

Secciones
Destacamos
«A mí alrededor conozco personas, unas mayores que yo y otras más jóvenes, que viven una soledad impuesta por las circunstancias. Voy a veces a hacerles una visita, compañía, porque su mundo es muy triste. Hablan solo de penas y de dolores». Conchita Ayuso Morales lo sabe muy bien, porque, cuando se separó hace tres años se vio en un pozo. «Fue un momento de bajón». «Aunque amistosa, no deja de ser una separación. Afecta a toda la familia, a mis hijas», recuerda. Pero, su vida ahora tiene poco que ver con aquel momento. A pesar de que las secuelas de la polio que sufrió durante la infancia le obligan ahora a desplazarse en silla de ruedas, esta mujer de 68 años, no para quieta y está muy satisfecha con el hecho de vivir sola. «Prácticamente es una decisión mía. Necesito esa soledad. No es impuesta por suerte. Quiero mantener mi autonomía y mi independencia mientras pueda», asegura mientras sujeta a su inseparable perro «Peque». Él es su compañero de piso y su permanente acompañante.
No recuerda muy bien como Rocío llegó a su vida, pero sí tiene claro que fue ella la que la ayudó a dar el paso y salir de casa. Es la trabajadora social del programa «Salamanca Acompaña» que comenzó a visitarla hace tres años. Tras la separación, acudió al centro de acción social para ver qué prestaciones podía recibir. Además de la ayuda a domicilio de cada mañana, se la incluyó en la iniciativa del Ayuntamiento de Salamanca para hacer frente a la soledad no deseada y promover una vida activa. «Rocío empezó a hacerme alguna que otra visita y a animarme a que saliera y fuera a charlas. De alguna manera me vino muy bien», recuerda. Ahora cada lunes participa en una tertulia de mujeres en el centro Miguel de Unamuno. Va al cine, le gusta relacionarse y no le importaría ser ella también voluntaria del programa municipal y ayudar a quienes como ella en un momento de su vida se quedan solos.
Una de sus hijas vive en Santander y la otra, con dos niños, trabaja fuera de la provincia. Aunque no tiene a las dos tan cerca como le gustaría, asegura que está «encantada». «Ahora soy muy feliz», insiste. Pero no solo ella. «Mis hijas me dicen que la cara se me ilumina cuando salgo y estoy con gente. Ellas lo notan, lo ven y me animan», comenta e inmediatamente se ríe porque sus nietos de 3 y 6 años le dicen que es «una abuela diferente», «una pirata», «su heroína» porque les sube a la silla de ruedas para hacer carreras. «A mí me gusta mucho correr», asegura divertida. Se declara feliz viviendo sola y tiene muy claro que seguirá así mientras el cuerpo se lo permita.
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.