Teresa López en los terrenos del colegio Fe y Alegría de Campo Mata en el estado Anzoátegui, Venezuela.

La religiosa salmantina que luchó más de medio siglo contra la pobreza en Venezuela

Teresa López dedicó 54 años a llevar educación a este país: 10 de ellos, en el Colegio Fe y Alegría de Campo Mata, ubicado en una de las zonas más desfavorecidas del mismo

Lunes, 2 de diciembre 2024, 07:00

«La situación de pobreza de los niños del Colegio de Campo Mata es extrema. Muchos van al colegio sin desayunar porque en la casa no tienen que comer. Son hijos de campesinos e indígenas que no tienen trabajos fijos. Algunos ayudan con la extracción de petróleo en las zonas cercanas, pero la mayoría solo tiene unos pequeños cultivos con los que hacen lo posible para sobrevivir. Muchos ni siquiera tienen papás. Si no fuera por Fe y Alegría estos niños no podrían estudiar», relata con la voz entrecortada por la emoción Teresa López, una religiosa salmantina que ha dedicado 54 años de su vida a llevar educación a Venezuela, 10 de ellos en un colegio rural ubicado en una de las zonas más pobres del país.

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Campo Mata es una institución educativa Fe y Alegría, organización solidaria para llevar educación a los niños más de desfavorecidos. El colegio está ubicado en el oriente de Venezuela, en el interior del estado Anzoátegui, en una de las zonas más pobres del país. Los niños que asisten a este instituto viven diseminados por la extensa meseta de Guanipa, una zona aislada de cualquier centro urbano y en la que no existe transporte público, lo que obliga a muchos a caminar varios kilómetros para poder asistir a clases.

Alumnos de Campo Mata reciben una donación de útiles escolares.

«Venezuela está miserable en todos los sentidos. Lo que viven estos niños no tiene nombre. Les escasea el alimento y la atención médica. No hay hospital en la zona, así que si se enferman tienen que ir al pueblo más cercano, pero como no hay autobús, la única opción que tienen es esperar a ver si pasa un coche o un camión y pedir como dicen ellos «la cola» para que los lleve a un hospital. Y cuando llegan al hospital les piden que compren hasta la gaza que les van a poner porque allí no hay nada», relata la religiosa, que con la ayuda de varias voluntarias intenta concienciar en España sobre las realidades que viven los niños de las zonas más pobres en Venezuela e incentivar donaciones para que Fe y Alegría pueda continuar con su trabajo.

«El colegio no tiene ninguna ayuda institucional. Se mantiene solo gracias a las donaciones de la gente de fuera porque dentro del país la dictadura ha destruido a la clase media y todo el mundo vive en la pobreza. Casi nadie puede ayudar a otros porque todos están igual. Y estos niños necesitan el colegio. Es un dolor muy grande verlos como llegan hambrientos y con la ropa en malas condiciones. Y es hermoso ver la emoción con la que reciben cada donativo. Gracias a las ayudas que llegaban del extranjero podíamos darles desayunos y uniformes para que al menos tuvieran algo con que ir a clases», relata la salmantina que, a pesar de haber vuelto a España debido a que su avanzada edad que no le permitía continuar prestando servicio en Venezuela, dejó una parte de su corazón en el país sudamericano.

Las profesoras reparten el desayuno entre los niños del colegio.

«Quiero a Venezuela con alma, vida y corazón. Ver como la dictara ha destruido el país me duele mucho. Sobre todo por estos niños que viven en condiciones terribles. Para ellos hasta tener un cuaderno es un lujo. Cuando estuve allá yo hacía cuadernos con papel reciclado escrito por un lado. Utilizaba la parte de atrás de la hoja que estaba en blanco y los cosía. A veces no me quedaban muy bien porque tenía pocos materiales y yo les decía: te hice esto, pero no está muy bonito. Y ellos me contestaba: no importa, pero se puede escribir. Hasta eso lo valoran», rememora Teresa López.

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