Con la llegada de una nueva edición de las casetas de a Feria de Día vuelve a abrirse el debate de las condiciones que hosteleros ofrecen para encontrar camareros, una tarea que cada día es más complicada.
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El ingenio es la mejor opción para salvar los problemas, algo que sabe muy bien Carlos Hernández, propietario de un restaurante del centro de la ciudad. Consciente de que actualmente los trabajadores huyen de la hostelería por sus jornadas extenuantes, su negocio solo ofrece cenas de jueves a sábado en temporada alta, ya que el resto del año solo abre por la noche el viernes y el sábado, además de cerrar dos días por semana. «Estoy muy satisfecho con el resultado y echamos horas pegados a la legalidad. Vivimos mejor, trabajamos mejor y llegamos a todo con más ganas», confiesa el empresario.
Es uno de los caminos hacia los que se dirige la nueva hostelería, dado su escaso atractivo especialmente entre los más jóvenes, los que podrían garantizar la continuidad de los negocios. Por el momento el suplicio para encontrar camareros y cocineros es notable, como en el caso de Isabel. Es la dueña de un restaurante ubicado en el centro de Salamanca. Desde febrero busca un cocinero y no es capaz de encontrar a nadie. Cada semana lo intenta insistentemente sin resultado hasta la fecha. «Queremos a alguien que tenga idea de cocina y que quiera trabajar, no necesito que tenga ningún máster, con que tenga unas bases me vale», explica la empresaria.
Desde que hace medio año comenzara la búsqueda ha encontrado a candidatos, aunque los pocos que ha conseguido no han continuado en el negocio «por diferentes motivos», resume la mujer. Ante esta situación confiesa: «No sé lo que le va a pasar a la hostelería. Este es un mal generalizado, no solo ocurre en Salamanca, la gente no quiere trabajar en el sector». Entiende que no es una cuestión de dinero, «pero hay que pagar según sepan, si no demuestran sus conocimientos no pueden cobrar como una persona especializada».
Resignada a continuar con el déficit de plantilla, asume que si no encuentra cocinero seguirá apañándose «como sea», pero no cejará en su empeño, ya que el contrato es atractivo. «El mínimo que se abona a un cocinero sobrepasa los 1.300 euros al mes, según el convenio de Hostelería», apunta, aunque lo cierto es que la mayoría de negocios mejoran estas condiciones básicas. «Otro problema que veo son las paguitas, con eso pocos quieren trabajar», zanja en relación a algunas prestaciones sociales.
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Los negocios de la provincia lo tienen más difícil para encontrar mano de obra, por eso Agustín Maíllo añade vivienda al salario. Si ya es difícil encontrar trabajadores para la hostelería de la ciudad, para la de la provincia es casi una quimera, según denuncia el presidente de la Asociación de Hostelería, Jorge Moro. Por eso los empresarios del ámbito rural también se han subido al carro de mejorar la conciliación para asegurar las plantillas, algo que ya ha hecho Agustín Maíllo, propietario de un restaurante en Mogarraz. No solo ha suspendido las cenas durante todos los días de la semana y mantiene las dos jornadas de descanso, sino que además ofrece vivienda en el pueblo a los trabajadores que son de fuera. «Facilitamos casa a la gente que no es del territorio con todos los gastos, además del sueldo y las propinas», explica el empresario del negocio, fundado hace 49 años.
El avance en conciliación ha facilitado la situación laboral de sus trabajadores, pero también la suya. «Yo trabajo como el que más, llego el primero al negocio y soy el último en marcharme, pero no dar cenas es un alivio importante. Es vital poder ver a la familia», insiste.
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«En todo este tiempo puedo decir que nunca hemos tentado a ningún trabajador de otros restaurantes, algo que nosotros sí hemos sufrido», confiesa ante «el robo» de profesionales que sufren los hosteleros derivado de la falta de mano de obra durante años.
Es consciente de que esta carestía de mano de obra no se debe a problemas económicos. «O en el fondo quizás sí, porque hace años los jóvenes se ponían a trabajar porque querían tener su propio dinero, pero ahora a veces la diferencia de lo que pueden cobrar trabajando es poca en comparación con las pagas que da el Estado y, en ese caso, la decisión es clara», recrimina. «No hay gente dispuesta a trabajar y tampoco hay profesionales cualificados», subraya en relación a la falta de especialización de las personas que responden a las ofertas de empleo. Actualmente da trabajo a 16 personas, entre los que tienen jornada completa y los que acuden solo los fines de semana.
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Francisco García es el dueño de un restaurante en el municipio de Cuatro Calzadas. Está a solo 17 kilómetros de la ciudad, pero sufre el lastre añadido del medio rural para ocupar las vacantes de su plantilla. «Incluimos el kilometraje en las nóminas y ni con esas», lamenta. Su fórmula para sacar el trabajo adelante es la de utilizar extras, aunque sostiene que muchos de estos trabajadores de entre 40 y 50 años han abandonado después de la pandemia: «prefieren estar con la familia».
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