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Los restauradores del conocimiento

La Escuela de Arte de Salamanca impulsa el talento de los jóvenes y no tan jóvenes que buscan llegar a la cima de un mundo algo infravalorado: el artístico. Lo hace a través de talleres como el de Encuadernación, el de Restauración, el de Vaciado o el de Cerámica

Elena Martín

Salamanca

Lunes, 29 de enero 2024, 09:41

Decía el pintor, escultor, grabador, escenógrafo y escritor Salvador Dalí que «un verdadero artista no es el que se inspira, sino quien inspira a otros». Y esa premisa es con la que se trabajan los entresijos del arte en la escuela que, desde hace más de un siglo, ha visto nacer desde a los apasionados e incipientes artistas que, en sus primeros pasos pasaron por su primer edificio, ubicado detrás de la iglesia de Sancti Spíritus, en el edificio de la antigua cárcel de la capital, hasta los que, todavía a día de hoy, siguen rebosando creatividad en el edificio de la Avenida de Filiberto Villalobos.

Con los talleres de Forja, Ebanistería, Dibujo Artístico, Modelado, Orfebrería y Filigrana Charra, empezó todo. Ahora, docentes, egresados y estudiantes siguen batallando desde sus aulas para difundir y ensalzar lo que se respira al pronunciar la palabra 'arte'. Equivalente a un lenguaje universal, el cual es capaz de trascender barreras culturales y lingüísticas y que contiene el poder de emocionar, inspirar y transformar a quienes lo experimentan, puede 'palparse' en todos y cada uno de los estudios que, cada día, abren sus puertas a decenas de alumnos que presumen de tener una curiosidad insaciable.

En el edificio anexo de la Escuela de Arte y Superior de Conservación y Restauración de Salamanca, salmantinos, castellanoleoneses y estudiantes interesados por el mundo artístico de cualquier rincón de España cursan talleres como el de Cerámica, el de Restauración o el de Vaciado, a los que se suma, además, el de Encuadernación, con casi medio siglo de vida. Parecen disciplinas invisibles y, por desgracia, para muchas personas todavía lo son, pero todo aquel que 'viaja' al interior de este mundo lleno de vocación no se arrepiente de haberlo hecho. Así mismo lo asegura su director, Mario Rabanillo.

Entre azulejos, esmaltes, distintas pastas como la porcelana y las altas temperaturas de los hornos que contiene el taller de Cerámica, se fraguan proyectos dignos de admirar y entre los que se respira la entrega que todas las personas que lo cursan muestran cuando aprenden cada una de las técnicas que se imparten, las cuales pueden ir desde el uso de la cuerda seca hasta la serigrafía. Sus profesoras, Carmen Vázquez y Eva Hernández, conocen a la perfección lo laborioso que resulta el trabajar cada una de las piezas que se hornean. Hasta nueve horas pueden demorarse los resultados que después contemplan con orgullo cada uno de sus matriculados. «El ciclo de Cerámica es maravilloso. La gente tiende a pensar que lo único que hacemos es hacer botijos y no es así. Este taller va mucho más allá», asegura la profesora Vázquez.

En una de las sillas de esta clase, en las que se amontonan distintos materiales y distintas creaciones, llama especialmente la atención el entusiasmo con el que trabaja Ángela Bejarano. A sus 65 años, afirma tener grandes inquietudes artísticas. De hecho, fue por ese motivo por el que decidió matricularse en el taller de Cerámica. «Me encanta construir el objeto, decorarlo, expresarme artísticamente... Estoy enganchada a esta disciplina», reconoce mostrando su orgullo por poder dedicar gran parte de su tiempo al arte, recordando, a su vez, su paso por el ciclo de Encuadernación. «Poder llegar a construir un libro es algo increíble porque todos nos acercamos a la lectura, pero no sabemos cómo se fragua. El taller de Encuadernación me dio la oportunidad de ser partícipe de una auténtica maravilla», recalca, acordándose, además, de su familia: «Están gratamente sorprendidos de que haya querido integrarme en un mundo que poca gente es capaz de apreciar desde fuera».

Junto a ella, Luis Hernández, de 61 años, alza la voz y anima a toda la gente que tiene su edad a cursar algún taller relacionado con el mundo del arte. Después de haber hecho dos años de Escultura, ha recalado en el ciclo de Cerámica, donde lo que más le gusta es «compartir vida con gente de topo tipo». «Las relaciones que creas en esta escuela son auténticas. El arte me permite desarrollar mi creatividad y relajarme. Al estar jubilado, me permite estar activo y trabajar rodeado de gente creativa», asegura Hernández.

