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José Á. Montero
Domingo, 19 de enero 2025, 23:00
Veinte años después, el mundo de la cultura sigue añorando y anhelando la gran colaboración interinstitucional que logró poner en marcha, con gran éxito, el proyecto cultural «Salamanca 2005. Plaza Mayor de Europa» —coordinado por el abogado Alberto Estella, ya fallecido— y, gracias a esta unión de intereses entre un gran número de entidades, situar a Salamanca en lo más alto de la cultura nacional. Han pasado dos décadas y, salvo la implicación mostrada para sacar adelante la programación del VIII Centenario de la Universidad de Salamanca en 2018, nada o muy poco queda de aquel espíritu colaborativo.
Y precedentes no faltan. Antes de la conmemoración del 250 aniversario de la finalización de las obras de la Plaza Mayor, dos hitos marcaron un antes y un después en el haber cultural de Salamanca. El primero fue en 1993 con Las Edades del Hombre, que lograron atraer la atención de más de 1,3 millones de visitantes, todo un récord. El segundo fue en 2002, cuando Salamanca celebró por todo lo alto su condición de Ciudad Europea de la Cultura. La repercusión fue enorme: más de 1.100 actividades, 450 millones de euros en inversiones y más de 3 millones de turistas. Cifras impensables hoy en día. Y todo gracias a la unión interinstitucional y a un programa bien planificado. Toda una epopeya.
Pero eso ya es historia. Y aunque ahí están las infraestructuras creadas para la ocasión (DA2, CAEM, Liceo, Santo Domingo, Multiusos y Museo de la Automoción) muy poco queda de aquella colaboración, si bien sirvió para sentar las bases, dada la experiencia acumulada, de lo que vendría tres años después: Salamanca 2005, Plaza Mayor de Europa, que en solo seis meses (de abril a octubre) volvió a situar a Salamanca en la cúspide y a convertirla en faro y guía de la cultura nacional gracias a una programación de gran variedad: 450 actividades vinculadas con la música, el teatro, la danza, el arte, la literatura y el deporte.
Con una inversión de casi 10 millones de euros, el programa de actividades fue secundado por más de 1,3 millones de espectadores, quienes disfrutaron de propuestas musicales tan destacadas como Il Giardino Armonico, la Royal Philarmonic Orchestra, la Orquesta y el Coro de RTVE o Los Secretos, sin olvidar a solitas de la talla de María Bayo, Inma Egido, Ara Malikian, Amancio Prada o Luz Casal. También el apartado escénico causó sensación con los espectáculos de calle de Visitans y Els Comediants y montajes como «Coriolano», de Shakespeare, llevado al escenario de la Plaza Mayor por la directora salmantina Helena Pimenta; la particular «Celestina» protagonizada por Nuria Espert; «Doña Rosita la soltera», «La Calumnia», «La Orestiada», «La venganza de Don Mendo» o «Santa Juana de los Mataderos», entre otras.
Y es que gracias a esta iniciativa, la ciudad pudo disfrutar de programas exclusivos creados para la ocasión con el fin último de homenajear al gran referente barroco de la arquitectura civil en Salamanca, y que nacieron con una clara vocación de continuidad, como Plaza Barroca, Sinfónica, Contemporánea, Sacra, Lírica, Joven y Nuestra, en el apartado musical; pero también Plaza Abierta e Interior, como propuesta escénica. Y lo mismo ocurre en el apartado artístico, deportivo, literario, cinematográfico, magia o congresual.
Pero ninguno de esos programas tienen vigencia en la actualidad. Cada institución decide caminar en solitario y configurar sus propias programaciones. El Ayuntamiento a través de la Fundación de Cultura, que hoy es el principal referente en el devenir cultural de la ciudad. La Universidad, que sobrevive a pesar de los recortes paulatinos en materia cultural. La Junta, que desde hace años se limita a cumplir el expediente, mientras apuesta por otras capitales de provincia, con elFestival de las Artes como apuesta destacada, a pesar de no haber encontrado aún una línea programática clara. El Ministerio de Cultura, que, salvo colaboraciones muy puntuales, ha desaparecido del mapa cultural de Salamanca. Y qué decir de Unicaja (antigua Caja Duero), que prácticamente tiene suprimidas todas sus programaciones culturales, cuando años atrás era la que marcaba el ritmo de la cultura en Salamanca. Este es el panorama, bastante gris, de una ciudad cultural por excelencia, pero en la que solo Ayuntamiento y Universidad ofrecen una programación anual estable.
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