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Acaba de aterrizar como rector de la Universidad Pontificia para relevar a Mirian Cortés tras ocho años en el cargo y con quien mantiene una excelente relación. Humilde, empático y rodeado de despachos. Hasta tres tiene en la actualidad el nuevo dirigente de la universidad católica. Santiago García-Jalón (Logroño, 1956) bromea y dice que no sabe qué tiene que hacer un rector, pero no titubea cuando asegura que la Universidad Pontificia se tiene que diferenciar de la civil y tiene que tener el sello claro de institución católica.
¿Qué supone sustituir a una mujer que ha sido la primera rectora de la Universidad Pontificia?
—La verdad es que, como yo he tenido una relación muy cordial con Mirian, no me supone un gran cambio. Al final, ella, de alguna forma, va a formar parte del equipo directivo de la institución porque es una persona que conoce la universidad a la perfección y que, además, conoce todos los mecanismos administrativos y su funcionamiento. Es imposible prescindir de ella. Sería un auténtico desatino.
En los tiempos que corren, el hecho de ser mujer supone un plus. Volver otra vez a un rector...
—Eso, en nuestra universidad, no es una cosa muy llamativa. Por ejemplo, yo he tenido habitualmente decanas. He tenido a dos mujeres en los últimos 15 años y, además, he coincidido con Mirian como rectora. A mí, personalmente, no me resulta llamativo el hecho de sustituir a una mujer y, en concreto, el hecho de que esa sustitución sea afrontada por un cura.
¿Cómo se siente Santiago García-Jalón al asumir el rectorado de la Universidad Pontificia? ¿Alguna vez ha sentido que esa labor le quedaba grande?
—Sinceramente, es algo que nunca he pensado. Llevo aquí 32 años y nunca me he imaginado que, algún día, llegaría a ser rector. No es que no lo pensara por humildad. Es porque no se me había ocurrido. Como el proceso que hay hasta que se designa a una persona como rector es tan largo, siempre me he mostrado escéptico. Cuando he bajado mis cosas del despacho que ocupaba como decano de Filosofía, las he bajado con una mano. Siempre he considerado que mi despacho era el de profesor. Respecto a cómo me siento al haber asumido el cargo, diría que bien, aunque no sé exactamente qué es lo que tiene que hacer un rector. Sé lo que hace un profesor. Iré aprendiendo poco a poco...
Ligero de equipaje...
—Sí. Al final, mi despacho como decano iba a ser ocupado durante tres años o durante seis a lo sumo. Sin embargo, sacar mis cosas del despacho que ocupo como profesor me costaría mucho más.
¿Sigue manteniendo su despacho de profesor?
—Sí. En estos momentos, creo que soy el que más despachos tiene de toda la universidad. Tengo uno de profesor, otro de decano y otro de rector. Vamos a ver si empiezo a desprenderme de alguno.
¿Qué autocrítica hace de los ocho años de mandato de Mirian Cortés como rectora? ¿Cree que la Universidad Pontificia puede cambiar en algo?
—No me sale hacer autocrítica sobre el mandato de Mirian al haber tomado su relevo y nada más llegar. Creo que se pueden mejorar muchas cosas. Me gustaría que se contratara más. Hemos de priorizar la calidad de las personas a las que contratamos y fomentar la identidad de la institución. Me gustaría que todo el mundo que llegue a la Universidad Pontificia se identificase con la institución. Es una parte fundamental en cualquier sitio. También debemos pensar en qué ofrecemos distinto a lo que ofrece la universidad pública, que está a 50 metros. Tenemos que ser diferenciales.
Hablando de identidades... ¿Cree que siguen presentes en la sociedad los prejuicios que hay a la hora de hablar de universidad pública y de universidad privada? Dicho de otra forma... ¿Es la Pontificia una universidad para todos aquellos que únicamente son ricos o para aquellos que no entran en la pública?
—Yo creo que sí siguen presentes. Yo siempre he preferido hablar de universidad estatal y de universidad privada. Esos prejuicios existen, en parte, porque tienen fundamento. Por eso, para competir con la universidad pública, debemos trabajar mucho. Es una universidad excelente con precios excelentes. Por el contrario, yo creo que, aunque pueda existir el prejuicio, el hecho de decir que a la privada se van los que no han entrado en la pública está menos fundamentado. A veces, no se llegan a llenar las plazas de la universidad pública y esos alumnos se vienen a la Universidad Pontificia. Es algo que he podido comprobar de primera mano y, por eso, me siento orgulloso.
Hablemos de la oferta académica de la Universidad Pontificia. ¿Cree que hacen falta más grados adaptados al mercado laboral?