Reliquias en Documento Gráfico

«Lo que enseñamos en el taller de Restauración y, en especial, en la disciplina de Documento Gráfico, no se limita únicamente al papel». Con estas palabras, Rocío Martínez, jefa del departamento de Conservación y Restauración de la Escuela de Arte y Superior de Conservación y Restauración de Salamanca, ensalza el estudio laborioso que, cada día, llevan a cabo en su aula. «En los dos primeros años de Restauración, que es un Grado y dura cuatro años, probablemente no sepas qué tipo de restaurador quieres ser. Por eso, primero picoteas. Picotear es bueno para aclarar qué especialidad quieres cursar. Castilla y León cuenta con varias, extendidas por sus nueve provincias: en León, está la de Pintura; en Ávila, está la de Arqueología y, en Palencia, está, por ejemplo, la de Textil», afirma Martínez, recalcando que los materiales con los que trabajan rebosan tanta historia que, por eso, es vital cuidarla. Para ello, destaca el gran papel que están haciendo las nuevas tecnologías, de las que se sirven para garantizar su conservación: «Resultan trascendentales en la composición química de cada obra, que no puede ser manipulada de cara a la digitalización y a que luzca en los museos para las generaciones futuras».

'Sutileza', sinónimo de 'Fundición'

Ana Pablos y Adolfo Castaño resaltan lo hacendoso que resulta implicarse en uno de los proyectos resultantes que se fraguan en su taller. En él, más de 10 alumnos muestran su interés por el proceso escultórico, por la técnica de vaciado o por la impresión en tres dimensiones. Entre materiales como la cera o el metal, se realizan moldes que reflejan el esfuerzo que existe detrás de cada minuto invertido en este ciclo.

En los entresijos del proceso de vaciado, se puede palpar la emoción que Antonio García muestra cada vez que talla uno de los moldes en el aula. Después de haberse tenido que jubilar de forma obligatoria por haber sufrido un infarto y con una Formación Profesional de Electricidad hecha, decidió aventurarse en el mundo del arte después de ver un cartel en la puerta de la escuela una mañana en la que se encontraba paseando por el casco histórico de la ciudad. «Decidí apuntarme al de Cerámica tras haber superado el de Ebanistería y, a día de hoy, no me arrepiento. Me encanta poder ampliar mis conocimientos artísticos y no descarto seguir haciéndolo en un futuro», sentencia.

Salidas por todo el mundo

Archivos, bibliotecas históricas o museos. Son tres de las cinco salidas en las que los egresados de la Escuela de Arte y Superior de Conservación y Restauración de Salamanca pueden terminar tras haber completado sus estudios, los cuales les impulsan a ser más creativos de lo que lo han sido durante todo el tiempo en el que han creado sus proyectos incipientes entre encuadernaciones, elementos restaurados, materiales fundidos o elementos labrados con la dedicación con la que se labra el arte artesanal.

«Nos mostramos orgullosos por todo lo que han conseguido los alumnos que han pasado por nuestro centro. Algunos han tenido tanta ambición que han terminado trabajando en la biblioteca histórica del Vaticano y siempre nos gusta ensalzar que las oportunidades que brindamos en esta escuela terminan teniendo sus frutos», aseguran algunos de los docentes del centro.

«La encuadernación nunca muere»

En un contexto en el que cada vez irrumpen con más fuerza las nuevas tecnologías, son muchas las rutinas o las profesiones tradicionales que luchan cada día por mantenerse en pie. La de encuadernador es una de ellas. Y no. Nunca muere. Así mismo lo asegura Maite Holgado, una de las profesoras encargadas de impartir el taller de esta disciplina en la Escuela de Arte y Superior de Conservación y Restauración de Salamanca. Junto a sus compañeros Adriana Alonso y Javier Herrero, vela para que este ciclo perdure con el paso del tiempo y de las generaciones, teniendo en cuenta que, en Castilla y León, es toda una reliquia al ser el único que se imparte. «El reconocido encuadernador José María Benéitez Puente fue el primero que impartió clases en este taller, que está a punto de cumplir los 50 años de existencia», recuerda el profesor Herrero, resaltando que «fue un ciclo que se creó para que el alumnado valorase la importancia de las artes plásticas como lenguaje creativo universal y para que sus estudiantes se adentrasen en la construcción de los libros participando en sus distintas fases»: «El ciclo de Encuadernación resulta ser una excelente oportunidad para complementar otros estudios como Bellas Artes, Gráfica Publicitaria, Restauración de Documento Gráfico o Traducción y Documentación». «La coexistencia de lo tangible y lo digital está garantizada. La encuadernación artística, también», asegura Javier Herrero.

Una de las alumnas que cursan el ciclo de Encuadernación, Sara Limens, asegura que lo que le llevó a matricularse en este taller fue que siempre le ha parecido crucial aprender a hacer un libro de cara a restaurarlo. «Era algo que nunca había hecho y que, cuando lo hice por primera vez, me gustó mucho. Es un taller muy dinámico, en el que aprendes muchísimas cosas. En este aula, he podido aprender cómo se ven los libros desde otra perspectiva y no únicamente leyendo la sinopsis», asegura Limens, que, a sus 22 años, es un ejemplo entre todos aquellos jóvenes que, a día de hoy, parecen rechazar lo auténtico.

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