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Jose Troncoso y María Adánez protagonizan «La gramática».
«Siento nostalgia al verme en 'Aquí no hay quien viva'. Es una suerte ser historia de la televisión»
ENTREVISTA A LA ACTRIZ MARÍA ADÁNEZ

«Siento nostalgia al verme en 'Aquí no hay quien viva'. Es una suerte ser historia de la televisión»

La versátil intérprete protagoniza este viernes y sábado en el Liceo la original comedia «La gramática»

Roberto Zamarbide

Salamanca

Viernes, 21 de marzo 2025, 07:45

A una limpiadora del edificio de la Real Academia se le caen encima por accidente todos los tomos de la Gramática, desde Nebrija a las ediciones más recientes. Cuando se recupera, se ha convertido en una erudita pedante se irrita con los errores ajenos y se ve rechazada por su entorno. Por eso pide a un médico (José Troncoso) que la someta a terapia para recuperar su identidad. Este es el sorprendente punto de partida de la obra «La grámatica», en la que María Adánez exhibe sus recursos cómicos y su versatilidad demostrada durante años en el teatro, la televisión y el cine. La obra original de Enrique Caballero llega este viernes a Salamanca para ofrecer dos funciones en su gira triunfal de presentación por toda España.

¿Como está siendo su experiencia con «La Gramática?

—Muy buena. Desde que la representamos en la Nave 10 del Matadero, donde realmente se coció la función, llenamos ya desde la cuarta noche y ha sido una fiesta cada día. En el teatro Romea, en Barcelona, pasó lo mismo. Que una obra tenga esta repercusión, tanto de crítica como de acogida por parte del público, es algo muy difícil. Estamos muy contentos.

¿Cuál diría que es la clave de este éxito?

—La obra es muy original. Es como un «Pigmalión» o «My Fair Lady» pero al revés. Una señora que por accidente se ha convertido en una erudita pero que quiere volver a ser la persona ignorante que era. Al final, «La gramática» es una llamada de atención a nuestro gran patrimonio, nuestra lengua, el castellano.

Aprenderse ese texto de Enrique Caballero habrá sido todo un reto.

—Sí. Yo no he hecho teatro clásico, y mi cerebro no estaba acostumbrado a esa riqueza de vocabulario. Ahora ya es una gozada decirlo, lo disfruto mucho. El reto era doble: aprenderlo como tal y hacerlo mío, orgánico, que no fuera una señora que dice unos textos aprendidos.

La obra plantea que somos lo que hablamos y que el lenguaje que usamos nos define en la sociedad. ¿Lo cree asi?

—Lanzamos muchas preguntas al espectador, que es para mí el teatro más interesante. Es muy bonito encontrarnos a la salida del teatro a grupos de personas que debaten si les gusta uno u otro personaje, el desuso del lenguaje... También es muy interesante ver en el teatro a los jóvenes, que son quienes están hoy sentando las bases que dentro de unos años será el lenguaje que hablará la gente. Ahora está de moda hablar «a la baja», parece que es más gracioso. En mi generación había programas de televisión como «La bola de cristal» donde salía un rebaño de ovejas y una voz decía: «Si no quieres ser como éstos, lee». Me hacía mucha gracia. En general había un gusto por la palabra. Ahora resulta que hablar bien parece finolis y elitista. La obra es un llamamiento a que sin lugar a dudas, somos lo que hablamos, lo que leemos, lo que decimos. Todo eso al final nos define como personas.

¿Ha notado si se le ha pegado algo del personaje en su día a día?

— (Ríe) Es que además de aprender de un golpe todo sobre la gramática española, a mi personaje se le genera un TOC obsesivo que le lleva a corregir constantemente los errores del habla de los demás, y la acaban rechazando por pesada. La verdad es que ahora consulto mucho a Chat GPT si esto o lo otro se dice así o está bien escrito (ríe). He de decir que tanto mi personaje como el del terapeuta somos el alter ego del director y dramaturgo de esta pieza, Ernesto Caballero, que es uno de los grandes que quedan de una generación con tanta sabiduría.

¿Cómo está siendo trabajar con José Troncoso, su compañero en escena en esta obra?

—Ha sido estupendo, hemos hecho un equipo increíble. El proceso de ensayos fue muy gratificante, entre otras cosas porque Ernesto nos dio la opción de quitar, poner y proponer. Y ahí José fue clave, con su mirada como actor y director, que es muy genuina y muy genial.

María ¿cuál es su secreto para no haber dejado de trabajar desde que empezó de niña?

—Pues yo creo que influyen varios factores, pero uno fundamental es creer mucho en uno mismo y hacer bien mi trabajo. Digamos que una mezcla entre tesón, creencia en uno mismo y disciplina, porque sin disciplina no se consigue nada.

Verónica Forqué le aconsejó un día hacer drama para así poder ganar un Goya y que la respetasen más como actriz. ¿Cree hoy que sigue siendo así?

—Yo me he considerado siempre una actriz muy inquieta y nunca he querido encasillarme, así que he necesitado ponérmelo más difícil continuamente. Desde que debuté de niña con «Casa de Muñecas» en 1983, el teatro siempre me ha parecido la mejor escuela para adquirir técnica y disciplina. Eso me ha ido forjando como actriz y me ha permitido hacer funciones tan dispares como «La señorita Julia» , «Ay Carmela», «Divinas palabras» o «La tienda de la esquina», en las que he tocado todos los palos.

Usted ha trabajado con algunos de los más grandes directores teatrales como Miguel Narros, Josep María Flotats, José Carlos Plaza.... ¿Cuáles son los mejores recuerdos que conserva de su trayectoria?

—Para mi experiencia fue un paso muy importante «El príncipe y la corista», donde hice mi primer protagonista junto a Emilio Gutiérrez Caba, quien se portó conmigo como eso, un príncipe, enseñándome el oficio con mucha generosidad, junto a toda la troupe del laboratorio de William Leighton. Hicimos 300 funciones, la gira más larga que recuerdo. Luego le diría «Salomé», donde conocí a Miguel Narros y abrí la puerta al drama. También «Escuela de Desobediencia» y los cuatro montajes que he hecho con Luis Luque, que es uno de mis mejores amigos y uno de los grandes directores de la escena española.

Cuando ahora hace zapping en la tele y se ve en Lucía, la «pija» de la serie «Aquí no hay quien viva» ¿que recuerdos le invaden?

—Mucha, mucha ternura y mucha nostalgia, viendo que además hay compañeros que ya no están. Solo tengo palabras de gratitud por haber podido hacer esa serie, es algo que sucede pocas veces en la carrera de una actriz, formar parte de la historia de la televisión. Y también por trabajar con los hermanos Caballero, un tándem creativo único y genial.

¿Qué siente que le haya aportado su reciente maternidad, tanto personal como profesionalmente?

—Centro. Raíces. Mi amigo el bailarín Víctor Ullate, que vino a verme al teatro. me dijo que «La gramática» es lo mejor que he hecho. Y yo le contesté: «Víctor, es que soy mejor actriz desde que he sido madre». Él me dio la razón: sus bailarinas le habían dicho lo mismo.

A usted que ha probado todos los medios y todos los registros, ¿que le queda por hacer?

—Me queda hacer un clásico, un musical. Me queda también hacer un drama en el cine para que me den un Goya, que se lo dedicaré a Verónica (ríe). Creo que esto sería lo que más me apetece ahora mismo.

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