de despedida, los funerales, cumplen muchas funciones de adaptación al hecho de la muerte y también de acogimiento, los deudos se sienten acompañados por la tribu, por la comunidad, amparados, formando parte de esa comunidad que va a cubrir ese hueco, que va a proteger al ser vulnerable que queda. Esa demostración de afecto, de presencia física, supone un gran consuelo que en este caso está faltando.

–Un tema muy duro ha sido lo vivido en residencias ¿no?

–Efectivamente, un 40% de las muertes totales se han producido en residencias que han estado blindadas, por lo que aún ha habido una dificultad añadida. Eso deja una llaga, un dolor insuperable por las culpas, el sentimiento de indignidad con el que a veces los familiares sienten que se ha tratado a esas personas mayores. Ha habido momentos con actitudes inadecuadas, un trato vejatorio hacia esas personas cuyas enfermedades y muertes no se han comunicado en tiempo y forma adecuadas.

–¿Ya se están notando las consencuencias de la pandemia en la consulta de los psicólogos?

–La salud mental ha sido como la hermana pobre de la salud. Ha habido tantas dificultades para defender la salud en general, porque se han carecido de dispositivos y recursos para atender los propios contagios, que los recursos han sido prácticamente nulos, no se ha atendido y se ha menospreciado la importancia de los efectos psicológicos sobre distintos grupos poblacionales. Es más, en el caso de los niños parece que tuvieran que ser obligatoriamente elásticos y adaptarse a esta circunstancia sin más, pero no se está calculando el riesgo que puede tener para generaciones que, ahora como son niños no toman ansiolíticos, pero con el paso del tiempo van a crecer muy condicionados y mermados en su desarrollo personal debido a la forma anómala de aislamiento, de comunicación y de falta de espontaneidad para el contacto físico que no se les esta permitiendo tener ni en la escolarización, ni en el tiempo fuera. Sí somos más conscientes de que la población adulta está desarrollando un porcentaje de trastornos de ansiedad, de depresión, incluso manifestaciones de violencia interpersonal y de género, y se está observando también la aceleración en procesos de demencia, además de multiplicarse patologías como la agorafobia, estamos viendo que esas patologías se están ampliando, así como los trastornos hipocondríacos y aprensiones respecto a la salud. Lo que vamos a ver en los próximos años va a estar muy condicionado por esta experiencia.

–Sin embargo, parece que nos estuviéramos acostumbrando a escuchas las altas cifras de enfermos y muertos.

–Lo que sucede es que se produce un efecto de normalización y de cierta insensibilidad ante esos muertos porque no son nuestros muertos. Cada persona que vive una muerte sufre su propia tragedia particular. Además, desde fuera, como espectadores, se nos están hurtando las imágenes más duras que nos pudieran hacer tener más conciencia del alcance de las muertes. Eso permite también que haya más movimientos negacionistas porque no estamos viendo la muerte propiamente dicha ni en los velatorios, ni en los enterramientos que son solitarios. Se nos hurtan estas imágenes para no revictimizar a la población y no aumentar el malestar y eso es comprensible, pero tiene un efecto paradójico porque estamos oyendo grandes cifras de muertos con cierta normalidad, cuando no lo es, siguen siendo cifras insoportable y aberrantes, y no deberíamos acostumbrarnos a esto, pero es como sucede durante las guerras, se pierde el rostro y la individualidad de cada una de esas muertes.

“No se está calculando el riesgo de que los niños crezcan mermados en su desarrollo personal debido a esta forma anómala de aislamiento”

–¿Cambiará lo sucedido nuestra forma de ver la muerte?

–No tanto nuestra forma de ver la muerte, sino que aumentará nuestra sensación de vulnerabilidad. Vivimos, en general, como si fuéramos invulnerables, eternos, que la muerte le ocurriera a otro, pero tener conocimiento de que la muerte está en el piso de al lado, es como una explosión del concepto de muerte en nuestra mente que nos va a dificultar mucho el seguir viéndonos como invulnerables. Sí que es posible que apreciemos más los ritos de despedida y el acompañamiento y revaloricemos el hecho de poder estar con nuestros seres queridos cuando la enfermedad esté avanzada porque hemos vivido o conocido el impacto de no poder hacerlo.

–Un consejo.

–Tenemos que vivir cada momento de encuentro como si fuera el último, sobre todo cuando estamos hablando de nuestros padres o personas más mayores. No es que tengamos que estar despidiéndonos cada día, pero sí manifestar todo ese afecto y tener esos gestos de gratitud, reconocimiento o cercanía, aunque sea por videoconferencia, para que, en caso de que no sea posible un nuevo encuentro, por lo menos sintamos que hemos hecho lo que queríamos y no nos hemos dejado nada pendiente. No deberíamos escatimar la generosidad, el tiempo de conversación, de escucha, la realización de esos pequeños deseos que a menudo aplazamos para el futuro porque no podemos tener la certeza de que vaya a haber un futuro.

Sigues a R.D.L. Gestiona tus autores en Mis intereses.

Contenido guardado. Encuéntralo en tu área personal.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lagacetadesalamanca Teresa Sánchez (catedrática de Psicología): “Nuestro cerebro tiende a negar las muertes que no se pueden acompañar”