—Eso siempre es necesario por la supervivencia económica de la universidad. Lógicamente, no es lo que más nos interesa. Lo que más nos interesa es aportar al mundo cultural con nuestras titulaciones, pero esas titulaciones requieren el apoyo económico de otras. Volviendo a la identidad de la universidad, si consiguiéramos colocar todos los años en la sociedad a enfermeros bien formados, a comunicadores bien formados, a educadores bien formados o a psicólogos bien formados, entre otros, con unos valores y unas convicciones, cumpliríamos de sobra con nuestra misión. Uno piensa en la Pontificia como un sitio en el que lo importante es la teología, pero tiene mucho más que aportar.
La rentabilidad económica de la Universidad Pontificia está clara: Enfermería, Fisioterapia, Psicología...
—Claro. Al final, hay que sobrevivir. Ahora, nos interesa potenciar la rama del arte, de las humanidades y de la historia. Por ejemplo, en Filosofía, contamos con 70 alumnos. Estamos muy contentos. Cuando tengamos el grado de Historia, en el que estamos trabajando de cara al curso 2024/2025, aspiramos a conseguir los mismos números. Los buenos números son cruciales, pero también hay que pensar en la importancia que tiene la rentabilidad económica. Este año, tenemos un nuevo máster, el de Ética e Inteligencia Artificial, en el que llevamos 20 matriculados. Tenemos que seguir trabajando en nuestro plan de estudios.
Si hay algo que caracteriza a grados como el de Enfermería es que cuenta con profesores que están ejerciendo dentro la profesión...
—Sí. Son títulos profesionalizantes. La experiencia es fundamental en muchas titulaciones. Que gente que está ejerciendo dé clases aquí es crucial. Tenemos que ofrecer algo más que el resto de instituciones y, en especial, algo más que la universidad pública.
¿Cómo puede crecer la Universidad Pontificia en este sentido?
—En este momento, estamos diseñando el grado de Dietética y Nutrición. Es un grado demandado. Al mismo tiempo, queremos proyectar el grado de Historia.
¿Hay tanta demanda en Historia teniendo ese grado por la pública?
—Sí. Por ejemplo, la experiencia que hemos tenido en Filosofía ha sido muy interesante y gratificante. El de Historia sería un grado online. Está orientado a jóvenes, pero también a esos alumnos que tenemos en Filosofía, donde el 50% de las personas que lo cursan son más mayores y hacen esta carrera para tener un título profesionalizante.
¿No sobran universidades en Salamanca y grados?
—Quizás sí. De hecho, únicamente podemos poner un grado por año cada universidad. Es un freno a nuestra voracidad. Podríamos poner más de uno, pero no está permitido. Son demasiadas universidades y demasiados títulos. Lo mejor sería que la otra universidad no pusiera títulos y que nosotros sí pudiéramos poner alguno.
¿Está pensando en establecer alguna colaboración con el Ayuntamiento como abrir nuevos espacios al público del rico patrimonio de la Pontificia?
—Trabajaré en lo que tenga proyectado a corto y largo plazo Mirian. Estas colaboraciones son buenas para proyectar a la universidad.
Están cerca de alcanzar el número máximo de alumnos matriculados que pueden permitir. ¿Qué tiene pensado hacer como rector para potenciar la oferta de la universidad y seguir atrayendo a alumnos?
—En primer lugar, debemos estudiar bien de dónde proceden nuestros alumnos. También debemos buscar nuevas bolsas para que la universidad no se provincialice y únicamente esté integrada por vecinos de Salamanca. Queremos que sea conocida a nivel nacional e internacional. En ese sentido, nos interesa mucho Hispanoamérica.
¿En qué se puede diferenciar la Universidad Pontificia de todas las universidades online que hay?
—La Universidad Pontificia se ha embarcado en el mundo online porque no nos queda más remedio. Es a lo que nos conduce el mundo. Las enseñanzas online tienen ventajas e inconvenientes. El inconveniente es que hay distancia personal. Una ventaja es que el tiempo que se pierde en una clase normal pidiendo atención desaparece en la enseñanza online. Debemos trabajar en mantener la identidad propia también en estos grados. Siempre tiene que prevalecer nuestro sello.
Quizá, la proliferación de estos grados online cumple con lo que quiere la Unión Europea de cara a 2030: que un 60% de las personas adultas cuenten con formación...
—Sí. Es una forma de acercarse a ese objetivo. Hay mucha gente que, teniendo un grado, muestra interés por ampliar su currículum en lo que a lo académico se refiere.
Este año, la Universidad Pontificia cuenta con dos novedades: Doctorado en Bienestar Psicológico y Calidad de Vida y Grado en Fisioterapia. ¿Qué expectativas tienen de cara a este curso?
—Ambas van muy bien en cuanto a matriculaciones. Hay que tener presente que, ahora mismo, el poder implantar un doctorado exige mucho a las universidades porque eso tiene que estar respaldado por un proyecto de investigación financiado con fondos públicos.
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