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Sábado, 20 de julio 2024
Los veranos no son lo mismos desde que aparcó su Torrot roja. Aquella niña dulce e intrépida pegada a una bicicleta en el pueblo se ha convertido en senadora y en catedrática de laUniversidad de Salamanca. Han pasado los años pero conserva la misma energía.
Esther del Brío (Palencia 1969) pasaba todo el año en Salamanca y solo en verano pasaba por ese «cruce de caminos» que le devolvía la libertad. «Mis padres eran de Tarazona de Guareña y Fresno el Viejo, pueblos que están al lado y que uno es de Salamanca y otro de Zamora, y además están en límite de Valladolid.
Para mí era una gran suerte», explicaba la senadora popular. Su día a día en verano lo recuerda junto a una bicicleta: «En mi época, las bicicletas se usaban por los mayores en los pueblos para ir a la huerta y cosas así, sin embargo yo la usaba para todo y era una atracción. A lo mejor entraba en el bar o en algún sitio y cuando salía a buscarla se la habían llevado. Siempre me la devolvían después, pero la acababan usando muchos vecinos», indicaba con cierta nostalgia Esther del Brío.
La política salmantina señalaba que desagraciadamente apenas conoció a uno de sus abuelos, por lo que no pudo disfrutar de ellos tanto como habría deseado. Entre los recuerdos bonitos que tiene son las meriendas: «Prácticamente era el único momento en el que aparcaba la Torrot a la puerta de casa. Me encantaba comerme un bocadillo de chorizo y salir pitando de nuevo a jugar». También era habitual ver a «la niña de la bicicleta» con una lechera en cada uno de los lados del manillar: «Era una de las cosas que más me gustaban. Lo de ir a comprar la leche y me la repartían en dos lecheras para que las colgara en la bici y así fuera equilibrada y no se caía», señalaba mientras esbozaba una sonrisa.
Como los veranos en Tarazona eran muy largos, Esther del Brío también tenía tiempo de ir a la playa algunas fechas hasta el inicio del nuevo curso: «Mi familia es larga, entonces yo todos los años me iba con alguien a pasar unos días junto al mar. Había años de ir a Vigo, otros a Málaga o incluso a Asturias, el caso es que gracias a estos veranos he conocido sitios muy bonitos y he desarrollado más vínculos familiares».
Esther del Brío señala que durante los veranos también tiene decenas de recuerdos junto a sus hermanos. «Soy muy enérgica ahora y ya lo era de pequeña, por eso muchas veces era yo la que revolucionaba a mis hermanos para casi todas las cosas», explica.
Esther del Brío solo iba al pueblo en verano, por lo que algunos de los vecinos cuando la veían la llamaban «la forastera» en lugar de «la chica de José». Eso no le gustaba ni a ella ni especialmente a su padre «que fue quien llevó el fútbol al pueblo desde Madrid».
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