Secciones
Destacamos
Domingo, 25 de septiembre 2022, 13:17
Sin haber pisado nunca el país de sus padres, ya es considerada refugiada. Sintió los miedos de la guerra y el dolor de dejar atrás familia y amigos, cuando aun no había tenido oportunidad de conocerlos. Huyó de Ucrania antes de nacer, y atravesó Europa en el vientre de su madre. Sofiia cumplió el pasado lunes su primer mes. Es la esperanza de una nueva vida lejos del horror de la guerra. Frente a las bombas, la muerte y la destrucción que le prometía Odesa, llegó al mundo el 19 de agosto en el Hospital de Salamanca.
En estas primeras semanas, difíciles para muchos primerizos, su madre asegura encantada y en un español recién aprendido que “ella duerme bien”. Tal vez, la calma que percibe ahora en su entorno le ayude a conciliar mejor el sueño. ¿Conocerá la pequeña su país y a sus abuelos? “Quizás en el futuro, pero ahora no. En este momento hay una situación muy inestable. Creo que estar aquí es lo mejor para nosotros ahora”, responde Anna Zubakha. Recuerda que una amiga que vivía en la región del Donbás, donde la guerra comenzó en 2014, lleva casi nueve años sin poder regresar a su casa. “Creo que en los próximos años lo más importante es el bebé y estudiar”, concluye decidida la joven, cuya serenidad y determinación sorprenden tras todo lo vivido en poco más de medio año.
“No tuvimos tiempo que perder, nos levantamos a las seis de la mañana para ir a trabajar y unos amigos nos llamaron para avisarnos de que la guerra había empezado en la zona donde vivíamos. Decidimos irnos... Puede que en menos de diez minutos. Previamente ya habíamos dejado preparadas algunas bolsas por si acaso”. Anna Zubakha recuerda su fatídico 24 de febrero cuando, de madrugada, los canales rusos de televisión emitieron un mensaje de Vladimir Putin en el que anunciaba una “operación militar especial” en el Este de Ucrania. Comenzaba una invasión que aún no ha finalizado. Embarazada de dos meses y junto a su marido Roman, su madre y su hermana de 9 años, emprendieron un viaje de varias semanas que, tras atravesar la frontera con Moldavia y pasar varios días en Rumania, les trajo a Salamanca.
El padre de Anna también cruzó la frontera con ellos, pero después regresó. Sus suegros estaban demasiado lejos del país vecino como para que les diese tiempo a escapar con ellos. De hecho, de haber dudado un poco más, Sofiia no podría hoy sonreír en los brazos de su padre. Habría tenido que quedarse a luchar, como la mayoría de los hombres del país. Él, que durante algunas semanas pudo continuar teletrabajando como informático desde Salamanca —ya no porque la empresa ha cerrado—, y Anna, con un doctorado en Economía, tienen tan solo 22 años.
Junto a un grupo de compatriotas, en marzo llegaron a Salamanca, a casi 4.000 kilómetros de su casa. Apenas con lo puesto y sin conocer el idioma, fueron alojados por el Ayuntamiento en el albergue municipal Lazarillo de Tormes, donde permanecieron durante cuatro meses. Esa residencia temporal compartida, en algunos momentos, con hasta otros 80 ucranianos, no parecía el mejor hogar para preparar la llegada de la recién nacida. Por ello, a mediados de julio cuando Limcasa ofreció dos viviendas para que familias ucranianas pudiesen abandonar el albergue, los técnicos municipales pensaron en ellos para poder darles una mayor independencia cuando llegase Sofiia. En el inmueble viven con la madre y la hermana de Anna.
“Las dificultades con el idioma... No tener noticias de mi padre, ni de los padres de Roman, ni de las casas de Ucrania... Cuando nos vamos a dormir, no consigo recordar mucho de lo ocurrido al abandonar el país y de los dos o tres meses posteriores. No puedo creer todo lo que ha ocurrido”, narra Anna mezclando un correcto inglés con el español que ha aprovechado para aprender en los cursos de la Universidad Pontificia durante los últimos meses. A Roman le esta costando un poco más, lo que no facilita su acceso al mercado laboral.
Salamanca le ha tratado “muy bien”, aseguran, y en ningún momento han sentido, insisten, ningún tipo de rechazo. Incluso durante el parto, Anna explica que todo fue fácil porque “el ginecólogo que me atendió durante el parto hablaba inglés y fue muy fácil entenderle”. Red Madre les ha donado además material para el cuidado de la pequeña. Está muy contenta con los servicios médicos y le gusta la ciudad, aunque no están acostumbrados a veranos tan cálidos, ella y Roman tienen que claro que su futuro inmediato está en Salamanca. También reconocen que no va a ser fácil, pero están juntos. Su prioridad es Sofiia. Por eso, decidieron dejar atrás su país, sus amigos y parte de la familia.
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Sigues a C. R.. Gestiona tus autores en Mis intereses.
Contenido guardado. Encuéntralo en tu área personal.
Reporta un error en esta noticia
Necesitas ser suscriptor para poder votar.