Un pórtico abocinado del siglo XVI es la 'estrella' que se esconde tras superar el dintel del extinto Monasterio de Nuestra Señora de la Victoria. Desde el exterior tan solo se observa la estructura del edificio principal de la fábrica de fertilizantes de Mirat, hoy día solo utilizada para almacenes. Javier Castilla, empresario jubilado de la fábrica, ha sido el encargado de ayudar a preservar el patrimonio y ahora es el cargado de guiar a los visitantes en 'Las Llaves de la Ciudad'.
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Resulta sorprendente encontrar restos del siglo XVI en el interior de una fábrica, y sin embargo, según recuerda el guía, esa ha sido precisamente la clave de que se hayan conservado hasta hoy al integrar los restos dentro de las paredes de la propia fábrica. El 2 de marzo de 1512 Fray Sancho de la Orden de los Jerónimos colocó la primera piedra del monasterio de Nuestra Señora de la Victoria en el que participarían Juan de Orozco y Juan de Álava, conocido también por la fachada de la Casa de las Muertes. Tras las guerras de Sucesión e Independencia, el convento prácticamente desapareció hasta que Juan Casimiro Mirat compró los terrenos en 1874 para instalar su nueva fábrica de almidón.
Los restos de la construcción son la huella de la derrota de Alonso de Portugal en Zamora, ciudad que el monarca asediaba en 1475. Francisco de Valdés recibió la encomienda de los Reyes Católicos de defender las torres del puente de la ciudad vecina y para ello pidió la intercesión de la Virgen y San Jerónimo.
Es el pórtico el elemento más singular sin duda. La historiadora Ana Castro Santamaría es la que recuerda algunas de las características que responden a Juan de Álava como las roscas del arco presenta cabezas aladas de ángeles. No es la única sorpresa de la visita. El programa turístico permite acceder a las galerías subterráneas que comunicaban los antiguos pozos de la nieve construidos bajo el antiguo colegio de Guadalupe, una obra acometida por los monjes jerónimos en el solar adyacente para facilitar la formación científica de los novicios. Con la Desamortización de Mendizábal, también desapareció el colegio.
En su interior destacan los arcos escarzanos formados por dovelas de piedra de Villamayor que sostienen las bóvedas de pizarra de lo que pudo ser un espacio reservado para la comida. Hay túneles que permanecen cegados, pero que, según señala Castilla, podían comunicar el antiguo colegio de Guadalupe con la actual Facultad de Educación. O incluso que comunicase con el convento de San Esteban como vía de escape entre los religiosos de ambos monasterios. Sea como fuere por el momento no se ha comprobado. En cambio, historiadores como Martín Frías, quitan peso a la leyenda y lo señalan simplemente como un sistema de evacuación de aguas. Los pasadizos conservan también los restos de un pozo de la nieve. Aún así avanza que aún hay restos arqueológicos por explorar y que aún pueden dar descubrimientos. Aquellos que deseen concertar una cita a través de la web salamancaymas.es Es necesario reservar previamente y las visitas se realizan los miércoles.
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